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Protestas civiles dejan en evidencia un profundo cisma en Irán
Los disturbios tras la muerte de Mahsa Amini llevan 3 meses. Manifestantes han ampliado demandas.
El pueblo iraní grita consignas durante una protesta tras la muerte del iraní Mahsa Amini. Foto: EFE/EPA/ERDEM SAHIN
Ni la Copa Mundo escapó de las protestas masivas que se han desatado en Irán desde que Mahsa Amini, de 22 años, murió bajo la custodia de la policía de la moral en septiembre.
Antes de su derrota por 6-2 ante Inglaterra, el equipo iraní se negó a cantar el himno nacional de la República Islámica, y algunos activistas presentes ondearon carteles de protesta y abuchearon a su propio equipo por no abandonar el torneo por completo en una muestra de solidaridad hacia los cientos de jóvenes iraníes asesinados durante las últimas semanas.
El fútbol es, con mucho, el deporte favorito de Irán. Entonces, que los iraníes se vuelvan contra su selección nacional, especialmente una que había ganado la clasificación asiática, habla de la profunda herida que las protestas han dejado grabadas en la psique del país.
A medida que el movimiento creció y las protestas se extendieron de Teherán hacia las provincias, los manifestantes ampliaron sus demandas. Su llamado a poner fin al acoso de la policía de la moral se convirtió en cánticos de “muerte al dictador”, en referencia al líder supremo, el ayatolá Ali Khamenei, de 83 años.
Su llamado a poner fin al acoso de la policía de la moral se convirtió en cánticos de “muerte al dictador”, en referencia al líder supremo, el ayatolá Ali Khamenei, de 83 años
Esta crisis no parece amenazar la supervivencia del régimen. Los manifestantes carecen de los medios para derrocar al gobierno y es poco probable que el liderazgo se divida. Afortunadamente para el régimen, sus enemigos externos lo están ayudando a mantener unidas a sus diferentes facciones.
El príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman, y el ex y probable primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ambos partidarios de las protestas, son probablemente las dos figuras más vilipendiadas en Irán. Y Estados Unidos tiene un historial pobre de fomentar el cambio de régimen en Afganistán, Irak, Libia y Siria, dejando atrás Estados fallidos o profundamente desestabilizados.
Pero la dura represión de la República Islámica contra los manifestantes ha cortado los lazos del gobierno con varias generaciones de iraníes, no solo los jóvenes. La generación de sus padres había sido en gran parte leal a la revolución; en su juventud, los iraníes de mediana edad buscaron reformar el sistema desde dentro en lugar de derrocarlo.
En las últimas dos décadas, los reformistas han intentado, con un éxito limitado, hacer que la República Islámica sea más tolerante. El expresidente Mohammad Khatami, elegido en 1997, impulsó el “diálogo entre civilizaciones” hasta que renunció en 2005. El presidente Hassan Rouhani, que ocupó el cargo de 2013 a 2021, prometió políticas moderadas, además de reparar las relaciones con Occidente y traer el fin de las sanciones económicas.
Incluso, el expresidente Mahmoud Ahmadinejad, elegido como partidario de la línea dura en 2005, se volvió contra sus benefactores conservadores y adoptó su propio estilo de reformismo. Desde que dejó el cargo en 2013, ha hecho campaña por mayores libertades individuales y abolición de la policía moral.
Alrededor del mundo, mujeres se han cortado mechones de pelo en muestra de solidaridad con esta lucha. Foto:EFE
Actúa la línea dura
En 2021, una línea dura frustrada por la grietas de su proyecto diseñó la elección de un clérigo profundamente conservador, el actual presidente Ebrahim Raisi, cuya tarea sería demostrar lo que los verdaderos revolucionarios islámicos pueden ofrecer. Un gobierno uniformemente tradicionalista, esperaban los intransigentes, generaría prosperidad económica y consolidaría la posición de Irán como potencia regional, alejando a los iraníes de la reforma y el acercamiento con Occidente.
Cuando la prosperidad no se materializó, los intransigentes culparon del pobre desempeño económico a las sanciones occidentales y las políticas neoliberales introducidas por gobiernos anteriores
Cuando la prosperidad no se materializó, los intransigentes culparon del pobre desempeño económico a las sanciones occidentales, las políticas neoliberales introducidas por gobiernos anteriores y la excesiva dependencia de mercados globalizados. Algunos, incluso, culparon al ineficaz acuerdo nuclear de 2015 por los males económicos.
Y además, Raisi, que ganó la presidencia con solo 18 millones de votos (de un electorado de 59 millones), carece del mandato y la experiencia para cumplir sus promesas de llegar a un acuerdo con Occidente, controlar la inflación y detener la depreciación de la moneda.
Los conservadores no estaban preparados cuando estallaron las protestas. Las tensiones entre las mujeres jóvenes y las autoridades por el uso forzado del hiyab han estado en ebullición durante años, pero los conservadores no les dieron importancia ni las consideraron un peligro.
De hecho, los partidarios de la línea dura habían estado presionando para aumentar la vigilancia de las mujeres en los espacios públicos desde 2019, antes de la elección de Raisi. Muchos pensaron que era hora de revertir la laxa aplicación de la ley del hiyab de 1983, que criminalizaba la vestimenta femenina considerada “no islámica”. Que hacerlo fuera inconsistente con los tiempos actuales, y que el código de vestimenta ya había provocado protestas contra el hiyab en los barrios urbanos más prósperos de Irán no pareció disparar las alarmas.
Lo que el régimen pasó por alto es que la sociedad iraní ha cambiado desde 1983, cuando la mayoría de las mujeres observaban voluntariamente la ley del hiyab. Muchas mujeres vivían vidas muy diferentes en ese entonces; experimentaban de 6 a 8 embarazos en promedio, no buscaban trabajo fuera del hogar y no tenían un nivel educativo tan alto.
Lo que el régimen pasó por alto es que la sociedad iraní ha cambiado desde 1983, cuando la mayoría de las mujeres observaban voluntariamente la ley del hiyab.
Las políticas a favor de los pobres de los primeros revolucionarios islámicos proporcionaron electricidad, agua potable y servicios de salud a las zonas rurales y urbanas pobres, transformando la vida de muchas mujeres. Y hoy las mujeres en Irán se casan a mediados o finales de los veinte y tienen un promedio de dos hijos. Treinta y ocho por ciento de las mujeres iraníes de 20 tienen al menos alguna educación superior, en comparación con el 33 % de los hombres en su cohorte de edad. Para ellas, la mera idea de que puedan ser arrestadas y arrastradas a un campo de reeducación por la policía moral es intolerable.
A esto se suma un contexto económico muy complicado. Raisi prometió crear un millón de empleos y un millón de viviendas nuevas cada año durante su mandato de cuatro años, dice haberse centrado en alcanzar sus ambiciosos objetivos económicos. Pero durante su primer año en el cargo, la economía sumó solo 374.000 puestos de trabajo. No tenemos datos sobre cuántas casas nuevas se construyeron durante este tiempo, pero parece seguro asumir que fueron mucho menos de un millón.
El clerigo Ebrahim Raisí ha venido repuntando en las encuestas. Una victoria suya le devolvería el poder a los conservadores después de cuatro años. Foto:EFE
Una década de fracasos económicos ha avivado aún más la ira entre la juventud. Los jóvenes que se gradúan de la universidad esperan más de 2,5 años en promedio antes de conseguir su primer trabajo. En 2021, casi la mitad de las mujeres veinteañeras con educación universitaria y una cuarta parte de sus pares masculinos estaban desempleados. La mayoría de los iraníes de veintitantos años todavía viven con sus padres, económicamente incapaces de formar una familia propia.
Para completar, el apoyo de Irán a la guerra de Rusia en Ucrania hace que revivir el acuerdo nuclear sea algo casi imposible, al igual que la perspectiva de que Irán se reincorpore a la economía mundial en el corto plazo.
DJAVAD SALEHI-ISFAHANI (*)
PROJECT SYNDICATE
(BLACKSBURG, VIRGINIA)
(*) Profesor de economía en Virginia Tech y asociado para temas de Oriente Medio en la Escuela Kennedy de Harvard.
‘Un claro desafío al régimen’
Varios analistas califican las actuales manifestaciones de protesta como inéditas por su duración y porque reúnen a todas las clases sociales y grupos étnicos. Y porque, además, se encaminan a pedir abiertamente el fin del régimen clerical. Se han visto pancartas en llamas del líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, mujeres caminado sin velo y personas desafiando a fuerzas de seguridad.
Irán, en tanto, acusa a las potencias extranjeras de alentar lo que denomina “disturbios”. Aunque en un aparente intento por calmar las cosas, la fiscalía iraní afirmó hace unos días que se había desmantelado la policía de la moral: un anuncio recibido con escepticismo por activistas, pues las mujeres continúan estando obligadas a llevar velo en público.
“Era bastante obvio desde el principio que las protestas no trataban sobre una reforma o sobre la policía de la moral, sino que apuntaban contra el régimen en su totalidad”, sostiene Shadi Sadr, fundadora de la organización Justice for Iran, radicada en Londres. “Lo que está ocurriendo es un desafío fundamental al régimen”, apunta.
“El ambiente en Irán es revolucionario”, coincide Kasra Aarabi, directora del programa sobre Irán del Instituto Tony Blair para el Cambio Global. Desde hace años existe una tendencia creciente a la disidencia contra el régimen, asegura. “Pueden intentar reprimir a los manifestantes, pero no pueden eliminar el espíritu revolucionario”, dice.
“El régimen nunca se ha mostrado tan vulnerable en sus 43 años de historia”, declaró a la revista estadounidense Foreign Affairs el académico iraní Karim Sadjadpour, investigador principal de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional. Otro factor de incertidumbre es la avanzada edad de Jamenei. El diario estadounidense New York Times aseguró en septiembre que el líder supremo, de 83 años, estaba “gravemente” enfermo.
En respuesta a las protestas, las autoridades movilizaron lo que Amnistía Internacional describe como “una maquinaria de represión bien afinada”. Al menos 448 personas, entre ellas 60 menores de edad, han muerto a manos de fuerzas de seguridad, según la ONG Iran Human Rights, radicada en Noruega. También detuvieron a más de 14.000 personas y seis han sido condenadas a muerte.
Sadr advierte que sería precipitado predecir que el régimen esté a punto de caer. “Desmantelar un régimen como la República Islámica es una tarea muy difícil. Todavía faltan algunas piezas para que eso pueda producirse”, dice. Pero para Aarabi no hay duda de que se trata de “una revolución: y no hay vuelta atrás”.