WASHINGTON — Poco después de que el Presidente Donald J. Trump caviló el 7 de febrero sobre la imposición de aranceles a Japón mientras estaba sentado junto a Shigeru Ishiba, el Primer Ministro nipón, un periodista le pidió al líder japonés que reflexionara sobre su primera reunión con Trump. Era una oportunidad para responder a la amenaza económica de Trump.
En cambio, Ishiba adoptó un enfoque diferente —convirtiéndose en el líder extranjero más reciente en adular al Presidente de Estados Unidos.
“Me emocionó mucho ver tal celebridad de la TV”, dijo Ishiba, provocando una sonrisa en Trump. “En televisión da miedo y tiene una personalidad muy fuerte, pero cuando lo conocí, en realidad fue muy sincero”.
Ishiba aseguró a los periodistas y funcionarios de la Casa Blanca que sus elogios a Trump no eran un intento de “hacerle la barba”, sino más bien parte de un esfuerzo para garantizar la paz y la “estabilidad regional”.
Ishiba es el emisario extranjero más reciente en emplear el arte de la adulación con un Presidente conocido por su enfoque transaccional, si no es que impredecible, a la política exterior.
Joseph R. Biden Jr., el predecesor de Trump, solía decir que los líderes extranjeros le expresaban en privado su preocupación por la perspectiva del regreso de Trump a la Casa Blanca. Ahora que ha regresado, cualquier preocupación parece haber quedado de lado, al menos en público.
Días antes de que Ishiba halagara a Trump, el Primer Ministro Benjamín Netanyahu llamó a Trump “el mejor amigo que Israel haya tenido jamás en la Casa Blanca”.
“La gente parece creer que los halagos funcionarán para lo que necesitan, que les ganará puntos”, dijo Elizabeth Shackelford, una ex diplomática que trabajó en Polonia, Sudán del Sur y Somalia antes de renunciar en protesta por la primera presidencia de Trump. “Quizás creen que al ser amables con él tendrán menos probabilidades de ser blancos cuando arremeta”.
No es una estrategia nueva. Durante la primera istración Trump, el Presidente francés Emmanuel Macron habló efusivamente de Trump en la Casa Blanca, diciéndole que esperaba que su “amistad” siguiera creciendo. Netanyahu propuso que un asentamiento israelí en los Altos del Golán pasara a llamarse los Altos de Trump. El Primer Ministro Justin Trudeau de Canadá invitó a Ivanka, la hija de Trump, a participar en una reunión de mujeres líderes empresariales.
La adulación no siempre funcionó
Para el 2018, Trump había impuesto aranceles a Canadá y llamado “deshonesto y débil” a Trudeau en las redes sociales. La gran amistad entre Trump y Macron se transformó en una disputa sobre la dirección de la OTAN. Más tarde, Trump estalló contra Netanyahu cuando felicitó a Biden por su victoria en las elecciones del 2020. Publicó libros de mesa con críticas a varios líderes extranjeros, incluyendo Trudeau y Angela Merkel, la ex Canciller alemana, quien desafió a Trump.
Su libro del 2024 incluyó 10 páginas de fotografías con Trump y Kim Jong-un, el dictador norcoreano. Trump se jactó de las “cartas de amor” que le envió Kim.
Shackelford describió el intento por usar la adulación como medio para ganarse el favor de Trump como un “ejercicio inútil”.
“No creo que nadie vaya a obtener lo que quiere de Trump”, dijo Shackelford. “Los usará mientras le sea conveniente”.
No todos los líderes han tenido reparos en reprender a Trump, pero la mayoría ha optado por recurrir a la adulación. Peter Mandelson, un veterano político británico, hace años había llamado a Trump “un peligro para el mundo”.
Su nombramiento como nuevo Embajador británico en EU provocó oposición entre algunos de los aliados de Trump.
El resultado fue un notable ejemplo de adulación política. Mandelson apareció en Fox News a fines de enero para decir que había cambiado de opinión sobre el Presidente.
Dijo que estaba “impresionado” por la “energía con la que abordó no sólo la campaña, sino también el Gobierno”.
En los días siguientes, el nombramiento de Mandelson pareció volver a encarrilarse.