BUSIA, Kenia — A lo largo de la costa del Lago Victoria en Kenia, un escuadrón de jóvenes científicos y un ejército de voluntarios están librando una guerra sin cuartel contra una criatura que amenaza la salud de más personas que cualquier otra en la Tierra: el mosquito.
Están poniendo a prueba nuevos insecticidas y nuevas formas de istrarlos. Por la noche se asoman por las ventanas, en busca de mosquitos cuyos objetivos son personas dormidas. Están recolectando sangre —de bebés, de choferes de mototaxis, de pastores de cabras y sus cabras— para rastrear los parásitos que portan los mosquitos.
Pero Eric Ochomo, el entomólogo que lidera este esfuerzo en las primeras líneas de la salud pública mundial, parado recientemente en la hierba pantanosa con una computadora portátil en la mano, reconoció una triste realidad: “Parece que los mosquitos están ganando”.
Hace menos de una década, fueron los humanos quienes parecían haber obtenido una clara ventaja en la lucha —que ya lleva más de un siglo— contra el mosquito. Pero en los últimos años, ese progreso no solo se ha estancado, sino que se ha revertido.
Los insecticidas utilizados desde la década de 1970, para rociar casas y mosquiteros para proteger a los niños que duermen, se han vuelto mucho menos eficaces; los mosquitos han evolucionado para sobrevivir a ellos. Después de caer a un mínimo histórico en 2015, los casos y las muertes por malaria están aumentando.
El cambio climático ha llevado a mosquitos portadores de los virus que causan el dengue y el chikungunya, fiebres insoportables y a veces mortales, a lugares donde nunca antes se habían encontrado. El dengue, que alguna vez fue una enfermedad puramente tropical, ahora se transmite en Florida y Francia. El verano pasado, Estados Unidos vio sus primeros casos de malaria transmitidos localmente en 20 años, con nueve casos reportados en Texas, Florida y Maryland.
Los científicos de todo el mundo están trabajando intensamente para encontrar nuevas soluciones, incluyendo tecnologías novedosas que Ochomo está poniendo a prueba. Han desarrollado una nueva generación de herramientas que modifican los mosquitos biológica y genéticamente para bloquear enfermedades.
Pero esos esfuerzos se han visto obstaculizados por costos y obstáculos regulatorios. El proceso para llevar cualquiera de estas herramientas a los lugares donde los niños enferman involucra años de pruebas y revisiones regulatorias que son dolorosamente lentas y carecen de fondos suficientes.
“Es simplemente ridículo cuánto tiempo estamos perdiendo antes de poder entrar al campo y comenzar a salvar vidas”, dijo Bart Knols, un biólogo de vectores holandés que dirige proyectos de eliminación de enfermedades transmitidas por mosquitos en África, Asia y el Caribe.
La malaria ha matado a más personas que cualquier otra enfermedad a lo largo de la historia de la humanidad. Hasta este siglo, la batalla contra el parásito fue unilateral. Luego, entre el 2000 y el 2015, los casos de malaria se redujeron en un tercio a nivel mundial y la mortalidad disminuyó casi a la mitad, debido al uso generalizado de insecticidas dentro de los hogares, mosquiteros recubiertos de insecticida y mejores tratamientos. Los ensayos clínicos resultaron prometedores para las vacunas contra la malaria que podrían proteger a los niños que constituyen el grueso de las muertes por malaria.
Ese éxito atrajo nuevas inversiones y se habló de erradicar la enfermedad por completo.
Pero las muertes por malaria, que cayeron a un mínimo histórico de alrededor de 575 mil en el 2019, aumentaron significativamente durante los dos años siguientes y se situaron en 620 mil en el 2021, el último año del que hay datos globales.
Hubo más casos de dengue en Latinoamérica en el primer semestre de este año —más de 3 millones— que en todo el 2022. Bangladesh está sufriendo el mayor brote de dengue de su historia, con 120 mil casos a finales de agosto. Los casos y muertes por chikungunya y otras infecciones transmitidas por mosquitos también han comenzado a aumentar en muchas regiones del mundo.
Una de las principales razones es que los mosquitos son muy adaptables. A medida que más y más personas están protegidas por mosquiteros o aerosoles en sus hogares, los mosquitos han comenzado a picar más al aire libre y durante el día, en lugar de hacerlo en interiores y de noche, el patrón histórico de las especies vectoras de la malaria en África.
Debido a que la composición genética de los mosquitos evoluciona rápidamente en respuesta a las condiciones ambientales cambiantes, también han desarrollado resistencia a la clase de insecticidas de uso generalizado —mientras que el parásito de la malaria en sí es cada vez más resistente a los medicamentos que alguna vez fueron muy eficaces para tratarla.
Y un nuevo mosquito que prospera en las zonas urbanas ha llegado de Asia a África, donde la propagación de la malaria siempre se había limitado en gran medida al campo. Ese cambio ha hecho que más de 100 millones de personas adicionales sean vulnerables a infecciones transmitidas por mosquitos, estimaron recientemente los investigadores de la Universidad de Oxford.
Los riesgos multiplicados, dicen los expertos, significan que existe una necesidad urgente de un método para proteger a las personas de todos los mosquitos —uno que ayude a defender contra la malaria, pero también contra el dengue, la fiebre amarilla y cualquier patógeno que aceche a la vuelta de la esquina. (Solo pican los mosquitos hembra; necesitan la proteína de la sangre para producir huevos).
La mayor parte del dinero para la investigación proviene de países de altos ingresos, pero los niveles de financiamiento se han estancado. Múltiples investigadores dijeron que era difícil conseguir el dinero que necesitaban para ensayos a gran escala de nuevos métodos.
En su mayoría, los insecticidas son piretroides, que se desarrollaron en la década de 1970 y se derivan de los compuestos químicos de un antiguo repelente de mosquitos elaborado triturando flores de áster.
Ahora que los mosquitos son muy resistentes a ellos, existe una búsqueda urgente de algo nuevo.
En el 2005, la Fundación Bill y Melinda Gates invirtió 50 millones de dólares en un proyecto llamado Innovative Vector Control Consortium para buscar compuestos de insecticidas eficaces. El consorcio pidió a las empresas de agroquímicos que buscaran en sus bibliotecas químicas moléculas que pudieran afectar a los mosquitos de formas novedosas y que fueran lo suficientemente seguras y duraderas.
“Comenzamos con 4 millones y medio de compuestos y ahora nos quedan cuatro”, dijo Nick Hamon, quien recientemente se jubiló como jefe del consorcio.
Para que funcione como un nuevo insecticida, los compuestos deben ser seguros para los humanos, venir en forma sólida y no ser solubles en agua. Tienen que matar mosquitos de una manera diferente a como lo hacen los piretroides, porque los mosquitos desarrollan resistencia no solo a una sustancia química individual, sino a la forma en que esa sustancia química los mata.
Las empresas ahora deben completar el proceso de seguridad y pruebas de los únicos cuatro compuestos que cumplen todos esos requisitos. Es sumamente costoso y lento, afirmó Susanne Stutz, química titular en la empresa química alemana BASF.
“Siempre es una carrera con el mosquito, quién es más rápido: normalmente, el mosquito gana porque desarrolla resistencia mucho más rápido de lo que salen nuevos productos”, dijo.
La Organización Mundial de la Salud requiere dos grandes ensayos clínicos aleatorios, realizados en dos entornos geográficos y epidemiológicos diferentes, que muestren un impacto positivo significativo en la salud pública en ambos, antes de recomendar el uso de una nueva intervención contra mosquitos. La organización dice que la política está diseñada para garantizar que los países con medios limitados tomen las mejores decisiones sobre dónde gastar su dinero y para garantizar que los productos estén respaldados por evidencia rigurosa.
Sin embargo, los crecientes problemas de los mosquitos en el mundo requieren cada vez más soluciones adaptadas a situaciones específicas: lo que funciona para proteger a los niños en el Sahel africano no será lo que funcione para proteger a los madereros en Camboya.
Ochomo es el investigador principal de dos grandes ensayos clínicos aleatorios sobre intervenciones con mosquitos. En un proyecto de 33 millones de dólares, los investigadores están probando la eficacia de los repelentes espaciales —cuadrados de película plástica que se pueden colgar en las paredes del interior de las casas y que dispensan dosis bajas de una sustancia química que confunde a los mosquitos y les impide picar— en zonas de riesgo de dengue y de malaria.
Los repelentes espaciales y la mayoría de las otras herramientas nuevas son mercancías: artículos que hay que comprar y volver a comprar seis meses o un año después. La protección que ofrecen es temporal, al igual que el financiamiento que permite su compra.
Algunos expertos creen que la aparición del dengue, y ahora de la malaria, en los países de ingresos medios y altos podría generar nuevos fondos porque crea un mercado más rico que puede estimular nuevas inversiones corporativas.
Si bien los casos de malaria son mucho menores que hace 20 años en el área de Busia, el estancamiento del progreso significa que la enfermedad continúa erosionando la salud, los ingresos y el futuro de las familias.
Los repetidos ataques de malaria impiden que los niños vayan a la escuela y que los adultos trabajen; acaban con los ahorros.
El equipo de Ochomo recibió recientemente datos del punto medio del ensayo clínico de repelentes espaciales. Los casos de malaria fueron significativamente menores en las familias que los tenían en comparación con aquellas que tenían dispositivos con repelentes de placebo. Si esa tendencia se mantiene, el próximo reto será convencer a la OMS para respaldar su uso, y luego al Gobierno de Kenia para comprarlos.
Sin embargo, no será difícil convencer a la gente de Busia para que los utilice, afirmó. “Dicen: ‘Por fin alguien viene a intentar ayudar con esto’”, dijo Ochomo.
“Es una carrera con el mosquito, quién es más rápido: normalmente
el mosquito gana”.
STEPHANIE NOLEN. THE NEW YORK TIMES
BBC-NEWS-SRC: https://www.nytimes.com/2023/09/29/health/mosquitoes-malaria-disease-climate-change.html, IMPORTING DATE: 2023-10-05 20:50:10