Son tan grandes los afanes para guardar las apariencias, cuando quienes comenzaron como gobernantes democráticos van deslizándose hacia las dictaduras de hecho. También cuando les retuercen el cuello a algunas disposiciones para escapar de los controles del poder, y cuando eluden las reglas que frenan a los demócratas de palabra y a los dictadores en potencia.
La siguiente generación no se explicará que la sociedad lleve un computador multifunciones en el bolsillo, como parte de su vestido diario, mientras sigue votando encerrada en un sistema electoral que le parecerá diseñado por Pedro Picapiedra.
Sigue rondando por ahí un vicio delictivo que envenena las democracias por dentro: la compra de votos. Una nueva tecnología electoral tendrá que ingeniarse los más sofisticados mecanismos para que el comprador y el vendedor tramposos no enfermen el sistema. Las votaciones buscan facilitar la expresión de la voluntad popular y no pueden convertirse en una compraventa de conciencias. Sería entregarle el manejo del Estado a quien tenga menos escrúpulos y más dinero para comprar las mayorías.
El juicio de las multitudes no es desapasionado o imparcial como lo requiere una justicia que debe ser fría y objetiva, ajena a los apasionamientos que arrebatan a las masas.
Los avances tecnológicos revolucionan los esquemas del poder político... estamos, pues, ante una transformación de la sociedad tan profunda y rápida que nos obliga a repensar temas como la libertad de prensa, el derecho a la información, las garantías de los derechos individuales y las nuevas estructuras motivacionales, que agitarán las políticas y el funcionamiento de los sistemas de gobierno.
La democracia del futuro no será jamás como la conocimos ni como la vivimos en la actualidad.
Las votaciones buscan facilitar la expresión de la voluntad popular y no pueden convertirse en una compraventa de conciencias
Progresar hacia atrás. Los avances tecnológicos permiten regresar a firmas de organización política abandonada por fuerza de las circunstancias. Por extraño que parezca, gracias a esos adelantos el gran paso de la democracia hacia adelante nos llevará hacia atrás, a la democracia directa. Una especie de democracia ateniense cibernética.
Como la experiencia muestra tantas acechanzas en cada vuelta del camino, es urgente blindar la representatividad del voto con una malla fuerte de garantías, para que los escasos segundos dedicados a decidir sobre la dirección del Estado sean momentos de verdad y no de manipulación.
La encuesta encumbra y desploma... el triunfalista que los seres humanos llevan dentro se inclinará por el éxito. La noche de los escrutinios no desea sufrir con el “perdimos”. Siempre es mejor ganar, así haya que preguntar “¿quiénes ganamos?”. Solo el elector maduro se pregunta “¿qué ganamos?”.
Es evidente una deficiencia grave del Estado, que no adopta las precauciones debidas para eliminar o minimizar las amenazas contra el sistema democrático.
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Esta columna es un homenaje a la vida patriótica de un maestro entrañable, Gabriel Melo Guevara, quien falleció minutos antes del cierre de textos en EL TIEMPO.
El título corresponde a su última obra, cuyo lanzamiento acompañamos en un acto sobrecogedor por la entereza, la coherencia y la capacidad de ilustrado avizoramiento del futuro que el profesor Melo impartía a sus alumnos en su inolvidable cátedra de derecho constitucional.
Y cada uno de los textos anteriores son suyos y son una arbitraria selección de apartes que considero particularmente valiosos para el debate.
Gabriel Melo deja un legado claro: el servicio público debe ser patriótico, el ejercicio pedagógico debe estar guiado por los valores tutelares y la política debe volver a los cauces de la virtud y el interés general.
Gracias por todo, doctor Gabriel Melo. Nunca lo olvidaremos. Y a los suyos, un abrazo del alma.
JUAN LOZANO