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Opinión

Bob Dylan y la traición de la juventud

A diferencia de los 60, hoy la juventud se ha convertido en la base electoral de proyectos retrógrados.

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Bien nos enseña la obra de Andy Warhol que los seres modernos padecemos de una devoción tal por las celebridades que les hemos asignado el mismo rol que jugaban los íconos religiosos en la Edad Media o los personajes de la mitología en la Antigua Grecia. Y tanto en la Edad Media como en la Antigüedad, poetas, pintores, dramaturgos y demás acostumbraban a emplear su obra para contarles a sus contemporáneos historias acerca de los íconos que adoraban, como las pinturas de Giotto sobre Jesucristo o la tragedia de Prometeo encadenado atribuida a Esquilo.
Hoy por hoy, cineastas, escritores y demás son quienes se encargan de satisfacer nuestro irascible morbo de descubrir secretos —o al menos eso nos hacen creer— acerca de nuestros íconos. Uno de los más recientes ejemplos es ‘Un completo desconocido’, una película que narra la vida de Bob Dylan desde su auge como estrella del folk hasta el día en el que desecha la guitarra acústica por una eléctrica. Como las de Elvis, Freddie Mercury, Bob Marley y demás, la película sobre Dylan es muy buena a la hora comercializar versiones de nuestros íconos depuradas de complejidades morales para satisfacer el maniqueísmo de las cada vez más perezosas audiencias del cine.
Con todo y eso, la película resulta particularmente interesante al ser juzgada a la luz de nuestros tiempos, teniendo en cuenta que al mundo que vio nacer a Dylan como ícono por estos días se lo lleva el viento. Se trata de un mundo, como dice Dylan en su canción para Woody Guthrie, que está muriendo sin haber ni siquiera nacido del todo.
Dylan se convirtió en ícono precisamente por encarnar los valores de la contracultura de los 60, hasta el punto que fue bautizado como la voz de su generación, etiqueta que él mismo detestaba. Pero sus protestas siempre fueron en vano porque cuanto más se resistía, más se convertía en ícono. En ese sentido, Dylan se parece un poco al rey filósofo de Platón que solo es rey porque no quiere serlo.
Los años 60 marcaron una ruptura en la historia moderna porque engendraron una nueva forma de conflicto cultural. Y no se trata de un conflicto de clases como el que predicaba Marx, sino más bien de un conflicto generacional entre la juventud y sus progenitores. La de los 60 fue una juventud empeñada en rechazar las convenciones que en aquel entonces fungían como autoridad. Pero el propósito nunca fue rechazar por rechazar las convenciones, como sí lo hace la juventud de hoy en día, sino más bien oponerse a ellas por estar articuladas alrededor de la represión sexual y racial en nombre del puritanismo, de la guerra en nombre del nacionalismo y de la destrucción climática en nombre de su majestad el capital. El compromiso político de la juventud sesentera fue tal que sembró la ilusión de que las justicias social y ambiental serían un destino inevitable en la medida en la que las nuevas generaciones remplazaran a las de antaño.
La de los 60 fue una juventud empeñada en rechazar las convenciones que en aquel entonces fungían como autoridad
Pero la juventud de hoy en día, enceguecida por los pixeles y adormecida por el individualismo, ha traicionado el proyecto de la emancipación. La nueva juventud —en particular, los hombres cuyas neuronas han sido secuestradas por su propia testosterona— se ha convertido en la base electoral de los más retrógrados proyectos políticos como lo son Maga en Estados Unidos, la AfD en Alemania, Reform UK en Inglaterra, la Agrupación Nacional en Francia y Vox en España. De hecho, el líder de Vox, Santiago Abascal, pronunció recientemente una frase que no podría articular mejor la traición de la juventud contemporánea: la derecha es el nuevo punk.
Esta historia se parece mucho al cuento de Kafka en el que es la jaula la que emprende la búsqueda de un pájaro. Y esta juventud traidora es como el pájaro que vuela derecho hasta las garras de su carcelero pensando que se trata de su propio nido.
“Look out, the saints are comin’ through / And it’s all over now, baby blue”.
SANTIAGO VARGAS ACEBEDO

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