Hace poco leí un libro sobre las actividades de los expresidentes de Estados Unidos al dejar la Casa Blanca y las reglas implícitas de su vida y su comportamiento. Su título en español sería: Equipo de cinco: El club de los expresidentes en la era de Trump. Su cubierta es una foto de cinco expresidentes: Jimmy Carter, los dos Bush –padre e hijo–, Bill Clinton y Barack Obama.
El libro relata la manera como cada expresidente y su esposa han vivido desde que entregaron el poder a sus sucesores. Para todos, la transición fue dura; necesitaron meses para asimilar el cambio de estado. El choque fue aún más traumático para quienes perdieron la segunda elección. A fin de cuentas, la presidencia de Estados Unidos es el cargo más importante del mundo. Se pensaría que terminar el mandato implicaría liberarse de una enorme responsabilidad. Sin embargo, la adrenalina del poder tarda un buen tiempo en diluirse.
A pesar de la diferencia en sus trayectorias políticas, los cinco expresidentes entendieron lo que se esperaba de cada uno de ellos. Algunos se hicieron sentir, pero todos respetaron unos principios no escritos sobre sus actitudes frente a los gobiernos y, sobre todo, frente al interés nacional. En la primera página del libro se transcribe la frase del expresidente Eisenhower: “El país es mucho más importante que cualquiera de nosotros”.
Los principios son:
1) Honrar una historia compartida. Los presidentes entran a formar parte de una historia común para todos. Las relaciones entre sus antecesores pudieron ser conflictivas, pero el respeto mutuo primó sobre la rivalidad y la enemistad.
2) Respetar la dignidad de la Presidencia. La tensión entre el presidente saliente y su sucesor es natural, especialmente si para ganar la elección se atacó al presidente en ejercicio. “Pero los conflictos se mantienen en privado y hay un respeto subyacente entre quienes han desempeñado el cargo”.
3) Evitar la crítica al presidente en ejercicio por encima de todo. Hay un acuerdo de caballeros para no criticar al presidente en ejercicio. No faltan quienes lo incumplen.
4) No tener miedo a pedir ayuda. Los presidentes deben solicitar el consejo a sus antecesores en el cargo. La experiencia es importante y no debe descartarse por orgullo mal entendido.
5) Estar unidos en la tragedia. Los expresidentes dan un ejemplo importante en momentos en los cuales el país debe estar unido para enfrentar una tragedia.
6) Encontrarse en las celebraciones. No solamente asistir a los funerales, sino también a ocasiones festivas. En Estados Unidos, los expresidentes se reúnen en la posesión de sus sucesores y en la inauguración de sus bibliotecas.
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En Colombia hubo también en el pasado unas reglas implícitas de comportamiento entre los expresidentes que, infortunadamente, no se cumplen para los cinco expresidentes vivos. A tal extremo que cuando el interés nacional requiere su consejo, como en el caso de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, los expresidentes no asisten para no verse las caras. A ese grado han llegado los conflictos personales y políticos. Dan pésimo ejemplo a una sociedad fragmentada en la cual prima el odio sobre cualquier otro sentimiento. Y no se ayuda al presidente en ejercicio cuando la pide.
Tengo viva la foto de todos los expresidentes cuando se reunieron con el presidente Belisario Betancur en el apartamento del expresidente Alberto Lleras Camargo, dos o tres días después de la toma y el incendio del Palacio de Justicia, en noviembre de 1985, para manifestarle su apoyo en ese momento tan difícil para el Gobierno y el país. Y no es que entre ellos no hubiera enemistades profundas. Era prioritario salvar la democracia.
CARLOS CABALLERO ARGÁEZ