Hay varias cosas que, como bogotana, envidio de Medellín: el clima templado, la hospitalidad de los paisas y, por supuesto, el metro. Pero quizás lo que más es la exuberante vegetación urbana: jardines verticales, parques, árboles de todo tipo, senderos, riachuelos y quebradas. Verde de todos los colores, como dijo el poeta Aurelio Arturo.
Desde 2016, Medellín ha tejido un tapiz ecológico que transforma el paisaje de la ciudad. Más de treinta corredores sembrados con miles de plantas y árboles nativos conectan parques, quebradas y cerros. Además, se han instalado jardines verticales en las paredes camuflando el gris triste del concreto. A cualquier hora del día se ven manos expertas de jardineros que cortan, podan y cuidan ese patrimonio verde que florece en cada rincón.
Sin duda el desarrollo de la infraestructura verde ha sido clave para reforzar ese sentido de pertenencia de los paisas.
El objetivo ha sido contribuir a la reducción de la temperatura, mejorar la calidad del aire y proteger la biodiversidad. Es decir, adaptarse al cambio climático. Pero los corredores no solo funcionan como filtros naturales que absorben la contaminación y regulan la temperatura, sino que tienen el efecto de embellecer la ciudad y ofrecer espacios donde los niños juegan, la gente corre o monta en bicicleta y, en general, todos se reconectan con la naturaleza. Porque más verde significa más pájaros y mariposas, más sombra, más vida al aire libre, y también menos ruido, porque los árboles funcionan como esponjas. A todo esto, también se suma la tendencia de una arquitectura que integra el medio ambiente en los diseños de edificios de vivienda y centros comerciales. Son construcciones que se mimetizan con su entorno.
Medellín es una de las ciudades colombianas donde sus habitantes se sienten más orgullosos. El 70 por ciento de la población así lo expresa, según el informe de Medellín Cómo Vamos de 2024. Sin duda el desarrollo de la infraestructura verde ha sido clave para reforzar ese sentido de pertenencia.
Ese ecosistema ambiental es el fruto de una constante y articulada gestión entre actores públicos, privados y la sociedad civil. No deja de sorprender que, más allá de los vaivenes políticos, haya prevalecido una visión de ciudad capaz de sostener e impulsar las políticas ambientales. Eso demuestra que cuando existe consenso y un compromiso genuino a largo plazo, es posible consolidar prácticas sostenibles que generen un impacto real en la vida de los ciudadanos.