La experiencia que hemos tenido durante este mes y medio con el formato ‘Mambo Extramuros’ ha sido maravillosa. Me atrevo a decir que ningún recinto expositivo en el país ha recibido tan alta y tan eufórica cantidad de visitantes, como la que ha asistido al piso 30 del edificio Atrio. Son más de 35.000 visitantes registrados en cinco semanas para deleitarse con el trabajo del maestro Jim Amaral. ¡Número increíble! ¡Tenemos filas interminables para entrar a la exposición, que va hasta el 24 de marzo.
Los trabajos expuestos son resultado del talento, la labor constante, son obras curiosas, es arte tocable, movible y surrealista. Una gran puesta en escena. Sin el ánimo de ser intensa, invito a todos los ciudadanos a ir y visitarla. Disculparán algunos los inconvenientes que se puedan presentar, pues es tal la cantidad de gente, que en ciertos momentos debemos cerrar y devolver a animados y expectantes visitantes.
Como complemento, el escenario en donde están expuestas las esculturas es simplemente fantástico. El telón de fondo es la bella ciudad de Bogotá, vista a 180 metros de altura, a través de la lluvia, la niebla, la luz intensa, del sol ocultándose, con su naranja en el horizonte, haciendo que los colores entren al recinto, recreando figuras mágicas y seductoras.
Sin duda, el espacio ha sido un lugar inigualable para hacer este primer piloto expositivo. Pero, como de cultura se trata, es lamentable tener que abordar un tema delicado, que puede resultar revelador, sobre las prioridades de alguna parte de la ciudadanía en materia de educación, desarrollo y respeto. Debo volver a hacer un llamado, con todo comedimiento, para invitar a respetar el espacio público y el bien ajeno. Digo esto, pues al estar en Atrio por varias semanas, hemos visto que hay personas cuyo comportamiento deja mucho que desear.
Un edificio que se vuelve museo de arte es una verdadera maravilla. Me atrevo a decir que esta construcción es un aporte para Bogotá y su vecindario.
El edificio vecino a Atrio, por el costado norte y sobre la avenida 28, fue hecho para uso residencial y de oficinas. Allí hay algunas personas cuyo mejor pasatiempo es estar en el balcón de sus apartamentos en los pisos altos, tomando y departiendo con sus amigos, cosa que todos vemos con buenos ojos. No obstante, después de unas “copas de más”, creería yo, comienzan las apuestas, lanzando todo tipo de botellas a los cristales de los pabellones de Atrio, ubicados en el primer piso. El resultado final es que han roto muchos vidrios de la estructura, ocasionando un gasto millonario.
Este edificio se concibió con una arquitectura especial, creando un espacio abierto para todos, utilizable en momentos de lluvia o sin ella. Para eso se diseñaron las cubiertas de algunos pasadizos. Estos “techos” son para el refugio y para protección del peatón.
De hecho, tenemos varias obras del maestro Amaral exhibidas allí, al aire libre. Un edificio que se vuelve museo de arte es una verdadera maravilla. Me atrevo a decir que esta construcción es un aporte para Bogotá y su vecindario.
Hay gente que no valora eso. Esta molesta situación revela mucho de lo que hemos venido hablando permanentemente y que para mí es una de las crisis más importantes que tenemos que enfrentar los colombianos, la falta de cultura en todo sentido.
La cultura ciudadana es un signo distintivo de los países. En ella, hay iración y respeto hacia las grandes obras que van transformando y desarrollando las ciudades.
No hay ningún argumento para dañar esta estructura. Y dale con el vandalismo: ¿qué clase de reivindicación puede haber detrás de un hecho de estos? ¿Qué clase de idea hay en la cabeza de alguien que encuentra en el daño a la propiedad pública o privada un divertimento?
Resulta incomprensible que los vecinos y amigos hagan esta clase de horrores. La cultura no solo la apreciamos, la disfrutamos, sino que también la actuamos en nuestro diario vivir. Reitero a través de esta columna que es necesario que aprendamos a respetar el bien ajeno y a los demás ciudadanos. Hay que trabajar por una vecindad culta.
CLAUDIA HAKIM
* Directora del Museo de Arte Moderno de Bogotá