Krzysztof Kieślowski (Varsovia 1941-París 1996). Con el emblema universal de la República sa (Libertad-Igualdad-Fraternidad), gracias a la distribuidora independiente Cineplex regresa el autor de un himno triunfante (Concierto de la unificación europea), un desgarrador tango en el blanco invierno y un triste bolero polaco de matices apasionados. Sentimientos autodestructivos, venganza masoquista y expiación romántico-cristiana: el duelo que pide resignación, los recuerdos vagos del día de la boda y un rojo anuncio publicitario con luces nocturnas del mismo color.
Trilogía de colores (1993-1995). Tres propuestas visuales y filosóficas para otros tantos largometrajes que complementan una de las obras más sólidas e impactantes del cine europeo contemporáneo. Imágenes recurrentes e historias entrecruzadas que pretenden explorar los conflictos y las acciones dominadas por el determinismo de sus personajes. Condición humana y complejas relaciones interpersonales que configuran el tema principal de una obra básica del cine contextualizado universalmente.
Si Azul establecía un paradigma lírico, en donde las decisiones vitales se desprendían con sutileza frente al espíritu de libertad que debe guiar todo comportamiento individual, ‘Blanco’ expuso con algunas dosis de humor negro los giros imprevisibles del destino hasta anular todo empeño por contrarrestar la fatalidad -en términos de una pretendida igualdad- y ‘Rojo’, el tercer color vertical de la bandera sa asociado con fraternidad, cerraba tan hermosa y a la vez dolorosa trilogía. Porque volver a ver y reconocer estos cromatismos, significa aproximarse a secuencias de símbolos e impresiones sutiles, tonalidades melancólicas, frases musicales y lecciones morales.
Azul (Francia-Polonia, 1993). Primera franja vertical de la bandera sa, equivalente a esa libertad que hombres y mujeres luchamos por conquistar y conservar. En París, la viuda de un prestigioso compositor, quien interioriza la hipersensible Juliette Binoche, sola enfrenta el trauma de un fatídico accidente automovilístico para desprenderse de valores materiales que le impiden asumir su nueva condición.
Ella (Julie) asume la tragedia personal de quien acepta con profunda resignación cristiana y emprende nuevas decisiones, tanto profesionales como sentimentales, al no revelar en torno suyo a quienes desempeñan papeles determinantes en sus particulares circunstancias existencialistas -el cuestionar la autoría del Concierto de unificación europea y aceptar el embarazo póstumo de la amante de su marido-. Además del duelo como madre y esposa, otros temas: memoria e identidad, viacrucis de la composición musical y voluntad de readaptarse a una vida austera.
Kieślowski plasma igualmente las soledades y nostalgias por su madre patria, las incompatibilidades conyugales y otras crisis contemporáneas de identidad que afectan a muchos individuos.
Azul es la ilusión del cielo y del agua, un color contradictorio que transpira tranquilidad terrenal y simultáneamente anuncia el túnel del trance que conduce hacia la muerte; pasado y presente se funden, con la persistencia que anuncia el amor al prójimo y el perdón como principios cristianos. Una camada de ratones puede provocar súbita ternura en medio de la ferocidad del gato no castrado de los vecinos; madre anciana y amnésica que confunde a la hija con su hermana difunta; músico vagabundo que duerme en la calle con su preciado instrumento como almohada e imagen recurrente de una viejita encorvada que se esfuerza por depositar una botella de vino vacía en un contenedor público.
Blanco (Polonia-Francia, 1994). Igualdad, el tema recurrente. Entre París y Varsovia, un estilista polaco se somete al juicio de separación matrimonial y emprende un insólito viaje de regreso a su ciudad natal con el objetivo de satisfacer sus exigencias económicas. Tono amargo, casi tragicómico, y atmósferas de características sombrías impregnan la pantalla. Con ironía y dosis de humor negro se desencadenan situaciones propias del absurdo y se reconfirma su vocación existencialista para concederle al singular personaje masculino un desencanto casi autobiográfico, penosamente testamentario.
Al explorar el subconsciente colectivo de cualquier compatriota en el exilio parisino, Kieślowski plasma igualmente las soledades y nostalgias por su madre patria, las incompatibilidades conyugales y otras crisis contemporáneas de identidad que afectan a muchos individuos. Porque… "conozco bien lo que es el dolor del alma, pero desearía que fuera por lo menos soportable".
Rojo (Suiza-Francia, 1994). Fraternidad, es el lema. En el lago de Ginebra, la sensual modelo Irène Jacob y un extraño juez personificado por Jean-Louis Trintignant se conocen por casualidad y descubren inquietantes acontecimientos vividos por algunas personas del común que frecuentan el mismo escenario. Cables telefónicos que atraviesan la ciudad para entremezclar anécdotas diversas y consecuciones de felicidades inalcanzables. Con un joven estudiante de leyes cuyo destino parece coincidir con el del más maduro de los personajes en el pasado. Al recibir el León de Oro en Venecia, con un aplauso ininterrumpido de varios minutos, Kieślowski anunció que acababa de presentar su última película por encontrarse desahuciado y con severas dolencias cardiacas.
Durante sus dos últimos años de vida, trabajó en el proyecto de una segunda trilogía titulada Cielo, Purgatorio e Infierno junto a su guionista y colaborador -el abogado Krzysztof Piesiewicz-. Extraída de aquella experiencia tristemente célebre de la ley marcial declarada por el general Jaruzelski en diciembre del 81, inconclusa para siempre quedaría una traducción infernal inspirada por Dante.