Las teorías sobre el destape de la Canciller con respecto a información adicional sobre las andanzas de Armando Benedetti son varias. Desde los trinos de su hermana Ángela insinuando que Laura es una serruchera, hasta la desautorización de su jefe Petro sobre el reconocimiento de su Canciller al nuevo gobierno de Daniel Noboa.
Las razones pueden ser ambas. Pero concentrémonos en la 2.ª, porque indica que las conductas del presidente de Colombia son cada día más erráticas, mientras sus trinos ameritan cada vez más un urgente análisis siquiátrico, como lo demuestra la gran Piedad Bonnett en una magnífica columna en ‘El Espectador’ la semana pasada.
En el caso ecuatoriano, la incoherencia de Petro es casi tan grave como la de Maduro, que se robó las elecciones de la manera más vergonzosa imaginable; y digo casi, porque Petro no se ha atrevido hasta ahora, como su homólogo venezolano, a la imbecilidad de acusar a Noboa de fraude. Se ha limitado a exigirle al Gobierno que muestre las actas de las mesas de votación, igual que hizo con Maduro, sin respuesta de su parte, y ello no fue obstáculo para que reconociera la dictadura de Maduro. Pero como muy bien se lo recuerda a Petro el exembajador de Ecuador en Colombia Gonzalo Ortiz Crespo, en Ecuador no es el presidente el que debe presentar las actas sino el Consejo Nacional Electoral, “ente independiente y autónomo” (a diferencia de Venezuela, donde el sistema electoral está cooptado por Maduro); que los veedores tienen copias y que otra “está pegada desde la noche del domingo en la pared del local en que funcionó cada junta electoral”.
Petro sí mencionó, en uno de sus trinos llenos de vuelos literarios y galácticos, que “no hay elecciones libres bajo estado de sitio”. Sin embargo, en las elecciones ecuatorianas, lejos del estado de sitio que sí nos quiere imponer Petro con su emergencia económica y sanitaria, hubo observadores que se movieron a sus anchas, incluidas misiones electorales de la OEA, de la UE, parlamentarios andinos y más de 95.000 delegados de los candidatos, mitad de Noboa y mitad de la histérica perdedora, Luisa González; hasta hubo observadores representantes del Pacto Histórico... No se presentó “una sola queja o denuncia de anomalía o fraude”, asegura Ortiz.
Petro debe reconocerlo: esas actas ya están publicadas. Pero, por si aún no lo sabe, Ortiz lo invita a entrar a internet y
visitar este sitio. Ponga al ministro de Educación a que se meta, sume (si sabe) y le informe...
En el caso ecuatoriano, la incoherencia de Petro es casi tan grave como la de Maduro, que se robó las elecciones de la manera más vergonzosa imaginable
Muy divertido es un trino de Petro en el que escribe: “Leonidas Isa, (sic) escandidato (sic) indígena, fue detenido unos días antes”. Ortiz le recuerda que el señor se llama Leonidas Iza, que no es escandidato (sic) sino excandidato y que su detención fue hace tres años, no “unos días antes”, como dice Petro, y que rápidamente fue puesto en libertad.
Ahora: sobre la presencia de uniformados en los comicios, que no estaban encapuchados, como falsamente lo afirma Petro, esta resulta habitual en Ecuador para resguardar el orden público en medio del ejercicio de la democracia, a diferencia de Colombia, a donde Petro, con el sol a las espaldas pero de cara al gran fracaso de su paz total, apenas los empieza a dejar actuar, con el levantamiento del último cese al fuego que le quedaba en pie. Pero ni siquiera ese fue sostenible, ante la agresión de los beneficiarios (disidencias), la violencia contra la comunidad y la indignación ciudadana.
La última falsedad de Petro es que “la OEA señala irregularidades en elecciones del Ecuador. En 7 provincias se decretó el estado de excepción. El ejército dirigió la jornada electoral, las mesas durante las elecciones, y el conteo de voto (sic)”.
Pero resulta que la OEA no dijo nada de eso. No cuestionó ni el proceso ni los resultados. Sí se refirió al uso indebido del aparato estatal con fines proselitistas (advertencia que también puede hacer sobre Colombia con la manipulación, con fines electorales, de las cerca de 70.000 juntas de acción comunal que ya puso el Gobierno a marchar por el Sí de la consulta, en una grosera anticipación de las elecciones presidenciales del 2006, muy seguramente a cambio de dádivas). Pero la OEA “valora la participación pacífica de la ciudadanía ecuatoriana” y asegura que “la población se expresó con claridad sobre quién debe conducir el país durante los próximos cuatro años...”. Petro, una vez más, demuestra que es el maestro de la tergiversación.
El episodio ecuatoriano no solo es muy grave. Sino que indica cuán difícil puede ser la tarea de manejar las relaciones diplomáticas de la canciller Laura Sarabia, de escasos 31 años, bajo este gobierno. Que mañana no nos extrañe si la desautoriza por alguna actitud amistosa frente a EE. UU. para morigerar el conflicto arancelario o la temida descertificación...
MARÍA ISABEL RUEDA