Coronas de espinas sobre ambas cabezas duras. Son dioses y son demonios, son héroes y villanos, creyeron ser divinos, pero hoy tienen que humillarse frente a todo el mundo por creerse inmortales y darles rienda suelta a su imaginación y profanos delirios. El primero prometió guerra comercial contra todo el mundo y el segundo declaró la guerra universal contra los hidrocarburos. Hoy se meten el rabo entre las piernas y dan marcha atrás a sus desvaríos, avasallados por el peso de la realidad, el desacople económico, la caída en la competitividad, el dolor en los bolsillos de los ciudadanos y la llama inflacionista del demonio-satanás.
Herejes de sus doctrinas, traidores de sus promesas, sacrílegos de sus sueños, Judas Iscariotes de sus propios deseos. Donald Trump acabó reculando más que sintiendo "besos en el culo". No tuvo otro remedio que dar marcha atrás a los aranceles para 60 países por encima del 10 por ciento y tragarse el sapo de los celulares, computadores, tabletas, pantallas, semiconductores y circuitos fabricados en China, tras casi quebrar a Apple y a un centenar de empresas tecnológicas que cotizan en las bolsas de valores de los Estados Unidos.
Autovandalismo por lengüisuelto, por empuñar armas de destrucción masiva, por no medir las consecuencias de gravar con tarifas de hasta 145 por ciento a los productos de origen chino, incluyendo un amplio abanico de productos tecnológicos que es incapaz de producir Estados Unidos, o que por lo menos tardaría años en poder hacerlo a la misma velocidad y precio de una sociedad con 1.400 millones de chinos. Mil cuatrocientos millones de habitantes disciplinados, trabajadores, barateros, subyugados y sometidos por siglos a un férreo y creciente control por parte de su gobierno.
Delirio de Donald Trump que termina por empobrecer a su propio pueblo, Make America Poor Again, arruinar a la clase media norteamericana, ponerla a pagar mayores precios por toda la canasta familiar y hacerla comprar menos bienes por los 3,2 billones de dólares que se gastan anualmente en importaciones, además de complicar la logística y burocracia para esos envíos desde el extranjero.
Hoy se meten el rabo entre las piernas y dan marcha atrás a sus desvaríos, avasallados por el peso de la realidad, el desacople económico, la caída en la competitividad, el dolor en los bolsillos de los ciudadanos y la llama inflacionista del demonio-satanás
La guerra de Vietnam la ganaron los vietnamitas en las calles de los Estados Unidos y la guerra comercial de Donald Trump la están ganando los demás países en las calles del Tío Sam. Escenario en las últimas semanas de masivas protestas y manifestaciones en contra del delirante presidente de la Casa Blanca, incapaz de bajarles como mínimo el precio de los huevos, triplicado en el último año con la gripa aviar y arrastrando nuevas alzas en medio de la guerra comercial contra el resto de la humanidad.
Mayor costo de vida que obliga a Donald Trump a comerse sus propias palabras y a dar marcha para atrás en su batalla arancelaria, haciendo el ridículo frente a la comunidad internacional y dejando entrever que en Washington nadie manda, que el mayor barco de la economía internacional está a la deriva y jugando con el bolsillo de sus 320 millones de almas.
Promesas que también tiene que tragarse el otro gran fiasco en esta fábula: el presidente de Colombia, Gustavo Petro, quien negó la necesidad de tener que importar gas desde otras partes, pero ahora impulsa a Ecopetrol a comprar gas en el exterior para suplir la escasez de gas natural, con un déficit proyectado para este año del 7,5 por ciento de la demanda nacional que obliga a tener que traerlo por primera vez en 46 años para abastecer el consumo doméstico local.
Importaciones que se traducen en precios cada vez más altos para 11 millones de hogares con gas natural, quienes desde comienzos de año ya vienen pagando 36 por ciento más por el combustible más importante en su vida cotidiana. Y seguirán pagando más durante los próximos tres años, con proyecciones de faltantes de gas por 190 millones de pies cúbicos diarios en 2026, cerca de 290 millones en 2027 y más de 400 millones en el año 2028.
Consecuencia directa de dos medidas que tomó el presidente de la República: tatequieto a los nuevos contratos de exploración y rechazo a utilizar el ‘fracking’ para encontrar más gas. Decisiones que hoy nos tienen con la producción interna más baja de los últimos 10 años, pagando los platos rotos con importaciones más costosas y pensando en la quijotada de traer gas desde Catar para que ingrese por Buenaventura y licuarlo en una planta en Buga.
Así son Petro y Trump: herejes de sus doctrinas, traidores de sus promesas, sacrílegos de sus sueños, Judas Iscariotes de sus propios deseos.
PAOLA OCHOA
En X: @PaolaOchoaAmaya