Hacía mucho tiempo no escuchaba un discurso tan emotivo como el del guionista español Eduardo Sola, al recibir el premio Gaudí (y días después el Goya), por el guion de la película La casa en llamas. Con la voz temblorosa y sin hacer pausas casi ni para respirar, Sola se refirió al significado que tiene el hecho de que él, nieto de abuelos andaluces que llegaron a Cataluña sin saber leer, reciba ahora ese premio. "Si mi abuelo era analfabeto, y yo me dedico a escribir, es porque algo ha pasado, y eso se llama progreso", dijo ante un público emocionado.
El progreso al que se refiere Sola es también el de centenares de inmigrantes en el mundo que logran integrarse a una nueva cultura sin perder su propia identidad. Los que entienden que para avanzar es necesario tener la voluntad de adaptarse, de ser curiosos, de participar en la vida social del lugar que les da acogida. Los que, a pesar de estar expuestos a rechazos y burlas, son capaces de aprender el idioma, respetar las costumbres y estar abiertos a nuevas oportunidades. Eso no significa tener que renunciar a las raíces, sino expandirlas con experiencias distintas.
El éxito de la integración no depende solamente del esfuerzo individual, sino de todos esos factores que se alinean para facilitar el arraigo.
La historia ha demostrado que es a través de ese cruce de culturas como las sociedades se fortalecen. Porque los inmigrantes no solo aportan diversidad, sino que también impulsan la economía y enriquecen la cultura.
Sola hizo mención al sacrificio de sus padres, a la valentía de dejar atrás su hogar con la esperanza de un futuro mejor para sus hijos, al esfuerzo que hicieron al hablarle en catalán, una lengua que no era la propia. Pero también hizo énfasis en los cimientos que lo sostuvieron de niño y que hicieron posible su desarrollo: la estructura social y económica, la escuela pública, y el apoyo de las personas que lo acompañaron. Lo dice él mismo: su logro no es solo suyo, es un éxito colectivo.
Y tiene razón, el éxito de la integración no depende solamente del esfuerzo individual, sino de todos esos factores que se alinean para facilitar el arraigo: tener a educación y salud, oportunidades laborales y redes de apoyo que ayuden a insertarse en la sociedad. Cuando esos elementos confluyen, los inmigrantes dejan de ser percibidos como extraños y se transforman en símbolos de superación. Como Eduardo Sola. Su discurso y su propia historia desmontan los prejuicios de algunas voces que insisten en percibir la migración como una amenaza.