Pensaba la semana pasada, durante ese día sin carros y sin motos en el que pude andar por ahí sin tragarme tanto humo de los escapes y cruzar las calles sin tanto peligro, que debería haber muchos “días sin” a lo largo del año.
¿Qué tal, por ejemplo, el día sin celular? Añoraría la llegada de ese día en el que no llaman para ofrecer planes de telefonía, compra de cartera ni revisión de los gasodomésticos; ese día en el que no lo aturden los vecinos con las payasadas de TikTok a todo volumen… y en el que se pone a prueba la dependencia de ese aparato del que nos hemos ido volviendo esclavos.
También debería existir el día sin azúcar, por el bien de la humanidad, por el bien de la salud. No gaseosas, no jugos de esos que no son jugos, no comidas empalagosas… Y un café que sepa a café y no a melado.
Creo que muchos me apoyarían en la idea de declarar el día sin malas noticias. No sería una medida para meter la cabeza en la tierra, como los avestruces, sino para promover entre los periodistas que saquen la de ellos, miren la realidad con otros ojos y se convenzan de que también hay a diario buenas noticias para dar.
El día sin odio sería difícil de instaurar, pero podríamos aprender mucho de una jornada en la que pesen más la tolerancia y la comprensión.
En esa misma línea, sería ideal que proclamaran los días sin racismo, sin machismo, sin homofobia, sin clasismo… aunque, por supuesto, los 365 días del año deberían estar libres de cualquier tipo de discriminación. ¡Todos!
El día sin televisión ni plataformas de entretenimiento nos haría recordar que existen los libros y nos devolvería los placeres de las buenas lecturas.
Uno de mis favoritos sería el día sin domiciliarios de Rappi. Un día añorado sin el estruendo y el humo de sus bicicletas motorizadas, un día para que los peatones volvamos a ser dueños de los andenes, en el que se respete el sentido de las calles y el color de los semáforos…
El día sin lujos dependería de establecer qué es lujo para cada uno. Un imposible, tal vez. Pero confieso que me gustaría esa posibilidad de volver a lo básico al menos por un día.
¿Y qué tal el día sin títulos? Un día sin dones ni doctores en el que todos seamos Pedros y Juanes y Anas y Marías, sin más.
¿Cuál “día sin” les gustaría a ustedes? ¿Un día sin políticos, sin columnistas de prensa, sin dietas? Todo cabe en la imaginación.
FERNANDO QUIROZ