Uno de los puntos fuertes de la reciente Convención Nacional Feminista, celebrada hace unos días en Honda, Tolima, fue la diversidad de voces. Asistieron, virtual y presencialmente, más de mil mujeres provenientes de todo el territorio nacional: líderes comunitarias, ambientalistas, defensoras de derechos humanos, lideresas afrodescendientes, raizales, indígenas. Aquellas mujeres que con tesón y una decidida militancia logran, a pesar de todo y en condiciones a menudo más que adversas, que esta Colombia sea un mejor país para todas y todos. Hoy, y en este contexto de debates políticos relativos a precandidatos electorales, esta convención nos recordó que la historia política de las mujeres es una historia de ausencias, de invisibilidad y de discriminación, pues la política sigue siendo el espacio por excelencia de los hombres, un espacio que no están dispuestos a ceder fácilmente.
Fue, entonces, un momento propicio para volver a decir que aquí estamos las mujeres y que ya no nos pueden invisibilizar como hace siglos, relegándonos, aun cuando de manera cada vez más sutil, al ámbito doméstico. Lo que muchos hombres no han entendido, o no quieren entender, es que ya las mujeres, que son mayoría en Colombia (52 %), no se dejarán engañar como siempre y que las nietas y bisnietas de Esmeralda Arboleda están ahí, dispuestas a hacer oír sus voces y a romper este contexto estereotipadamente masculino que es la política.
Sí, hoy, las mujeres han aprendido a hacer política, a levantar la voz, aun cuando este hecho aún disguste a muchos e incluso a algunas; se calificaron académicamente y en las luchas en los territorios, y tienen una idea clara de este sueño que nunca las abandonó, un sueño de un mejor mundo para todas, un sueño que las habita desde tiempos inmemoriales. Y, ojo: hoy, más que olas, somos mareas.
Y, sí, necesitamos mujeres candidatas presidenciales, y no por el solo hecho de ser mujer, no por tener un cuerpo de mujer, sino porque formulen nuevas preguntas a la política tradicional, por indignarse ante inequidades e injusticias en un mundo tan poco pensado y hecho para nosotras. Además, porque sabemos que uno de los indicadores de progreso y de democracia más relevantes hoy en día para un país es el lugar que otorga a las mujeres que lo habitan. Un lugar sinónimo de participación, de derechos, de bienestar, de equidad y convivencia a partir de espacios cotidianos. Ya lo decía Alessandra Bocchetti: “Si una mujer entra en política, debe entrar con su historia y no a pesar de su historia, debe entrar la experiencia de una mujer y no una mujer a pesar de su experiencia”.
A partir de esta reflexión tenemos que lograr imaginar un mundo realmente diferente. Sé, sabemos, que tal vez no sea para mañana, sabemos que probablemente nos tocará esperar mejores tiempos, pero sabemos también que una verdadera reparación histórica para las mujeres ya no puede esperar mucho más. No podemos seguir confiando solo en los hombres para istrar un mundo hecho de hombres y mujeres, un mundo completo y complejo. Además, creo con una profunda convicción que mientras los hombres en los quehaceres políticos no hacen sino repetirse, las mujeres quizás permitan inaugurar nuevas formas de ejercer la política como de hecho ya existen algunos ejemplos en este vasto mundo. Entonces, gracias a Francia Márquez y a Ángela María Robledo. Con ellas todo podría volverse posible.
Florence Thomas
Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad