Hace unas semanas el Gobierno Nacional decidió convocar nuevamente marchas que visibilizaran el apoyo de la ciudadanía a su gestión, pero las imágenes que más circularon fueron aquellas en las que se mostraba la plaza de Bolívar vacía, así como las noticias de varios sindicatos que decidieron no apoyar dicha movilización. No cabe la menor duda de que la ciudadanía en general y los jóvenes en particular se encuentran descontentos con este gobierno que se ha reducido a un sinfín de discursos paranoides y pocas acciones que busquen cumplir con las promesas que hicieron para subir al poder.
Desde el 2023, en el ‘Octavo estudio de percepción de jóvenes’, realizado por la Universidad del Rosario, EL TIEMPO y Cifras y Conceptos, se reveló que la juventud estaba marcando un giro ideológico a la derecha. Pasó de 7 % que se identificaban con esta corriente política en el 2021 a un 37 % en el 2023, mientras el centro y la izquierda disminuían sustancialmente.
Sin embargo, esto no es una tendencia que se vea únicamente en nuestro país, sino que está sucediendo en todo el mundo. Considero que este auge está íntimamente relacionado con tres factores: el primero, de decepción política con los proyectos progresistas o de izquierda, como el caso colombiano; la tecnología y sus nuevas metodologías, y los inicios de la juventud en el mundo laboral.
Cada vez son más las herramientas tecnológicas que han llegado para agilizar la vida, y esto tiene una repercusión en la forma en la que los jóvenes vemos la vida, pues aspiramos a que el mundo político tenga la misma celeridad. Los jóvenes han perdido la fe en las instituciones gubernamentales, pues consideran que se encierran en discusiones infructuosas que responden más a intereses particulares que a la búsqueda de soluciones integrales.
Por ejemplo, para los jóvenes es claro que estamos ante una debacle del medioambiente que necesita soluciones urgentes, pero vemos con tristeza que los congresistas, el Gobierno y las empresas hacen ojos ciegos a la problemática. Esta decepción de que el mundo no ande tan rápido como quisiéramos o que no actúe en consonancia aumenta la idea de que concertar y discutir retrasa en vez de generar aportes significativos, lo que apoya ideas como la reducción del Estado y la implementación de políticas por decreto en pro del bienestar de una mayoría.
Los jóvenes han perdido la fe en las instituciones gubernamentales, pues consideran que se encierran en discusiones infructuosas que responden más a intereses particulares que a la búsqueda de soluciones integrales
Por otro lado, en el mundo laboral la reducción de vacantes, la destrucción de la idea de meritocracia y los bajos salarios han impulsado a un número cada vez menos despreciable de la juventud hacia el emprendimiento. Algunos venden productos, y otros se catapultan como televendedores a través de las redes sociales, y ambos descubren lo que la derecha lleva pregonando por años: “El pobre es pobre porque quiere”, “Hay que trabajar, trabajar y trabajar”, “Sé tu propio jefe” y otras máximas comunes de los adeptos de esta ideología.
Los jóvenes ya no creen en el estudio, no confían en los procesos y no creen en el crecimiento laboral porque todos son temas que toman demasiado tiempo y no generan los frutos con la rapidez que tiene el mundo que nos rodea.
Este gobierno tenía la responsabilidad de demostrar que pensar desde y por las minorías nos iba a otorgar un país más justo y equitativo, pero se ha dedicado a dinamitar la restante confianza que había en las instituciones públicas. A este gobierno le quedan dos años para capturar nuevamente a los jóvenes a través de acciones que están en su poder y no pidiendo ‘fast track’ para reformas impopulares e ineficientes frente a los grandes problemas de nuestra sociedad; y al centro le corresponde demostrar que la reflexión, la discusión, la conciliación y la concertación no son enemigos de la acción. De lo contrario, veremos un giro a la derecha que aumentará la polarización del país.
ALEJANDRO HIGUERA SOTOMAYOR