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Epitafio sin lectores: ‘Aquí descansa el planeta’

La función de daños Nordhaus no es “consistente con la investigación de los científicos del clima”.

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El Premio Nobel de Economía no es un Premio Nobel genuino. Es el premio que creó el Banco Central de Suecia (Sveriges Riksbank) en memoria de Alfred Nobel, en 1969. Pero el hecho de que el Nobel de Economía se anuncie en conjunto con el resto de premiados y participe de la misma ceremonia de entrega de los premios ha conducido a sacralizar la economía como una ciencia en igual nivel que el resto de ciencias: física, química, la medicina, etc., y de paso, construir la hegemonía de la economía neoclásica como única teoría válida y científica frente al resto de teorías y escuelas económicas competidoras, fuera de la cual no hay salvación.
En 2018, se otorgó el Premio Sveriges Riksbank al economista neoclásico William Nordhaus por sus trabajos que integraron el “cambio climático con el análisis macroeconómico de largo plazo”, sobre los cuales construyó el modelo Dice (modelo dinámico integrado de clima y economía).
Sin embargo, economistas críticos, como Steve Keen, señalan que los trabajos de Nordhaus subestiman los efectos del cambio climático mientras sobrestiman los costos de mitigación, siendo usados como argumentación para promover las mismas políticas de crecimiento económico, mortales para el calentamiento global.
En este sentido, Steve Keen, severo crítico de los supuestos y el instrumental económico ortodoxo, y autor del libro ‘La economía desenmascarada’, señala que los errores de Nordhaus son de otra clase, mucho más graves, por las consecuencias de los mismos: no hay un planeta B.
Por lo tanto, cuando las generaciones futuras pidan cuentas de por qué se demoraron para tomar medidas a fin de evitar el calentamiento global, el modelo diseñado por Nordhaus (Dice) será parte de la evidencia de la culpa de la economía neoclásica.
En primer lugar, su “función de daños”, una “función suave”, no es “consistente con la investigación de los científicos del clima”, y por lo tanto su influencia sobre los modelos que “usa el Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC-UN) y otros economistas que siguen su enfoque y que asesoran a los gobiernos sobre el impacto económico del calentamiento global” conduce a que subestimen los impactos del cambio climático.
En consecuencia, en el famoso artículo ‘Desacelerar o no desacelerar’ (1991), Nordhaus tomó la segunda opción “porque no queremos poner en peligro el crecimiento” (Hickel).
La función de daños Nordhaus no incluye discontinuidades (‘tipping points’), inflexiones en las temperaturas, contrariando la opinión de los científicos del clima. Nordhaus se apoya para construir su modelo sin puntos de inflexión en una mala lectura (sesgada) de los trabajos de los científicos del clima (Keen).
Según el científico Tim Lenton y otros, “el término ‘elemento de inflexión’ se usa para describir subsistemas del sistema de la Tierra que son al menos subcontinentales en escala y pueden ser alterados, bajo ciertas circunstancias, a un estado cualitativamente diferente debido a pequeñas perturbaciones. El punto de inflexión es el punto crítico correspondiente en el que el estado futuro del sistema se altera cualitativamente”. Además, “nuestra síntesis del conocimiento actual sugiere que una variedad de elementos de inflexión podrían alcanzar su punto crítico dentro de este siglo bajo el cambio climático antropogénico”.
Por lo tanto, parafraseando a Nordhaus, Keen señala que: “Si no hay puntos de inflexión en el clima global, entonces puedes usar mi modelo para guiar la política; pero si los hay, estás solo”. Es decir, si el cambio climático y sus impactos son subestimados y no se hace nada para detener el calentamiento global, “este será nuestro último camino con viento” (‘The Long and Winding Road’, The Beatles).
Al respecto, el IPCC-UN ha fijado un umbral de 1,5 ºC que no se podrá pasar sin efectos catastróficos del clima sobre el planeta y los humanos, y para ello es necesario reducir las emisiones de CO2 en 45 % hacia 2030 y cero emisiones en 2050. Sin embargo, al ritmo de las emisiones actuales, los 1,5 ºC se alcanzarán en 2030. Es decir, a la vuelta de la esquina.
Por lo tanto, el mundo estaría cerca de los 2 ºC, sobre los niveles de temperatura preindustriales, y sería catastrófico, según los científicos del clima, porque si se desencadenan elementos de inflexión —que podrían generar efectos de bola de nieve o efectos dominó—, las temperaturas llegarían a niveles más altos. Dos de estos eventos podrían ser el descongelamiento de Groenlandia y de la Antártida, a finales del siglo XXI, provocando la elevación del nivel del mar y haciendo relocalizar las ciudades costeras, mientras el Norte de África y el Medio Oriente llegarían a temperatura de 40 ºC, que las haría inhabitables, hacia la mitad del siglo XXII.
Los daños que causaría un incremento de 4 ºC, según el Nobel Nordhaus, sin puntos de inflexión, serían del 3,6 % del PIB global, daños triviales y un equilibrio óptimo, estable. Si se usa una función que los incluya, los daños serían del 100 % del PIB. Es decir, 27 veces más y no habría economía, ni planeta que posibilitara la vida. Según Keen, este escenario “por sí solo es suficiente para rechazar las garantías de Nordhaus sobre la capacidad de gestión del cambio climático”.
La joven Greta tiene razón en diatriba contra las élites mundiales.
GUILLERMO MAYA

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