El gobierno de Iván Duque ha diseñado su estrategia de desarrollo económico, es decir de cambio de estructuras productivas, sobre la “locomotora” de la economía naranja, o actividades creativas, “el talento, la conectividad y la herencia cultural" (mentafacturas, dice Duque), que representan el 1,5 % del PIB, a la par que busca incrementar el gasto en ciencia y tecnología (C + T).
Sin embargo, los gobiernos colombianos no han puesto el dinero donde han puesto las palabras. Colombia, según el Banco Mundial, invirtió 0,30 % del PIB (1996) en C + T, 0,13 % (2000), 0,15 % (2005), 0,189 % (2010), 0,24 % (2015). Sumas ridículas. Nada espectacular.
Una de las diferencias importantes entre el desarrollo del este asiático y Latinoamérica es el aporte al valor agregado nacional, más bajo en la última que en la primera, que puede ser explicado por el desarrollo autónomo de la manufactura, con aranceles y subsidios supeditados al desempeño de la producción y de las exportaciones, así como a la casi ausencia del capital extranjero para hacerlo. Es decir, con la presencia de un Estado autónomo, sin obedecer los intereses especiales, con una estrategia nacional de desarrollo, de cambio estructural, diversificación y complejidad productiva, privilegiando la manufactura sobre la producción primaria, agrícola y extractiva, actividades en que Latinoamérica sí se ha especializado.
El ofrecimiento de Duque de “exención del impuesto de renta de las empresas de tecnología” , sin metas concretas en empleo, exportaciones, patentes, etc., es una solemne tontería.
En este sentido, Raúl Prebisch, en un curso en la Cepal (1971, Santiago de Chile), afirmaba que Japón, por ejemplo, siguió una política diferente a la de Latinoamérica después de la segunda posguerra: “No ha itido la inversión extranjera; en cambio, ha tomado, muy hábilmente, la tecnología y ha aprovechado fondos públicos internacionales para acelerar su industrialización, pero una industrialización hecha por japoneses”.
En el caso de Taiwán, separada de China continental desde 1949, estudiado por la fallecida profesora de la New School (Mi Alma Mater)
Alice Amsden (2004), la intervención del Estado fue muy importante en la promoción de las industrias de alta tecnología que fueron escogidas por el Gobierno, como la producción de CD-Rom, las pantallas de cristal líquido (LCD), el diseño integrado de circuitos, etc. Para lograr estos objetivos se usaron ‘spin-offs’ de investigación estatal, Institutos y parques científicos, junto con instrumentos de política de sustitución de importaciones como subsidios a la I + T pública y privada, exenciones fiscales y condiciones financieras favorables para los residentes de los parques científicos”.
Al comparar la experiencia de AL en sectores de alta tecnología, que la tuvo Argentina en farmacia, y Brasil en petroquímicas, frente a la de Asia en sectores de Tics, se puede resaltar la baja inversión en I + T que tiene los países de la región latinoamericana comparados con los asiáticos. Amsden compara las estadísticas de C + T para para los años 1985 y 1995, entre ambas regiones, y si bien las diferencias fueron muy altas, en la actualidad lo son aún más. Corea invirtió 4,23 % del PIB (2015), China 2,06 % (2015), frente a México 0,55 % (2015), Argentina 0,58 (2014), Brasil 1,17 % (2014) y Chile 0,38 % (2014), según el BM.
Por lo tanto, es evidente que la gran parte de las inversiones en nuevas tecnologías, ya sean privadas o públicas, pueden fracasar. Sin embargo, si los países no invierten en tecnología, sus economías casi con toda seguridad también fracasarán, advierte Amsden.
La locomotora naranja-de-parque-de-diversiones del presidente Duque no hará el cambio estructural que espera el país. Colombia nunca tuvo un gran centro cultural, como Ciudad de México o Buenos Aires, así Bogotá haya sido autoaclamada por su clase dirigente como la Atenas suramericana, cuando era un país de gramáticos y terratenientes, de los que únicamente quedan los últimos; y, además, la “economía naranja” no tiene el potencial para arrastrar la economía, por sus débiles eslabonamientos económicos intersectoriales.
El destino nacional está en manos de economistas neoliberales, políticos, y corruptos, que agencian intereses particulares, y empresarios sin responsabilidad social, a pesar de la gran publicidad en contrario, esperando que el capital extranjero, que esquiva impuestos como el mejor Messi, y el mercado les haga el milagro del desarrollo, sin tocar las estructuras del atraso latifundista y rentista.
La élite colombiana, supeditada a los intereses foráneos, renunció a construir un país soberano, libre y avanzado con justicia social y sin violencia, pero sí mezquino y agrio que necesita de 11 generaciones (275 años) para que un descendiente de una familia pobre pueda llegar a vivir como un ciudadano promedio, mientras se necesitan 2 en Dinamarca, 3 en Finlandia, Noruega y Suecia, y 9 generaciones en Brasil (Datos de Ocde).
Senador Macías, no es Santos. Fernando González, El filósofo de Envigado, que usted no ha leído por supuesto, ya había dicho hace 73 años: “¡Qué fracaso ha sido la clase directora colombiana! (…), nada de agricultura; nada de metalurgia, fabricación de máquinas y utensilios (…). (Revista Antioquia). Santos, por lo menos, tuvo el gesto de negociar la paz.
GUILLERMO MAYA