La deuda pública del Gobierno Nacional ha tenido una tendencia ascendente en el último cuarto de siglo. Osciló entre el 10 y el 15 % del producto interno bruto entre 1990 y 1997, pero después se elevó drásticamente entre 1998 y 2002, hasta superar más del 40 % del PIB. Las razones fueron la conjunción de una política monetaria que desde 1998 elevó drásticamente la tasa de interés y fue una de las causas básicas de la fuerte recesión que experimentó la economía del país en 1999, y de eventos internacionales adversos, en especial los efectos sobre los préstamos a los países en desarrollo de la crisis asiática de 1997 y especialmente de la moratoria rusa sobre el pago de la deuda externa de agosto de 1998.
La tendencia de la deuda fue moderadamente positiva después de estos años críticos, pero mostró nuevamente una tendencia negativa desde 2013 y se disparó con la pandemia, cuando llegó a superar más del 65 % del PIB. Desde 2021 la tendencia ha sido ligeramente positiva, pero el déficit fiscal siguió siendo alto a fines de la istración anterior y después del ajuste de 2023 muestra nuevamente un aumento. Por eso, la deuda así sigue rondando el 55 % del PIB, es decir, unas cuatro veces más que hace un cuarto de siglo. En términos netos (es decir, ajustada por los activos del Gobierno) se encuentra unos tres puntos porcentuales por debajo, pero de todas maneras muy cerca del ancla de la regla fiscal, que es una deuda neta del 55 % del PIB.
Los costos asociados al pago de la deuda son, además, muy altos, tanto por el nivel de la deuda como por las altas tasas de interés. En el caso de los TES hubo un fuerte aumento de dichas tasas a comienzos del gobierno actual, pero con las señales de confianza en el manejo macroeconómico que dio entonces el Gobierno, comenzaron a reducirse desde fines de octubre de 2022, además en la dirección contraria a las tasas de interés de intervención del Banco de la República. De hecho, desde fines de 2022 las tasas de los TES de corto plazo han sido inferiores a la del Banco.
La decisión de Moody’s el mes pasado, de darle perspectiva negativa a Colombia, es preocupante, porque es la única de las tres principales calificadoras de riesgo que le otorga grado de inversión al país.
La tendencia de las tasas internacionales no ha sido tan positiva. Las tasas de interés de bonos de Colombia en los mercados internacionales han sido altas, debido tanto a los aumentos de las tasas de Estados Unidos con la inflación de los últimos años como a los mayores márgenes de riesgo que ha tenido que pagar el país por la pérdida del llamado “grado de inversión” en los mercados internacionales de crédito en mayo y junio de 2021, otra compleja herencia del gobierno anterior. La decisión de Moody’s el mes pasado, de darle perspectiva negativa a Colombia, es preocupante, porque es la única de las tres principales calificadoras de riesgo que le otorga grado de inversión al país.
Por estos motivos, aparte del fiel cumplimiento de la regla fiscal y una política de reactivación, que contribuya también al aumento de los recaudos tributarios, es esencial que el Gobierno dé señales claras de responsabilidad en el pago de la deuda externa. El Presidente generó incertidumbre a comienzos del año, cuando dijo que había que refinanciar la deuda con el Fondo Monetario Internacional; afortunadamente no se hizo y eso permitió la renovación en abril de la línea de crédito flexible que el país tiene con ese organismo. Tampoco fue conveniente su mensaje en la ONU de que los márgenes de riesgo en los mercados de crédito deben utilizarse para financiar la paz, lo que ignora cómo funcionan esos mercados. Y fue negativa la afirmación del director del DNP en las reuniones recientes del Consejo Económico y Social de la ONU cuando indicó que los intereses sobre la deuda externa eran impagables.
Tanto las acciones como los mensajes del alto gobierno deben ratificar la responsabilidad fiscal, así sea frustrante a veces tener que manejar herencias negativas de gobiernos anteriores. Las deudas son de la Nación.
JOSÉ ANTONIO OCAMPO