Lo del Catatumbo es grave. Muy grave. Gravísimo.
Entre el Estado desertor que abandonó el territorio en materia de seguridad dejando a los pobladores a merced de los grupos armados que hoy se disputan las rentas ilegales a sangre y fuego, el Estado promesero cuyos voceros en campaña prometieron casi todo y luego elegidos cumplieron casi nada, el Estado ausente que en política social registra principalmente fracasos y el Estado ciego que decidió taparse los ojos ante el mar de cultivos ilícitos, dejaron convertir el Catatumbo en un polvorín que estalló.
Estaban más que advertidos y decidieron pasarse todas las alertas por la faja.
Lo del Chocó comparte muchos elementos de la tragedia.
El mismo Estado desertor. El mismo Estado promesero.
El mismo Estado ausente.
El mismo Estado ciego.
Las mismas advertencias desatendidas.
Las mismas alertas ignoradas.
Pero puede ser peor.
Se trata de casi todo un departamento con un territorio más extenso y de mayor dificultad, sin vías y con unos corredores fluviales controlados por diversos grupos narcoterroristas, con todo y desembarco adicional de carteles mexicanos.
Con una pobreza y una miseria que sobrecogen, que duelen, que conmueven, que indignan. Y con una historia pestilente de muchos dirigentes políticos expertos en desfalcos, robos, serruchos, cohechos, peculados, robos y atracos perpetrados contra los modestos presupuestos chocoanos.
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A la oposición del Gobierno muy poquito le importa el Chocó porque su potencial electoral es muy bajito y los riesgos de hacer política, muy altos. Lo dan por perdido.
Y al Gobierno, por la misma razón anterior, muy poquito le importa el Chocó. Lo dan por ganado. Saben que no hay opositor dispuesto a ir a pelearles allá las elecciones presidenciales.
A fin de cuentas, Gustavo Petro sacó casi el 82 % de los votos (¡¡¡sí, 82 %!!!) que resulta ser un porcentaje altísimo pero que equivalen en todo el departamento a solo un 5 % aproximadamente de la votación de Bogotá.
El solo censo de un solo puesto, el puesto de votación de Corferias, es casi del mismo tamaño del de todo el Chocó.
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Y al Chocó, a pesar de ese 82 %, le volvieron a incumplir. Y lo han vuelto a ignorar. Y lo han vuelto a olvidar, y puede estar a punto de estallar si no lo atienden desde el alto Gobierno, como debe ser.
Al Gobierno muy poquito le importa el Chocó. Lo dan por ganado. Saben que no hay opositor dispuesto a ir a pelearles allá las elecciones presidenciales
En medio de este triste panorama, donde la muerte y el desplazamiento son pan de cada día en los territorios donde campean el Eln, el ‘clan del Golfo’, las disidencias de las Farc y grupos patrocinados por la mafia mexicana, ha aparecido la figura de una gobernadora joven, valiente, talentosa que ama su tierra maravillosa y a toda su gente noble, buena y alegre y a quien no le ha temblado la voz para clamar por el apoyo nacional para los suyos.
Egresada de la prestigiosa Universidad Externado de Colombia, batalladora, laboriosa, firme, sensible con su pueblo, altiva y contundente con su palabra, a la gobernadora del Chocó, Nubia Carolina Córdoba, no la podemos seguir dejando sola.
Es como si le quisieran poner una campana de silencio que no deje oír los gritos, los lamentos, los alaridos, las voces que están viniendo desde el Chocó.
En dos años llevan 10 paros armados y ya anuncian otro. Dicen que cerca del 80 % del territorio puede estar sembrado de minas y centenares de niños han dejado de ir a las escuelas por temor a las minas, al reclutamiento forzado, a los combates frecuentes o a los enfrentamientos súbitos entre grupos al margen de la ley.
Esta es también una emergencia humanitaria. Esta es también una catástrofe humana. La conmoción decretada para el Catatumbo se debería decretar también para el Chocó.
Eso no da espera. ¡Oigan a la gobernadora, rodéenla, protéjanla y acompáñenla antes de que sea demasiado tarde!
JUAN LOZANO