El país político, los medios, el mismo Gobierno estaban esta semana con la mira puesta en el balance del primer año del presidente Gustavo Petro en la Casa de Nariño, que se cumple el próximo lunes. Como en este país puede pasar cualquier cosa, desafortunadamente se agrió la torta.
Las declaraciones de Nicolás Petro, el hijo mayor del mandatario, ante la Fiscalía General aceptando que a la campaña presidencial de su padre entraron dineros que no fueron reportados, algunos del exnarco Samuel Santander Lopesierra, el ‘hombre Marlboro’; de un hijo del ‘Turco’ Hilsaca –il saca y aporta– y otros más, son de suma gravedad. Y de suma elevada, pues se habrían volado los topes de campaña. Y él, Nico, se habría quedado con unas ‘chichiguas’, que le implican delito de enriquecimiento ilícito.
“Van a ser los cachos más caros de la historia”, oí decir por ahí, pues todo partió de Day, la exesposa de Nico, que lo pilló en doble militancia amorosa con la mejor amiga de ella y comenzó a contar deslices de campaña. Pero en realidad, si el tremendo episodio es verdad, esto viene de lejos. Viene de una corrupción política que nos carcome, de un narcotráfico que todo lo ha corrompido, de la vertiginosa pérdida de valores, de una creencia de que todo se puede comprar –comenzando por las conciencias– y de una propensión de la juventud a los lujos, sin sudar mucho.
Cuando escuché este jueves “perdió Colombia”, en referencia a la derrota de la Selección femenina ante Marruecos, inevitablemente lo asocié a este escándalo. Perdió Colombia. Claro que es urgente que se sepa la verdad y si hay delito, se afronten las consecuencias ante la justicia. Se necesitan claridad meridiana y justicia pronta, porque, de lo contrario, de aquí en adelante –tres años– el gobierno Petro queda con el inri de ilegítimo. Y es más fácil capar un hipopótamo con una cuchilla de afeitar que él recupere la gobernabilidad.
Si el tremendo episodio es verdad, esto viene de lejos. Viene de una corrupción política que nos carcome, de un narcotráfico que todo lo ha corrompido, de la vertiginosa pérdida de valores.
Al Presidente, sin margen de maniobra, se le van a complicar las reformas y pueden ser tres años de un gobierno a la defensiva. Un nuevo 8.000 –y creo en la inocencia de Samper–, pero en este caso, con la novedad de que es el propio hijo del Presidente en ejercicio el que acepta. Algo jamás visto aquí ni en el mundo. Pero esta es Colombia. Qué dolor, qué dolor, qué pena.
El mandatario habló desde Sincelejo. Y se le sentía más bien sincelejitos. Es que es grave para él y para todos. Pensemos en esos millones de votantes petristas, que estarán ‘petristes’ –y lo digo con respeto– , pues estarían ilusionados en un cambio y aquí la oportunidad histórica de la izquierda puede estar en peligro. Este es un duro golpe. Porque por lo que estamos viendo, resulta que el Pacto Histórico puede ser el que haga Nicolás Petro con la Fiscalía.
El momento es crucial. Que la justicia actúe clara y honestamente, sin visos políticos. Creo que esta es la hora de la grandeza de todos, pues están de por medio la institucionalidad, la democracia, el orden social, la imagen de Colombia. Además de la economía, el empleo, que vienen recuperándose.
Si no salimos de esto pronto y en forma meridiana, pierde Colombia y ganan los enemigos de la democracia. Sí, grandeza en la justicia, grandeza en los implicados, grandeza en la oposición.
No paralicemos el país. Que los ministros trabajen duro en sus cargos, que nuestros militares sigan en la lucha por mantener el orden, que los empresarios puedan producir, que no crezca más la incertidumbre.
Lo que nos ha pasado exige un examen de conciencia nacional. Esta nación ha sufrido mucho y como que cada día el panorama es más gris. Se necesita un líder visible. Pensemos en el país que les vamos a dejar a nuestros hijos y nietos. Porque hoy hay mucho ‘petriste’, pero lo triste es que cada vez nos veamos más ante la sinsalida. Solo queda respaldarnos en las instituciones. Hay que protegerlas.
LUIS NOÉ OCHOA