La gente me mira raro cuando se entera de que me perdí deliberadamente el reality palaciego en el que rodaron cabezas. Estoy pensando seriamente en escribir un manual para escurrirles el bulto a las alocuciones presidenciales y a los consejos de ministros televisados que se ven venir.
Las cosas se dieron espontáneamente. Cuando sonó el segundo himno más bello del mundo, cerré el libro Minas de Oregón, de Marcial Lafuente Estefanía, que estaba leyendo. En principio me negaba aceptar que nos estuvieran metiendo gato petrista por liebre.
Pero empecé a ver cráneos familiares: el presidente Gustavo Francisco, sus perplejos ministros... También identifiqué a Laura Sarabia, a Sin tetas no hay paraíso Bolívar, y a un caribe que se aburrió de ser embajador en Roma. El que se aburre de Roma se aburre de la vida, me dije recordando lo que alguien dijo de Londres.
Me dediqué a cambiar de canales con la ilusión de encontrar algo digerible. Hasta que me tocó aceptar que lo del consejo de ministros iba en serio. Entonces volví a Marcial Lafuente y me regalé películas de Chaplin y Cantinflas.
Me ericé cuando el presidente Petro comparaba a Jaime Bateman con Armando Benedetti.
De pronto volvía al reality. En una de esas me ericé cuando el presidente Petro comparaba a Jaime Bateman con Armando Benedetti. Se me devolvió hasta el primer tetero. "... qué falta de respeto, qué atropello a la razón" con quien le consiguió chanfa en Palacio, donde bosteza de la jartera.
"Tiene un toque de Jaime Bateman, que es la magia. Benedetti tiene magia", dijo el Presidente sin arrastrar consonantes finales. La comparación con Bateman cayó mal entre la vieja guardia del M-19. "No acepto que se compare al señor Benedetti con Jaime Bateman", comentó Augusto Rodríguez, un histórico del Eme, próximo al asfalto burocrático.
Dialogué unas cuatro horas con Bateman en Santa Marta y jamás dijo algo que no pudiera oír una monjita de clausura. No soltó un solo hpmadrazo. Nada de hablar de plata mal habida para financiar a sus guerrillos. En materia de adjetivos, al presidente Belisario apenas le colgó el inri de demagogo. Nada que ver con el lenguaje de alcantarilla de Benedetti.
Menos mal, en otra reculada histórica, el Presidente ya itió que podría prescindir del talento y el talante del hombre que será un best seller cuando escriba el libro 'Lo que usted quería saber acerca de Gustavo Francisco'. Si el título peca por largo, Gustavo Bolívar le puede sugerir otro...