Siempre se nos recomienda, a las personas que trabajamos en el mundo del entretenimiento, abstenernos de hacer públicas nuestras posiciones políticas. Corremos el riesgo de volvernos impopulares e incluso de que no nos vuelvan a contratar.
No sé si mi desinterés por el tema político se ha debido a que, como actriz de telenovelas, me daba por invalidada para opinar. Acepté el rol decorativo de una mujer actriz que debía limitarse a distraerle el aburrimiento a su público. Es más. Hace poco, en diálogo con Gustavo Bolívar y Gustavo Petro a propósito de la lectura de sus columnas semanales, no pude comenzar sin antes revelarles el prejuicio que tenía hacia mí misma, pues sentía que no tenía las credenciales para preguntarles nada ni para hablar especializadamente de política con ellos. Petro contestó algo tan obvio que me dio hasta un poco de vergüenza no haberlo recordado yo antes: dijo que la gente es la que hace la política, no los políticos.
Creo que la famosa consigna feminista ‘lo personal es político’ lleva implícito que toda actividad humana lo es: toda relación, todo lenguaje, todo cuerpo y cualquier cosa intervenida por el pensamiento humano. Toda interpretación del mundo es política.
¿Qué significa que algo sea político? Yo diría que todo aquello que refleje la forma en que están emplazadas las fuerzas de los poderes y cómo se interpelan y se subsumen unas en otras. Detrás de todos nuestros actos hay un sustento ideológico, un sistema que nos ha construido y ha sentado unas leyes y unas normas culturales que determinan, por ejemplo, cómo deben vestirse hombres y mujeres, cuáles deben ser los géneros, quién se sienta en la cabecera de la mesa, cómo debe utilizarse el lenguaje, qué se debe enseñar en los colegios, que las mujeres puedan o no abortar, que las personas transgénero puedan o no cambiar su identidad y su nombre, etc.
En cuanto a los ídolos de masas, como cantantes, actores o futbolistas, no hay algo más político sobre la Tierra. Cada mensaje que dirigen a su fanaticada y cada producto que promocionan hablan de hegemonía, de autoridad, de poder y de cómo este está distribuido.
Adquirir esta conciencia me ha conducido a no perder de vista que, como dijo Petro, somos nosotros, los ciudadanos, quienes tenemos la capacidad de armar y desarmar un régimen. Ojalá no desperdiciemos la oportunidad de demostrárnoslo.
Margarita Rosa de Francisco