Desde la barrera solo se veía una humareda, gritos, golpes. Al intentar agudizar el oído a ver si el uno o el otro musitaban palabra, ofrecían claridad, solo llegaban gruñidos y una respiración acezante. Esta ha sido la campaña electoral a la presidencia en Colombia en 2022. Y este ha sido, históricamente, el ‘modus operandi’: ataques personales, denuncias, interceptaciones… y de las propuestas, del plan de gobierno, de ideas para avanzar como país, nada.
Esta democracia endeble ha facilitado que siempre sean elegidos los mismos y las mismas, aumentando la brecha entre lo que el presidente quiere y lo que el pueblo necesita. Los distintos niveles que constituyen una democracia se han reducido a su mínima expresión y solo su fortalecimiento permitirá que haya una mayor regulación de los candidatos durante sus campañas y durante su ejercicio del poder.
Instancias como el libre ejercicio de la oposición, la libertad de prensa, la libertad de manifestarse en las calles de forma pacífica, de no ser objeto de seguimientos, interceptaciones e intimidaciones, a expresar libremente las ideas frente a la política, la religión, la sexualidad están tremendamente limitadas en nuestro país. El hecho de que no se haya programado un debate presidencial para la segunda vuelta, sino al final de la contienda, evidencia la falta de información proporcionada a los electores y el enfoque obsesivo en ataques ‘ad hominem’ de lado y lado. En un país con unos índices de impunidad mayores al 95 %, corre grave peligro la defensa de un sistema democrático, pues cualquiera puede romper las normas sin recibir un castigo.
Otro elemento clave es la transparencia dentro de los partidos y su tolerancia frente a la autocrítica. La política no es un partido de fútbol y los electores no son fanáticos a toda prueba. Si voto por un candidato y es elegido, debo exigirle que cumpla con lo prometido y hacerle seguimiento durante su mandato. Pero si solo nos enfocamos en el contendor y le damos carta blanca a nuestro representante, estamos debilitando nuestra propia representación y, de esa manera, fortaleciendo al contendor.
Lo importante no es quién da el mejor gancho al hígado sino quién va a resolver el problema del desempleo en el país. El problema no es qué dijo la hija de uno o el esposo de otra, sino cómo vamos a desarrollar la industria en Colombia. Estos son los temas clave que los ciudadanos deben buscar y exigirles a sus candidatos. Si no, seguiremos en la dinámica de la guerra sucia, las conspiraciones, los ataques, sin saber a ciencia cierta qué propone quién.
Que ojalá estas elecciones sean las últimas de ataques personales y que pronto se dé inicio a un sistema donde utilicemos todas las herramientas que ofrece la democracia. Si las seguimos ignorando o torpedeando, quedará poco o nada de la tan preciada democracia más antigua de América Latina
MARÍA A. GARCÍA DE LA TORRE