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En casa de herrero se hacen contratos

En Colombia, la contratación se ha convertido en la fuente favorita de la corrupción.

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Las principales críticas a Iván Duque Márquez fueron su juventud, su inexperiencia y su falta de conocimiento del país, no obstante haber sido senador tres años. Antes duró por lo menos diez en EE. UU.
Lo obvio, entonces, era que se rodeara de personas más viejas, más curtidas y más conocedoras de la problemática colombiana. Hizo todo lo contrario: escogió a María Paula Correa, con su mismo talón de Aquiles, más joven e igualmente desconectada; también había vivido muchos años fuera de Colombia, primero como cónsul en Nueva York y luego trabajando con organizaciones internacionales. Duque se la llevó para su campaña y luego la entronizó en el Palacio de Nariño en calidad de jefe de Gabinete. El cargo fue creado con nombre propio, pero en la práctica cumple las clásicas funciones del número dos de Palacio, ya sea que se llame secretario general o superministro, o cualquier otro nombre.
La joven y hábil abogada, especializada en gestión pública, muy pronto se convirtió en la pieza clave del engranaje presidencial. No hay hoja que se mueva sin su permiso. No existe reunión de importancia nacional o internacional en la que ella no acuda con su discreta presencia, respaldando a su jefe. Tampoco hay cita con el Presidente sin su aprobación. Pero nada de esto pasa sin ciertos costos. Ese nivel de poder le ha creado enemigos a María Paula. Los parlamentarios, acostumbrados a que los consientan en la Casa de Nariño, ahora reciben un tratamiento tajante y concreto. Algo parecido les pasa a los ministros. Con los militares la cosa ha sido más complicada. Hace un tiempo corrió el rumor de que los altos mandos no estaban cómodos con la presencia de la doctora Correa en las reuniones en que se trataban temas de altísima seguridad nacional.
María Paula Correa es la persona más poderosa que ha habido en Palacio después de Germán Montoya, que se justificó en su momento por problemas de salud del Presidente. La muy capaz María Lorena Gutiérrez fue bien importante en el gobierno de Juan Manuel Santos, pero ella tenía un presidente muy proactivo y encima le pusieron a un rival de la talla de Néstor Humberto Martínez, lo cual creó dos fogones de poder en ese gobierno, que llegaron a odiarse y a sabotearse entre sí.
Puede que haya gente que internamente no quiera a María Paula, pero a la hora de mandar, es ella, y punto.
En esas críticas hay parte de injusticia. Si bien no es una estadista tipo Margaret Thatcher, sí una funcionaria supereficiente y, sobre todo, totalmente leal. Puede no ser muy buena para las relaciones públicas, pero definitivamente soluciona los problemas. El que logra llegar ante ella con una solicitud, en menos de 24 horas consigue una respuesta. En su escritorio no se acumulan las cosas.
A su eficiencia hay que sumarle su nivel de información. Al haber tramitado tantos y tan diferentes temas a la sombra del Presidente, está enterada de lo que los demás no saben. Muchos de quienes se quejan de que sienten a Duque aislado le echan la culpa a la agenda que ella controla estrictamente.
Por eso es difícil entender el escándalo en el que María Paula Correa, indirectamente, terminó involucrada la semana pasada. El cuento es muy raro. Todo indica que su principal asesor, Andrés Mauricio Mayorquín, utilizaba su cargo para levantarle múltiples contratos a su señora. El alcalde de Cartagena exhibe un tuit que no deja dudas. La suma de ese tráfico de influencias no es la más escandalosa, pero varios de esos contratos fueron el resultado del uso indebido del cargo en la Casa de Nariño, y muchos tenían color y sabor de corbatas, pues no eran más que relaciones públicas con el Congreso.
En Colombia, la contratación se ha convertido en la fuente favorita de la corrupción. Antes se robaban la plata. Ahora pagan favores con contratos chimbos. Lo raro de este caso es que suceda en la oficina del centro de poder de la Casa de Nariño, donde precisamente se deben trancar estas prácticas.
¿Qué interés podría tener María Paula Correa en que la esposa de su asesor anduviera haciendo contratos bajo su influencia? Pues ninguno. Es absolutamente seguro que no sabía. Pero sí llama la atención que la persona mejor informada de Colombia no registrara lo que pasaba en su propia casa. Al parecer, el señor Mayorquín, como su mano derecha, nunca le informó que andaba cazando contratos, con su esposa, Karen Liseth Vaquiro, de beneficiaria. Fueron cerca de 25, por valor de 1.200 millones de pesos. Correa reaccionó como tocaba: el funcionario fue desvinculado, y los contratos serán rigurosamente examinados por los organismos de control.
Conclusión. En casa de herrero se hacen contratos.
Entre tanto… Gran pérdida la de Juan Carlos Echeverry como candidato presidencial.
MARÍA ISABEL RUEDA
(Lea todas las columnas de María Isabel Rueda en EL TIEMPO, aquí)

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