Los resultados electorales del domingo 29 de octubre fueron irrebatibles al expresar un mensaje al presidente Gustavo Petro, y a su partido, el Pacto Histórico, sobre la decepción que tienen los colombianos causada por el bajo desempeño que durante casi año y medio ha tenido su mandato. Votaron por el cambio al “cambio”. Estas elecciones callaron su dialéctica.
Un contrapeso al Gobierno apoyando a alcaldes y gobernadores de centroderecha y derecha en las principales ciudades del país. Comicios que brindan confianza y entusiasmo en la economía por parte de la inversión nacional e internacional, que se observaba nerviosa por la inestabilidad política y regulatoria del país.
La historia enseña. La democracia seleccionó a la izquierda en las elecciones presidenciales del 2022. La lectura de las cifras tuvo relación directa con el sentimiento de inconformidad, desilusión y cansancio que ya se manifestaba en las elecciones presidenciales del 2018, cuando el entonces candidato Gustavo Petro mandó un mensaje fuerte de sus posibilidades de triunfo que se unió al de las duras marchas del 2019. La tensión de las elecciones hace seis años generó promesas privadas de líderes de la sociedad para trabajar una “milla extra” en resolver esas emociones difíciles y acelerar el futuro. Iván Duque ganó la presidencia y con él llegó un respiro. Pero muchos se distrajeron. Olvidaron el “plan país”. Para entrar a las últimas presidencias con posibilidades era esencial un desempeño impecable y unido del joven presidente y que los dirigentes políticos y los guías del sector privado coincidieran. De otra manera, la izquierda tendría la presidencia. La relajación trajo la presidencia de Gustavo Petro.
La población tiene que sentir un “cambio” en su día a día, en su realidad. De no ser así, los elegidos cargarán con la derrota.
Yuval Noah Harari ha estado muy inquieto desde que Hamás declaró la guerra. “La maldición de la historia es que la gente trata de salvar el pasado en lugar de salvar el futuro”. Vamos entonces al futuro. Los candidatos electos hoy tienen tareas definitivas para entrar a las elecciones presidenciales del 2026 en un lugar inteligente y detener el péndulo electoral propio de las comunidades polarizadas. Cuatro son las tareas: resultados, educación, comunicación y sentido de cambio.
Resultados. Los alcaldes y gobernadores tienen que ofrecer ejecución. Concreta, eficiente, medible y visible. Es su promesa de campaña. El motivo del apoyo de sus seguidores.
Educación. Aún confío en que Colombia es un país viable. Retador, pero posible bajo acuerdos fundamentales. Se trata de una conquista lenta porque no posee ni la capacidad ni el presupuesto para hacerlo a otro ritmo. ¿Cómo explicar a los ciudadanos la velocidad para resolver lo injusto? Explicando con perspectiva. ¿Frustrante? Sí. Se requiere formar en la complejidad de la materialización de las metas que no se niegan pero requieren pasos y tiempos lejos de un ideal.
Comunicación. Tienen que asumir las narrativas de sus gobiernos más allá de la prensa y las redes sociales. Transmitir los resultados basándose en la verdad. Su mensaje se debe adaptar a cada uno de sus interlocutores, a sus dolores, y a sus distintas capacidades culturales a la hora de recibirlos e interpretarlos.
Sentido del cambio. La población tiene que sentir un “cambio” en su día a día, en su realidad. De no ser así, los elegidos cargarán con la derrota que implica ponerlos en la triste pila de aquellos que prometen en vano aunque hayan cumplido con macrotransformaciones fundamentales para la sostenibilidad del Estado.
Los alcaldes y gobernadores elegidos deben materializar la unión de un país alimentado por ideas radicales que nos separan. Actuar más allá de sus ambiciones políticas individuales. De ellos depende quien será el próximo presidente.
MARTHA ORTIZ