Generosos conversatios con Viva, Avianca, Latam y expertos en la industria de transporte aéreo me llevan a conclusiones y preguntas.
Contexto. Existe un gran reconocimiento al mercado colombiano, que unánimemente se considera interesante: es ya el segundo más grande de Latinoamérica, después de Brasil. Se trata de un país competitivo, con políticas de cielos abiertos, que mantienen el sector dinámico y en desarrollo (40 aerolíneas). Y funciona con protocolos International World Guidelines en Bogotá para la asignación de horarios de aterrizaje y despegue.
Al mismo tiempo, posee relevantes oportunidades: crecimiento interno (viaje por persona); y una ubicación estratégica en el globo que le ofrece ser el gran centro entre las Américas, oportunidad que viene inteligentemente aprovechando Panamá.
La realidad es que nuestro territorio andino depende de la aviación, tanto para el transporte de personas como de carga. Las montañas hacen difíciles las vías. Y los ferrocarriles y los ríos navegables están olvidados.
Historia. Tormenta 1: La pandemia. Los aviones quedan en tierra cinco meses y, luego, la apertura mundial de viajes es gradual. Muchas aerolíneas protegen sus empresas adoptando la ley de quiebras y reestructurándose. Viva opta por mantenerse firme, pero, evidentemente, aunque orgullosa, debió incurrir en deudas importantes.
Tormenta 2: La economía. Cuatro son los principales costos de estas compañías: personal, gasolina, leasing de la flota y mantenimiento. El segundo y el tercero son dolarizados. Aproximadamente un 60 %, según una de las fuentes consultadas. Llega el 2022: crece el valor de combustible, aumento del dólar, inflación mundial y un contexto político incierto. Sin embargo, Iata en el informe de diciembre 2022 considera que los niveles globales de pasajeros del 2019 se recuperan en el 2024.
Tormenta 3: La negociación. Viva encuentra un camino: la venta. Se declara “empresa en crisis” e informa permanentemente de sus estados financieros a las autoridades. Mientras tanto, hay tres compradores inicialmente: fondo de N. Y., Avianca y Flysmart. Hace unas semanas surgen nuevos interesados como Latam.
¿Fueron el exceso de ambición de Viva, al apostar a un modelo de negocio asumiendo los niveles máximos de riesgo financieros, y el manejo de los tiempos los que la reventaron?
Riesgo. De dañarse la venta a Avianca u otro comprador, significaría perder no solo 1.200 empleos, también fuga de talento. Celebro que Viva afirme que tiene el dinero para las liquidaciones. ¿Sabían que en el mundo hay escasez de aviones? Colombia podría perderlos, ya que, obviamente, el mercado tiene mucho interés. Preocupa el gusto del Gobierno por acciones intervencionistas en contra del libre mercado y por tanto la oferta diversa al .
Ruido. Desacuerdos en versiones: si tenía o no Viva las condiciones para solicitar el estado de “empresa en crisis”, si las autoridades actuaron muy calladas o se trata de una negociación privada, si las autoridades están cumpliendo o no con los tiempos, si era el proceso anulado o la Ley 1340 el camino, si Viva presiona deliberadamente al Gobierno, si Viva y Avianca tienen puntos en común en actores de holdings, si Avianca ha presionado sobre la entrada o no de aerolíneas nuevas.
Imperdonable. Los viajeros. Si el transporte es un bien público, que los viajeros sean “nuestra razón de ser” no puede ser un eslogan de conveniencia. La decisión de parar se pudo anunciar: “Vendo tiquetes hasta X fecha, reintegro dineros a partir de X fecha, apago aviones en X fecha”. Sí, el riesgo es la tormenta final, pero para eso están los grandes pilotos. Tremendamente doloroso pero correcto. La contraparte, hoy víctima, actuó de buena fe sobre una promesa.
Pregunta. ¿Fueron el exceso de ambición de Viva, al apostarle a un modelo de negocio asumiendo los niveles máximos de riesgo financieros, y el manejo de los tiempos los que la reventaron?
Cierre. Ayuda justa. Justa, porque los errores se deben asumir, traer consecuencias y aprendizajes. Ayuda, porque se trata de una crisis privada que afecta a la sociedad y al país. Sobreponernos de manera inteligente implica una acción coordinada de voluntades sensatas que regulen, pero no intervengan en contra de la libre empresa y acaben impidiendo el gran potencial del sector.
MARTHA ORTÍZ