–Dos películas viajeras de consagrados autores transcontinentales (Mr. Bong y Mr. Lee), con visiones cosmopolitas en común y críticas e ironías como visitantes sorprendidos de propios y extraños. Joon Ho, nacido en la dos veces milenaria ciudad de Daegu (sureste coreano), poseído por el brillo natural de Seúl y los encantos del medio rural, porta consigo el Óscar y la Palma de Oro gracias a Parásitos; Spike, sureño, de Atlanta (Georgia), primer director afroamericano desde Nueva York y el resto de la nación, biógrafo épico y trágico de Malcolm X, por segundo año consecutivo nombrado presidente del jurado en Cannes. En sus recientes películas: la mirada a un humilde criador asiático de marranos, que negocia un ejemplar gigante con voraz multinacional neoyorquina, y el recreo de una banda de veteranos ‘black people’ de Vietnam que retorna a su vieja trinchera no lejos de Saigón.
Okja, coproducción con Estados Unidos, dirigida por el surcoreano Bong Joon Ho y presentada por Netflix en la selección oficial de Cannes 2017. Okja, monumental pero tierna chancha intervenida en laboratorio por una corporación agroquímica, trasladada desde las montañas del Lejano Oriente al matadero neoyorquino para ser exhibida como atracción transgénica. Comerciantes desalmados y periodistas inescrupulosos se lucran y atraen la atención de los medios, más allá de maltratos y abusivos engordamientos de cerdos y cerdas del tamaño de un elefante adulto. Desafío implacable y satírico al animalismo carnívoro de sociedades tanto primitivas como contemporáneas, desde Oriente a Occidente o viceversa.
Otros personajes de carne y hueso, estos sí humanos: Mija, niña heroína de 10 años que ha criado como mascota a la increíble supermarrana de la misma edad, en compañía de su abuelo campesino; Lucy Mirando, presidenta de una megaempresa cárnica que anuncia desde Manhattan haber revolucionado el mercado mundial de salchichas, vísceras y chicharrón; Jay, cabeza visible de un movimiento terrorista de liberación animal, busca mostrarle al mundo las torturas del encierro y la extrema crueldad de los mataderos industriales; Johnny, excéntrico presentador del programa de televisión ‘Magia animal’ se propone atraer sintonía a costa de un puerco espectáculo; y, monstruosos laboratoristas que ensayan aumento de carbohidratos y reducción de excrementos para extraer pinchos asados en vida de la bestia. ¡Qué horror!
Aunque las descripciones anteriores puedan parecer excesivas, aun tratándose de una película coral o de varios personajes, su director Joon Ho Bong y el coguionista galés Jon Ronson plantearon en este cruel divertimento varias preocupaciones no resueltas de manutención zootécnica: que los embutidos o carnes frías provienen de mataderos sin normas de salubridad, que las investigaciones en ingeniería de alimentos no brindan la suficiente confianza, que la domesticación conlleva prácticas abominables conducentes al exterminio y que… muchos seres vivos antes de ser sacrificados son sometidos a dietas infames de engordamiento para satisfacer apetitos voraces e indiscriminados –gansos en Francia cebados para hinchar sus hígados o gallinas ponedoras encerradas en minúsculos galpones–. Además de su exacta configuración robótica, asombran los movimientos electromecánicos por calles abarrotadas de Seúl y Nueva York para fusionar la contextura grasosa del hipopótamo y el tamaño de un paquidermo. A destacar el ‘london look’ de la espectral actriz Tilda Swinton.
El huésped (The Host, 2006), un antecedente entre real y fantástico de Mr. Bong. Inquietante prólogo: numerosos frascos de formol arrojados al río desde una base aérea estadounidense; años después, los pescadores de Seúl observan extrañas mutaciones en sus aguas y se altera la tranquilidad en parques y muelles fluviales por un gigantesco anfibio de apariencia monstruosa que rapta a sus víctimas para retenerlas en una alcantarilla; la favorita: jovencita humilde, cuyo padre atiende un kiosco de alimentos. Como la policía es incapaz de capturar al nunca visto visitante, solo alguien sereno encontrará una estrategia inteligente para aproximarse al fenómeno y extraerle de sus fauces la criatura que tanto quiere. En medio de atmósferas aparentemente plácidas, que según parece retratan a la moderna sociedad surcoreana, el peligro de muerte se hace palpable frente al agresor procreado por el mismo afán del hombre en destruir o contaminar la naturaleza.
Cinco sangres (Da 5 Bloods, 2020). Aventuras curiosas en selva tropical y secuelas tardías de la conflagración del sudeste asiático en la óptica racial del activista y gran cineasta Spike Lee. Cuatro excombatientes afroamericanos de Vietnam, y el hijo de uno de ellos, se reencuentran cuarenta y cinco años más tarde en la moderna ciudad de Ho Chi Minh (antes Saigón) para recuperar los restos óseos de su comandante y buscar lingotes de oro escondidos en la línea de fuego. Hay excursiones ciertamente al pasado para reconstruir los episodios bélicos y desembocar en la explosión aérea que acabó con la vida del estratega amigo representado por el fallecido superhéroe ‘black panther’ Chadwick Boseman.
El arribar una banda de veteranos tanto tiempo después con suficientes dólares en el bolsillo, no como simples turistas, se presta para escenificar los cambios registrados en un país moderno que pasó del conflicto civil y las amenazas comunistas del Viet Cong a la derrota estadounidense. Al emprender la búsqueda de dos únicos objetivos –un cadáver y un botín de guerra–, se presentan reacciones hostiles y una que otra burla por cuanto jóvenes ‘amarillos’ los acusan de haber asesinado a sus padres y abuelos. Solos, sin recurrir a guías locales, se internan en el antiguo campo de batalla para inspeccionar terrenos conocidos y eludir los peligros persistentes de campos minados.
Coraje y desenfado de quienes colectivamente se identifican por sus orígenes de piel y demás peculiaridades étnicas, más allá de banderas o colores políticos no obstante haber sido enganchados para participar de batallas ajenas. Ciertamente, un homenaje al clásico de John Huston (El tesoro de la Sierra Madre, 1948) que demuestra su legendaria fascinación por las aventuras y los efectos de la codicia, con no pocas trampas desatadas frente a riquezas repentinas –expedicionarios que van a México en busca de un valioso botín y después de innumerables obstáculos localizan lo que buscaban, pero un fuerte vendaval esparce el mineral en polvo–.
‘A t by Spike Lee’ –así suele presentar sus películas--. Porque “tenemos necesidad de reconocernos en la pantalla tal como somos y no como los blancos nos imaginan” –de esta manera hablaba en sus inicios el joven director y productor, también guionista y ocasionalmente actor–. Su novedad radicaba en abordar, con toques irónicos, el viejo problema del racismo y de una convivencia forzosa de las minorías en guetos particularmente neoyorquinos. En ¡Haz lo correcto! (1989), roce violento de las comunidades afro y choques racistas que revientan con inmigrantes de Brooklyn –citadinos portorriqueños, italoamericanos y comerciantes ofensivamente llamados amarillos–.
Fiebre de selva (1991), romance imposible entre un arquitecto negro de Harlem y su secretaria de Little Italy origina sin quererlo una guerra desaforada frente a las intolerancias incubadas en el corazón de colectividades tradicionales. Malcolm X (1992), biografía autorizada del líder afro de vocación musulmana y acérrimo defensor de los derechos civiles de quienes eran tratados como ciudadanos de segunda categoría. Infiltrado en el KKKlan (2018), o primer policía mulato en el pueblo de Colorado Springs, quien burla astutamente la seguridad del blindado y nefasto triple K. Esta última recreación oscura persiguió el objetivo de asumir la causa de los derechos básicos con registros documentales y el paralelo trazado cien años atrás con la postura ultra racista de El nacimiento de una nación (Griffith, 1915).
Mauricio Laurens
Cine al Ojo