Sé que es un tiro largo y que el blanco es móvil, pero cuanto antes se haga el viraje, estaremos mejor. No existe ninguna otra política en la historia antigua o contemporánea que haya generado un fracaso más estridente que la de Nixon contra las drogas, que, fuera de inútil e inoperante, fuentes entonces cercanas a la Casa Blanca la revelaron desde su 'incepción' como una oprobiosa herramienta de discriminación racial e ideológica contra afros y hippies, lo que ya la hacía absolutamente inaceptable por su génesis, y lo sigue siendo por dilapidadora y perversa.
Las cifras son contundentes y demuestran, sin duda alguna, que el dinero asignado a esta guerra equivale a invertir en darle mejores precios, ampliar sus mercados, abonarla y alinearle la cadena logística al narco, por demás una de las más eficaces e invisibles del mundo. Pero antes de seguir, una pausa: iro y respeto a los miles de hombres y mujeres que, luchando por un mundo mejor, han hecho suyas estas batallas, con enormes costos personales, pero como sociedad debemos encontrar el método que, como el mítico Hércules, queme las siete cabezas de la hidra.
Cincuenta años de prueba y error, error, error, motivaron la nueva política integral develada en Bogotá por el secretario Blinken, aunque días antes de su visita, H. Fulton señaló algo que, bienintencionado y respetuoso, permea otros 50 años de bala. Cuando Fulton dice que en el US soil se concentrarán en que el consumo inland no aumente, acepta la incapacidad de la sociedad, no solo de la norteamericana, para acabar con el deseo de 'soyarse' de los seres humanos, de parar a quienes gustan o dependen de la coca, pagan precios exorbitantes y así nutren al narco. La resignación perpetua al narco.
Colombia y EE. UU. deberían forjar una alianza que construya otra dinámica; por ejemplo, empezar a competirle. Crear un suministro, monopolio estatal, que en las grandes urbes se controle como la morfina o el percocet, cuyo consumo restringido no cause penalización; busque debilitar al mercado más lucrativo, construir estadísticas reales y, desde ese nuevo conocimiento, crear políticas eficaces que complementen y sustituyan las actuales.
Colombia y EE. UU. deberían forjar una alianza que construya otra dinámica; por ejemplo, empezar a competirle. Crear un suministro, monopolio estatal, que en las grandes urbes se controle.
Sus efectos no se harían esperar. En el mercado: el precio del 'narcótico negro' caería, la narco-cadena vería afectada su inagotable fuente de riquezas y se debilitaría. Los ingresos de los Estados tendrían un crecimiento significativo, como ha pasado con la marihuana en EE. UU. Cada uno por ciento de sus 150 billones de dólares anuales equivale a una reforma tributaria, que vía recaudos financiaría las políticas y el desarrollo armónico que se plantea como la solución, sin que por sí solo pueda llegar a serlo.
Desestímulo y sustitución: Cuando sea menos lucrativo, pero igual de riesgoso, los cultivos alternativos encontrarán suelos más fértiles, estrategia positiva para el sector rural y el medio ambiente. Conocimiento: los países sabrán más de los patrones de consumo de cada sociedad y así, mapeada, podrán tratarla como asunto de salud pública, no solo de policía.
La política antidrogas será registrada por los historiadores como una de las peores decisiones de Estado en la historia de la humanidad, por inhumana, entre otros, por no entender que ponerse 'hi' es parte de la condición humana y es tan antiguo como esta, desde el uso de plantas sagradas como el yagé, o la datura y el peyote, una línea de coca en un centro urbano, un cigarro de marihuana, un aguardiente o un whisky escocés de 50 años. Es la inhumanidad de estas políticas –a la vez torpes, crueles e ingenuas– la que causa tanto dolor, especialmente en los países productores. En el pacto entre naciones está Hércules con su tea, esperando para quemar las siete cabezas de la hidra, o al menos seis.
MAURICIO LLOREDA