Según la encuesta de percepción de Global Risk, la desilusión juvenil es uno de los principales riesgos del mundo en los próximos dos años: el informe alerta sobre la posibilidad de que la actual sea una “generación perdida”, gracias a la pandemia. El escenario que enfrentan los jóvenes del mundo (los denominados pandemials) en la actual coyuntura no podría ser más desafiante.
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Desde antes de la pandemia, los jóvenes estaban ingresando al mercado laboral de una forma muy precaria, y ya desde la crisis del 2008 el desempleo juvenil había empezado a crecer a lo largo y ancho del planeta. Los jóvenes hoy en día cuentan predominantemente con trabajos en el sector de servicios, sin seguridad social, y ello los pone en una posición de vulnerabilidad frente a las crisis internacionales: son, como sucedió durante la pandemia, los primeros en perder sus empleos y los primeros en empobrecerse. Antes del covid, los niños y los jóvenes ya constituían dos tercios de los pobres globales y con la pandemia, su a la educación, a los sistemas sanitarios y de seguridad social solo ha terminado de deteriorarse.
Durante la primera ola de la pandemia, 80 % de los estudiantes en el mundo salieron del sistema escolar y mientras la educación fue virtual, al menos 30 % de la población de estudiantes no contaron con la tecnología para participar en el aprendizaje a distancia.
Según el Global Risk Report, en los lugares en donde los colegios proveen alimentación y un espacio seguro, el cierre de las instituciones y el confinamiento expusieron a la población joven a mayores riesgos de trabajo infantil, reclutamiento por el crimen organizado, trata de personas y violencia armada. Además, el cierre de los colegios afectará su desempeño laboral futuro y les dificultará la movilidad social si adicionalmente deben enfrentarse a altas tasas de endeudamiento producto de la adquisición de préstamos estudiantiles. La presión que genera esta situación ha contribuido a que alrededor del 80 % de los jóvenes hayan experimentado un deterioro de su salud mental.
El Banco Mundial estima que la proporción de estudiantes que no obtendrán el mínimo de destrezas cognitivas en la región se incrementará en al menos un 20 %.
En América Latina, los estudiantes han pasado más de un año sin clases en las aulas y debido a que muchos colegios cerraron total o parcialmente, cerca de 167 millones de estudiantes de todos los niveles educacionales se han visto afectados. La educación virtual se ha enfrentado al desafío de la poca conectividad y de las destrezas limitadas para el uso de la tecnología propia de este tipo de aprendizaje que predominan en lugares de ingresos bajos y espacios rurales: en la región, 66,2 millones de hogares aún no cuentan con conexión a internet.
El Banco Mundial estima que la proporción de estudiantes que no obtendrán el mínimo de destrezas cognitivas en la región se incrementará en al menos un 20 %, equivalente a 7,6 millones de jóvenes, y la Unesco calcula que la deserción entre adolescentes y población joven también se incrementará y alcanzará a 3,1 millones de personas. La probabilidad de completar la educación secundaria cayó del 56 al 42 % en 18 países latinoamericanos, y se espera que afecte mucho más a jóvenes pertenecientes a familias con bajos niveles de educación.
Para solucionar un problema que es en esencia global y regional, las instituciones de la misma naturaleza están mal equipadas. No hay en América Latina una organización multilateral dispuesta a liderar los esfuerzos por sacar a la juventud de nuestros países del atolladero. En Colombia, la atención de los políticos sigue dispersa y no hay propuestas serias para remediar esta crisis: seguimos pensando que basta con llamar vándalos a los jóvenes para deslegitimarlos y criminalizarlos, o con ponerse tenis y actuar cool para ganar su simpatía en las urnas. Una generación completa, y con ella todo el país, pagará un costo muy alto por semejante nivel de liviandad.
SANDRA BORDA