El 8M no se celebra. ¿Por qué se le dio un carácter festivo a una fecha que conmemora el aniversario de una tragedia? Posiblemente para sacarle provecho comercial. Un factor que distrae del verdadero propósito: la lucha por la igualdad. La misma que motivó la huelga de 129 mujeres que murieron calcinadas en una fábrica hace 115 años, y que se mantiene vigente hoy, porque el género sigue siendo determinante en las condiciones de vida, oportunidades y vulnerabilidades.
Las libertades de las que hoy gozamos se las debemos a las mujeres que en el pasado se movilizaron y reclamaron por sus derechos. “Derechos humanos” de los que hasta hace poco estábamos excluidas. Aunque esta suerte no es la misma para todo el género, que en diferentes rincones del mundo sigue sufriendo las restricciones de temas tan básicos como el a la educación. Afganistán es una cruel muestra de ello.
Por eso, pese a que el mundo aún cuestiona la causa feminista, seguimos alzando la voz por las que no pueden hacerlo o murieron en el intento, por las generaciones que vienen, para que las niñas que nazcan crezcan en entornos donde su género no condene sus realidades. La nuestra, por ejemplo, les hereda la conquista de la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo, que, si bien se definió en las cortes, se logró en las calles.
Hoy –y siempre que nos sintamos vulneradas– marchamos por el privilegio que ampara a unas pocas. Reconociendo que nuestra perspectiva de mujer es diferente a las que lo son en las comunidades afrodescendientes, indígenas y campesinas. Por ellas, por la doble discriminación que enfrentan y la cuesta más empinada que les toca subir para hacer valer sus derechos.
Por la no violencia. Los 40 feminicidios que van en estos meses de 2023 y los 614 del 2022. Por las 47.771 colombianas víctimas de violencia intrafamiliar y las 3.650 de delitos sexuales, solo el año pasado. Porque ser mujer sigue siendo vivir con miedo. Porque no se nos han garantizado espacios seguros para que las historias detrás de estos números no vuelvan a repetirse.
Por la desigualdad en las reglas de juego. Porque los hombres aún tienen más facilidades para conseguir trabajo, ascender, ocupar puestos de liderazgo y tener mejor salario. La diferencia porcentual de cinco puntos en el desempleo muestra el relego profesional que sigue viviendo el género femenino; sin mencionar los sectores e industrias que históricamente han tenido predominancia masculina y mantienen este hermetismo.
Marchamos para ir desconfigurando el machismo interiorizado que sigue viendo a la mujer como un objeto. Que nos mantiene en un plano físico, superficial y sexual, y nos resta valor como seres humanos: lo que somos, nuestros talentos, lo que sabemos, lo que hacemos. Un machismo, además, sumamente peligroso que sigue promoviendo las violencias.
Las razones pueden extenderse otras diez páginas y la lucha no puede reducirse a un solo día. Lo importante es que no siga siendo parte de una conversación de “solo mujeres”, sino que todos los actores de la sociedad, especialmente aquellos con capacidad de decisión, se vinculen para seguir transformando las desigualdades. El camino que queda es largo.
SARA VALENTINA QUEVEDO DELGADO