El Gobierno dio a conocer el reporte de la misión sobre modernización productiva. Esta contaba con una adecuada representación multilateral (UNDP, BID), académica (Harvard, Uniandes), gremial (Andi, SAC) y gubernamental (Vicepresidencia, Mincit, Minhacienda y DNP).
No obstante, dicho reporte terminó simplemente repitiendo los conocidos diagnósticos sobre problemas estructurales de ‘alto costo Colombia’ (energético, multimodal y laboral). Ya sabíamos que nuestro país es una economía enclaustrada, no obstante estar en la mejor esquina regional, y con productividad a solo 22 % de la obtenida por Estados Unidos. Dicho costo-país explica nuestro bajo comercio internacional, estancado al 35 % del PIB en los últimos 30 años, no obstante haber negociado hace una década TCL que cubren dos terceras partes de nuestro potencial exportador.
En efecto, el reporte señala exportaciones per cápita de Colombia a mitad del valor esperado y con inversión extranjera de mínimo impacto en empleos innovadores, precisamente por focalizarse 60 % en sectores petróleo-carbón. Lo que se requería era conocer potenciales avances liderados por el sector privado, pero nuestros gobiernos insisten en expandir lo gubernamental de baja productividad, tal como acaba de ocurrir con el ‘enroque’ Ecopetrol-ISA.
¿En qué quedaron las lecciones de una Isagén hoy mejor manejada bajo la égida internacional-privada, pagando impuestos y transmitiéndole al consumidor menores precios? Parece que el senador Duque nunca las asimiló y privó de dichas lecciones al Presidente.
Los impulsos en la cadena de valor, hacia atrás y adelante como imaginaron Currie y Hirschman en 1950, han resultado una mera ilusión en Colombia. En cambio, Corea del Sur, medio siglo más tarde, exhibe con orgullo una penetración comercial que bordea el 100 % del PIB y, además, puntea en pruebas Pisa. Tras su guerra, Corea mostraba un PIB per cápita inferior al nuestro, pero se aplicó en educación de calidad y he ahí sus buenos resultados.
Duro reconocerlo, pero Colombia ha sido un estruendoso fracaso en modernización, productividad y comercio internacional. Y ello ocurre porque seguimos repitiendo los diagnósticos de Harvard (antes Porter y ahora Hausmann) y pagando abultadas sumas, en vez de implementar acciones para el cambio. Nunca superamos los desafíos de la ‘agenda interna’.
Los gobiernos prefieren ‘lucirse’ con ‘ppoints’, pero lo requerido es auscultar experiencias de empresarios de México, Chile y Perú, quienes lograron aprovechar sus TLC. México duplicó exportaciones a EE. UU. en los primeros cinco años del Nafta, llevándolas al 20 % del PIB, pero Colombia las redujo a la mitad y representan solo un 3 % del PIB. México exporta US$ 6.500 millones/año en solo aguacates, y Perú, US$ 1.000, pero Colombia, con dificultad, solo US$ 150.
Los gobiernos deben empezar por asimilar estas abismales diferencias de dígitos en valores exportados desde Colombia. Años atrás sugerí, a contrapelo de colegas, olvidarse de inoficiosas ‘misiones de modernización’ y mejor organizar ‘grupos de tareas’ con empresarios en países pares. Pero ha continuado ganando el ‘glamour académico’ sobre urgentes tareas de ‘fango’ geográfico, logística y desregulación.
El nuevo impromptu gubernamental han sido los sobrearanceles para ‘defender las textileras nacionales’. Ello no solo es contraproducente, sino que denota su desorientación sobre verdaderas prioridades productivas: reducir costos de transporte y agilización en inspección de contenedores, idóneas aprobaciones fitosanitarias y enfrentar las corruptelas estatales en toda la cadena. Pero, claro, entender esto desde Boston es complejo.
Los gobiernos son elegidos para gestionar soluciones, no para repetir diagnósticos. Unas abultadas misiones laborales, pensionales y tributarias bajo Duque no constituyen un buen legado, lo requerido eran acciones para solucionar el gravoso ‘costo Colombia’.
SERGIO CLAVIJO VERGARA