La temprana quiebra de dos operadores del Sistema Integrado de Transporte impidió que los buses del nuevo sistema fueran los únicos en rodar por la ciudad cuando este finalmente despegó, hace ya cerca de diez años. La dificultad para encontrarle una solución a este problema dio pie a la figura del SITP provisional, como se llamó a los vehículos de transporte público tradicional que siguieron prestando servicio en las zonas del occidente y el sur.
Mucho esfuerzo –además de nueve prórrogas en el plazo límite– tomó resolver este asunto que implicaba, entre otros puntos, la permanencia en las calles de buses altamente contaminantes. Ahora, si no se presentan nuevos contratiempos, todo indica que el próximo 11 de diciembre terminará el desmonte de las antiguas rutas del SITP provisional.
Llegará así a su fin toda una época en la historia del transporte público de Bogotá marcada por la 'guerra del centavo'. Los viejos automotores cuyo conductor debía también encargarse del cobro del pasaje, y en los que por lo general sonaba la emisora de su preferencia, darán paso a una flota que cumple con los estándares ambientales de nuestros tiempos. Un cambio que sin duda beneficia a la ciudad, pero no por ello acarrea algo de nostalgia y varios retos.
Uno de ellos pasa por garantizar que quienes eran s de las rutas que se acaban tengan la certeza de que las nuevas podrán suplir sus necesidades de transporte. Aquí hay que llamar la atención sobre quejas que ya se han presentado. Otro es el de procurar que los conductores del SITP provisional no queden cesantes y puedan ser contratados por los operadores del SITP. TransMilenio asegura que unos 3.000 han seguido este camino.
Dado este paso, no hay que olvidar la compleja situación financiera del SITP. Siendo ya este el único sistema de la ciudad, el deber de hallar fórmulas que garanticen su sostenibilidad a largo plazo es cada vez más crítico.
EDITORIAL