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Santos le responde a Uribe y niega llamadas a la Corte
El expresidente Uribe denunció al exmandatario y a un magistrado de la Corte Constitucional.
Para el Uribismo es claro que Santos no dijo la verdad en su versión sobre los Falsos Positivos. Foto: EL TIEMPO
El expresidente Juan Manuel Santos le respondió este domingo a su antecesor, Álvaro Uribe, y negó haber hecho llamadas a magistrados de la Corte Constitucional para tratar de influir en un decisión de tutela contra Uribe.
Esta semana la defensa del expresidente Uribe denunció a Santos y al magistrado de la Corte Constitucinal Alejandro Linares por los presuntos delitos de omisión de denuncia y tráfico de influencias, entre otros.
En respuesta, Santos publicó este domingo una carta abierta a Uribe en la que le dice, entre otras cosas, que está "acostumbrado a sus acusaciones falsas y a sus
ataques sin fundamento", y que ellos dos tienen la "obligación" de no agredirse y dar ejemplo de "moderación y prudencia".
Sobre las supuestas llamadas, Santos dice: "Nada más contrario a la realidad".
No me sorprendió su última denuncia penal. Estoy acostumbrado a sus acusaciones falsas y a sus ataques sin fundamento. Han sido demasiados en más de diez años. Dijo que recibí 13,5 millones de dólares del narcotráfico tres días antes de la segunda vuelta en el 2014; que, como el más auténtico castro-chavista, y con la complicidad de Estados Unidos, Europa, Rusia, China, Cuba y Naciones Unidas, le entregué el país a las Farc en el acuerdo de paz que usted ahora le dice al secretario general de la ONU que no existió; que fui el responsable, con la inteligencia británica, del reloj con que
grabaron al testigo que hoy lo tiene acorralado; que fui el culpable de su detención porque tengo, supuestamente, absoluto control de la Corte Suprema de Justicia; que mi gobierno recibió coimas y mi campaña dineros de Odebrecht, cuando las únicas coimas probadas por contratos adjudicados fueron pagadas a altos funcionarios suyos –recuerde que en mi gobierno no se ganaron ninguna licitación y que mi campaña, investigada hasta la saciedad, salió limpia en todas las instancias judiciales–. En fin, la lista de infundios es interminable. El último y más reciente: que yo llamé a magistrados de la Corte Constitucional para que negaran una tutela que usted interpuso. Nada más contrario a la realidad, como ya se comenzó a saber. Esta acusación, al igual que todas las anteriores, quedará como lo que es: otra cortina de humo para producir efectos mediáticos y políticos.
Expresidente Uribe: el país entero está hasta la coronilla e indignado por las peleas entre los expresidentes y en particular Uribe vs. Santos. Como lo he dicho en tantas ocasiones, seguir peleando con usted no me interesa. A nadie le interesa. Por eso muy ocasionalmente le respondo. La estrategia política de pelear conmigo ya no le funciona. Lo invito una vez más a cambiar sus permanentes hostilidades y agresiones verbales por el respeto a las diferencias y un manejo civilizado de nuestras
discrepancias. Ambos tuvimos un inmenso honor que no ha tenido ningún otro mandatario: presidir este país por ocho años seguidos. Hicimos lo que pudimos. La historia nos juzgará. Pero el turno es ahora de otros. Nunca es bueno aferrarse al poder. Le haríamos un gran servicio a Colombia si en lugar de dar tanta lata –por ejemplo en estas elecciones, como yo ya procuro hacerlo–, permitimos que surjan nuevos liderazgos para que afronten los inmensos retos que hoy tiene el país: la pobreza, la desigualdad, la inflación, la deuda, la inseguridad, todas disparadas. La credibilidad del Gobierno y de las instituciones por el piso, lo mismo que el prestigio internacional y el respeto por los derechos humanos. Ni hablar del cambio climático, el mayor peligro existencial de la humanidad, o el tétrico panorama fiscal sin grado de inversión y con un preocupante desequilibrio de nuestras cuentas externas, o la necesidad de recuperar una efectiva política exterior para afrontar la crisis regional y del multilateralismo. Cómo resolver estos problemas es lo que la gente quiere oír. No a los expresidentes peleándose como perros y gatos. El desafío es inmenso, pero –repito– ya no es nuestro.
La estrategia política de pelear conmigo ya no le funciona
A usted le gusta la historia de Estados Unidos. Recitaba los discursos de Lincoln. ¿Recuerda que él decía que la mejor forma de acabar con los enemigos es convertirlos en amigos? No pretendo eso. No tenemos que ser amigos; tal vez nuestras diferencias son demasiado profundas, pero sí tenemos la obligación como expresidentes de no agredirnos y más bien dar ejemplo de esa moderación y prudencia que tanto pregonaba Washington. Sería un buen y oportuno mensaje en medio de tanta
polarización, alimentada por el miedo y el odio. Lo invito a que sigamos el ejemplo de los presidentes que precisamente sucedieron a Washington: Adams y Jefferson. Ambos gobernaron uno detrás del otro, como usted y yo. Ellos fueron aliados y después acérrimos rivales, como usted y yo. Pero antes de morir –murieron el mismo día, por cierto: un 4 de julio–, tuvieron la inteligencia de reconciliarse, para partir sin odios y en paz. No en “la paz de Santos”, que a usted no le gusta, sino en la paz del
espíritu, la que todos los seres humanos debemos buscar.