Los vacíos jurídicos sobre esta práctica de reproducción asistida, ponen en tela de juicio debates sobre la instrumentalización del cuerpo de la mujer.
Ya no es extraño hablar sobre “vientres de alquiler” en Colombia. Las técnicas de reproducción asistida en el país han surcado los límites de la bioética y de paso se han colado en el debate sobre algunos pronunciamientos jurisprudenciales difusos respecto a este tipo de procedimientos.
Formalmente, se conoce a esta práctica como “maternidad subrogada” y es descrita de manera sencilla como un acuerdo legal en el que una mujer presta su vientre para gestar el hijo de otras personas. El procedimiento puede ser de carácter altruista, es decir, totalmente voluntario y sin fines lucrativos, pero generalmente suele tratarse de un contrato que involucra grandes montos de dinero a beneficio de la llamada “madre receptora”.
En términos médicos el procedimiento suele desarrollarse mediante una técnica de Fecundación in vitro (FIV), en la cual el embrión es creado en un laboratorio con el óvulo y el esperma de los padres biológicos y luego transferido al útero de la mujer gestante. Otra modalidad es la inseminación artificial, en la que un óvulo donado por la mujer gestante es fecundado por el semen de un donante o del padre biológico e introducido directamente en su matriz. El acuerdo entre ambas partes se hace a través de un contrato legal y una vez el niño nace, se lleva a cabo una impugnación de maternidad en la que la madre gestante cede todos los derechos sobre el bebé a los padres biológicos.
Actualmente, en Colombia, la maternidad subrogada es reconocida por la Corte Constitucional únicamente a través de la sentencia T-968 de 2009. Fue planteada como una modalidad para resolver los problemas de infertilidad en las parejas y, por tanto, es una opción legalmente viable para todos los ciudadanos –colombianos y extranjeros-.
En este sentido, la maternidad subrogada se ha convertido en una opción esperanzadora para aquellas personas, parejas o familias que por alguna circunstancia específica no pueden gestar ni dar a luz a sus propios hijos. Colombia es uno de los países preferidos para este tipo de práctica, no solo por la carencia de un marco regulatorio claro y preciso que proteja los derechos de quienes intervienen en el proceso, sino también porque en este país alquilar un vientre cuesta menos de la mitad del precio que en otros lugares del mundo como Estados Unidos o México.
Según cifras de Fertility Center Colombia, el costo de un proceso de Gestación Subrogada para un programa completo con un nacimiento garantizado es en promedio de 65.000 dólares, pero se pueden encontrar diferentes precios para el alquiler de un vientre según los acuerdos pactados entre las partes.Por otro lado, el precio de maternidad subrogada en otros países alcanzó los 125.000 dólares durante el 2020.
La maternidad subrogada o vientre de alquiler en Colombia es asequible debido al bajo costo de vida y toda la infraestructura del sistema de salud pública. Este costo de vida más bajo se traduce en menores precios no solo para la atención médica, sino también para la compensación de la madre sustituta. Por esta razón, el país se presenta como uno de los mejores escenarios para personas extranjeras que desean adquirir el servicio.
Este gran auge de los “vientres de alquiler” que ha ganado el país en los últimos años, sumado a los enormes vacíos jurídicos, ponen en tela de juicio asuntos de carácter bioético como la instrumentalización del cuerpo de la mujer.
Un debate bioético
El ginecólogo, Luis Alberto Cáceres, explica que las mujeres que suelen ofrecerse como “madres receptoras” en este tipo de práctica generalmente lo hacen por algún tipo de necesidad económica. “Las familias suelen encontrarlas o muchas veces ellas mismas se encargan de llegar a uno, suelen tener necesidades, se postulan, y lo toman como si fuera un empleo, un trabajo” mencionó.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), quien actúa como madre subrogada generalmente toma esa decisión motivada por su difícil situación económica y la de su familia, y cuando concluye el acuerdo, es decir cuando nace el niño, siente todo el peso de la explotación, de la separación del bebé y de la cosificación del embarazo.
Para muchos críticos y detractores, este tipo de realidades parecen desaparecer dentro de los lineamientos jurídicos que hacen posible esta práctica. Suelen afirmar que no se trata de un vientre de alquiler, sino de una “madre de alquiler” porque se contrata a una persona en su integridad como sujeto y no se tiene en cuenta las posibles presiones sociales o económicas de la gestante, así como tampoco se prevén las consecuencias psicológicas, físicas o afectivas de la persona.
Al respecto, estudios han demostrado que durante el embarazo se establece una relación íntima y de simbiosis entre el bebé y la madre gestante –tenga o no su información genética- que quedará interrumpida tras el nacimiento. Se ha probado que hay una sincronía que coordina los patrones de cuidado maternal, mediado por la presencia de la oxitotocina y otros neuropéptidos que influyen en el estado de estrés y tensión psicológica de la madre, como respuesta a las señales procedentes del feto durante el embarazo.
Por esta razón Cáceres explica que “cuando se va a buscar una mujer que alquila el vientre se intenta que sea una mujer que ya haya tenido hijos antes porque de pronto así el vínculo no es tan fuerte. Si consiguen una receptora que no ha tenido hijos, posiblemente se corra mucho más el riesgo de que sufra algún tipo de trastorno emocional”.
Aun así, expertos en derecho aseguran que la construcción de una legislación sobre el tema es una necesidad imperante, especialmente para evitar los efectos negativos de la presunta mercantilización de la maternidad.
Así lo advierte la doctora en Derecho Sandra Milena Daza, magíster y especialista en Derecho de Familia de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien considera que la denominada maternidad subrogada necesita un marco regulatorio claro y preciso donde exista un punto de equilibrio entre los derechos reproductivos y los de la mujer como sujeto de especial protección constitucional.
En su tesis de doctorado La mujer como sujeto de especial protección constitucional en la elección a la maternidad subrogada en Colombia, la investigadora afirma que la ley debe garantizar que la voluntad manifestada por la mujer esté libre de constreñimiento y presiones económicas, por lo que en este caso no se debería hablar de “contrato” sino de una “convención solidaria”, que se debería celebrar mucho antes de la concepción, con el lleno de unos requisitos y características que la hacen distinguirse de cualquier otro acto o negocio jurídico, civil o comercial.
Para la jurista, “hasta que no se reconozca la solidaridad como principio constitucional que permea las relaciones jurídico-familiares y permite plantear la maternidad subrogada como una alternativa reproductiva con fines solidarios, no se logrará regular una práctica acorde con nuestro ordenamiento jurídico, con la Constitución Política, y sobre todo con los derechos de la mujer”.
Otra cara de la moneda
Al igual que la fecundación in vitro, la maternidad subrogada se planteó en principio como una opción para solucionar problemas de infertilidad con el fin de ayudar a que las mujeres con problemas médicos claramente definidos pudieran tener sus propios hijos genéticos.
Los problemas de infertilidad se pueden deber a diferentes causas: útero no receptivo, abortos espontáneos recurrentes, fallo repetido de Fecundación invitro, entre otros problemas médicos como carencia de útero, ovarios o distintos tipos de cáncer. Sin embargo, Cáceres menciona que el interés por este tipo de prácticas ha aumentado exponencialmente en Colombia porque las familias que más requieren de este servicio suelen ser padres hombres del mismo sexo que desean tener hijos propios. A esto hay que añadir que la maternidad subrogada también es deseada por muchos porque suele ser un proceso relativamente más rápido que la adopción.
Cáceres explica que “en el término de un año, aproximadamente son dos los casos de personas interesadas en tener hijos mediante maternidad subrogada. El caso más reciente es el de una paciente joven que no tiene útero porque tuvo cáncer y anhela demasiado ser mamá”.
Quienes apoyan las técnicas de reproducción asistida concuerdan en que, si se tiene los medios económicos y los preceptos legales claros sobre los procedimientos, suelen ser alternativas que traen un enorme anhelo y esperanza a una persona y a toda su familia.
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