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Noticia
¿Por qué el mal humor ajeno se pega más que la alegría? No se deje contagiar
La ciencia confirma que las emociones negativas son más contagiosas que las positivas.
Una sola persona estresada puede contagiar su estado emocional a todo un equipo. Foto: Istock
Existen días que comienzan con energía y motivación, pero el simple o con personas estresadas o de mal humor puede transformar radicalmente ese estado positivo. La evidencia científica confirma que las emociones negativas poseen una notable capacidad de contagio.
Según la International Society of Substance Use Professionals (ISSP), el contagio emocional es la capacidad que las personas tienen para influir en las emociones y comportamientos de los demás, ya sea de manera directa o indirecta. La etimología de “contagio” en contagio emocional proviene de los actos conscientes e inconscientes de compartir emociones con los demás a través de la expresión verbal o física.
Aunque la palabra “contagio” puede sonar intimidante, el contagio emocional también puede ser una herramienta poderosa de conexión social y aprendizaje. Por ejemplo, el cerebro humano se adapta a una “cultura emocional” que le permite leer las emociones de los demás y ajustar las propias respuestas para que sean socialmente apropiadas. Los neurólogos han descubierto que las neuronas espejo son responsables de este fenómeno y funcionan como una herramienta de aprendizaje muy útil.
Algunas personas son más sensibles al contagio emocional que otras. Como este fenómeno puede influir en los pensamientos y sentimientos, puede provocar cambios en el estado de ánimo. Además, se ha observado que ciertos estados de ánimo y personalidades son más susceptibles de ser “contagiosos” que otros.
Investigaciones como las de Hatfield et al. (1994) y Goleman (1996) demuestran que el miedo, la ira y la tristeza ejercen un efecto más intenso que las emociones positivas. Estas activan áreas cerebrales como la amígdala, responsable del procesamiento de amenazas, lo que desencadena un estado de alerta automático. La exposición prolongada a personas quejumbrosas o hostiles incrementa los niveles de cortisol y produce tensión muscular, alterando el equilibrio emocional propio.
Si bien las neuronas espejo facilitan la conexión empática y la cooperación social, también aumentan la susceptibilidad al estrés social. En entornos cargados de negatividad —como oficinas tóxicas o dinámicas familiares conflictivas— resulta frecuente absorber el malestar ajeno, incluso cuando inicialmente se mantenía un estado de ánimo positivo.
Una sonrisa puede ser una estrategia sencilla para contrarrestar el contagio emocional negativo. Foto:Istock
Algunas recomendaciones
Ante este panorama, desde la ISSP recomiendan estrategias prácticas para protegerse del contagio emocional y mantener un equilibrio emocional saludable:
- Estar presente: Cuando una persona se encuentra en una situación que le genera presión emocional por parte de sus compañeros, es útil tomarse un momento para reflexionar: “¿Esto es realmente lo que siento o simplemente es lo que creo que debería sentir?”. Darse la oportunidad de cuestionar si los sentimientos que experimenta son propios o ajenos ayuda a identificar qué emociones son auténticas y cuáles provienen de la influencia de otras personas.
- Fingir hasta lograrlo: Todos tienen días malos, pero si el estado de ánimo propio o el de alguien más contamina el ambiente, sonreír y reír pueden ser ejercicios útiles. Aactivar los músculos faciales al sonreír pone en marcha las neuronas espejo y la memoria facial, generando una sensación de felicidad que, con el tiempo, podría volverse contagiosa para los demás.
- Buscar orientación profesional: Para quienes son especialmente sensibles a las emociones de los demás, resulta beneficioso evaluar sus relaciones y los desencadenantes emocionales que experimentan. Consultar con un profesional capacitado puede ayudarles a reconocer patrones de pensamiento, desarrollar habilidades de afrontamiento saludables y, en definitiva, reducir el contagio emocional en sus vidas.
En resumen, la influencia de las emociones negativas resulta más potente de lo que solemos imaginar. Sin embargo, el contagio emocional, bien gestionado, puede convertirse en una herramienta valiosa para fortalecer vínculos y mantener un equilibrio emocional saludable.