Estudios sobre poblaciones expuestas al conflicto armado revelan que los trastornos depresivos, de ansiedad, estrés postraumático y sus manifestaciones psicológicas o emocionales sin causa médica aparente –como dolor y ansiedad– son más frecuentes en personas afrocolombianas víctimas tanto de desplazamiento forzado como de homicidios, amenazas y reclutamiento ilegal de menores. Lo peor: nadie atiende su salud mental. Una publicación de Periódico UNAL.
“Tanto las historias de colonización y opresión como las expresiones de discriminación pueden desencadenar experiencias particulares en grupos de afrocolombianos, en quienes la rabia, la frustración, la tristeza y la pérdida de sentido pueden impactar de manera particular en su salud mental”, explica la profesora Magnolia del Pilar Ballesteros Cabrera, doctora en Salud Pública y docente asociada del Departamento de Psicología de la UNAL.
Estos sentimientos se manifiestan en baja autoestima, estilos de comunicación indirecta, evitación del o visual, dificultades de autocontrol y autorregulación emocional, además de baja tolerancia a la frustración.
El psiquiatra Carlos Arturo Cassiani, presidente de la Red Internacional para la Reducción del Estigma, aclara que “en la población afro la enfermedad mental se manifiesta de maneras distintas a las de otras comunidades del país, lo cual obedece a sus características culturales, como por ejemplo sus creencias y percepciones de la vida, todo lo cual modifica en las personas el desarrollo de alteraciones psicopatológicas como tristeza, falta de ánimo y concentración”.
Magnolia y Carlos –entre otros afrocolombianos– consideran que buscar apoyo psicosocial es impensable. Él afirma que le ha tocado hacer las veces de psiquiatra y resolver los problemas por sí mismo, ya que “vivir en zona rural hace más difícil el a programas de salud mental”. Por su parte ella encuentra en el agua de palo de menta un alivio para la ansiedad, y en la Asociación de Mujeres Concheras un espacio para superarse y sumar a otras señoras a la causa.
Para ellos, “el psiquiatra termina siendo el último recurso a consultar cuando hay un problema o trastorno en salud mental”, pues asocian a este especialista con medicación y con una persona que desconoce su contexto y las condiciones sociales que los rodean.
Tener un tono de piel más oscuro, autoadscribirse a un grupo étnico, ser inmigrante y vivir en zonas rurales aumenta el grado de exclusión social, mientras que contar con un mayor nivel de educación o de ingreso contrarresta el efecto.
Los principales resultados de la investigación se pueden leer en el artículo “¿Quién vela por la salud mental de los afrocolombianos?”, de la periodista de Unimedios Andrea Peñaloza Acosta, publicado en Periódico UNAL
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