A pesar de que los récords diarios se han vuelto una constante de la pandemia en los últimos días, faltan semanas para que el país alcance sus máximos niveles y las proyecciones, por ahora, no son optimistas, según expertos en salud consultados.
En ese sentido, Carlos Álvarez, coordinador nacional de estudios covid-19 de la Organización Mundial de la Salud (OMS), afirma que los 100.000 muertos alcanzados son un conteo parcial que podría llegar a las 130.000 víctimas al finalizar el año dada la dinámica que la epidemia muestra en el país.
Para el infectólogo, la meseta que presenta el pico actual se mantendrá –si las condiciones actuales siguen– hasta mediados de julio, lo que implicará un aumento de los decesos en un 20 por ciento, y el descenso se pronunciará en agosto. Durante ese tiempo se afectarán de manera significativa ciudades como Bogotá.
Los pronósticos de Álvarez resultan optimistas ante otras proyecciones, como la del Instituto de Métricas y Evaluación de Salud (IHME), de la Universidad de Washington, la cual, según el seguimiento que hace del país, vaticina que para el 1.º de octubre el covid-19 habrá causado más de 143.000 decesos y las muertes diarias en el peor de los escenarios superarán las 660 en el punto máximo de esta tercera ola, a principios de julio. Luego se presentará un descenso que, en las mejores condiciones, podrá dejar a principios de octubre entre 50 y 80 muertos al día.
Sin embargo, Hernando Nieto, doctor en Salud Pública y expresidente de la Asociación Colombiana de Salud Pública, afirma que la posibilidad de que estos números se alcancen dependerá de las medidas que se adopten, su grado de aceptación y acatamiento por parte de la comunidad, las variantes del virus que puedan circular y los logros en las coberturas de vacunación. “Otros países nos han enseñado que hay que echar mano de todas las acciones que permitan evitar el mayor número de muertes, en razón a que ningún esfuerzo es demasiado cuando se trata de mantener una sola vida”, insiste el salubrista Nieto.
Estos análisis son ratificados por Luis Jorge Hernández, doctor en Salud Pública y profesor de la Universidad de los Andes, quien manifiesta que la presente meseta –la más mortal de la pandemia– se ha sostenido por casi 14 semanas, con desenlaces mucho más graves en términos de víctimas que los que dejaron los dos primeros picos, que duraron entre 8 y 10 semanas cada uno.
Para Hernández, esta tendencia alta se mantendrá –y en esto coincide con Álvarez– hasta mediados de julio, entre otras porque aún hay un volumen significativo de personas susceptibles, especialmente adultos jóvenes, que pueden ser infectados incluso por variantes más transmisibles. A eso suma las fallas de la estrategia PRASS en momentos en que las aglomeraciones ciudadanas son constantes y que menos del 30 por ciento de la población priorizada ha sido vacunada.
Lo cierto es que la pandemia en el país muestra en la actualidad su peor cara y los muertos son consecuencia de la velocidad de los casos, que en el mejor de los supuestos podrían bordear las 40.000 infecciones diarias a mediados del próximo mes, según el seguimiento que realiza Gabriel Riveros, exministro de Salud. Él dice que aunque la tasa de letalidad (número de muertos por cada 100 casos confirmados) se mantendrá por debajo del 3 por ciento, estos pueden ser significativamente altos, lo mismo que la ocupación de camas en todas las áreas hospitalarias, lo que podría aumentar la mortalidad en el país por complicaciones de enfermedades que no pueden ser atendidas de manera oportuna.
Ante este panorama, Riveros insiste en la necesidad de reforzar las medidas preventivas que conduzcan a disminuir la presión en los hospitales, sobre todo, en los servicios de urgencias y las UCI.
Para el epidemiólogo Abelardo Cotes, estos oscuros pronósticos deben tener una doble mirada: una, que exige poner en marcha todas las medidas que estén al alcance de las autoridades para que no se cumplan; y otra, para confrontarlos con la realidad del país.
Cotes aclara que aunque parece fácil pedirle a la gente que se aísle, se aleje de conglomerados, ventile los espacios, proteja a las personas con mayores riesgos y deje de trabajar por cuidarse, lo cierto es que durante más de 15 meses se ha demostrado que las fragilidades económicas y sociales que afectan a la mayoría de la población impiden que esto sea posible.
En tal sentido, opina que es hora de conciliar estos dos extremos en la práctica, bajo la premisa de que la dicotomía entre la vida y la supervivencia diaria no debe ser una constante en medio de esta pandemia.
“El Estado, con todos sus componentes, debe plantear alternativas audaces para enfrentar lo que queda de la pandemia en un contexto que equilibre la situación en procura no de desenlaces ideales, sino de resultados factibles en el que el salvamento de la economía y la viabilidad del país no se midan en términos de bienestar y vidas perdidas; ese es el reto y la responsabilidad de todos”, remata el experto.
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