"Lo importante para mantenernos felices y saludables a lo largo de la vida es la calidad de nuestras relaciones”, dijo Robert Waldinger, psiquiatra y cuarto director del estudio sobre desarrollo adulto de Harvard, una investigación que comenzó hace más de siete décadas y ha sido conocida comúnmente como ‘el estudio más prolongado sobre la felicidad’.
La universidad empezó este proyecto en 1938 con 700 hombres jóvenes, monitoreando su estado mental, físico y emocional. El estudio continúa ahora con más de mil hombres y mujeres, hijos de los participantes originales. De acuerdo con el especialista, a lo largo de la investigación se ha encontrado que “en las personas más satisfechas con sus relaciones y más conectadas a otros, el cuerpo y el cerebro se mantienen saludables por más tiempo”.
La necesidad de generar un vínculo con los demás responde a un instinto básico de supervivencia y esto trasciende a todos los procesos históricos de la humanidad. Si bien parece que cada día las personas deciden estar más solas y retraídas en sí mismas, las condiciones sociales y ambientales continúan apostándole a ese gran tejido colectivo de relaciones mutuas que desemboca en soluciones de todo tipo, como el o a través de redes sociales, aplicaciones innovadoras y todo tipo de nuevas tecnologías de la comunicación.
En este sentido, las conexiones sociales generan un circuito de retroalimentación positiva, con un estado de bienestar social, emocional y físico. Se ha podido determinar, por ejemplo, que las buenas relaciones personales contribuyen a reducir cuadros de ansiedad o depresión. Otro de sus beneficios es que ayudan a fortalecer el sistema inmunológico, reduciendo el impacto de determinadas enfermedades y llegando a alargar la esperanza de vida.
Es más, según el National Institute on Ageing (NIA) de Estados Unidos, los adultos que están solos o socialmente aislados son menos saludables, tienen estadías hospitalarias más prolongadas, son reitidos en el hospital con más frecuencia y tienen más probabilidad de fallecer antes que aquellos con interacciones sociales significativas y de apoyo.
La soledad
La soledad fue llamada con insistencia el mal del siglo XX, pero actualmente sus estadísticas van en ascenso. Recientes investigaciones han demostrado que la soledad es una de las principales causas de infelicidad y, aunque no constituye en sí misma un trastorno, está asociada a sentimientos de descontento y ansiedad que podrían desembocar en una depresión.
Es importante señalar que no es lo mismo estar solo que sentirse solo. Lo primero es un estado objetivo, e implica aislamiento físico de los demás. Por otro lado, sentirse solo tiene una relación con nuestro bienestar, implica hallarse inmerso en una experiencia subjetiva en la que se experimenta un aislamiento psicológico. Tanto es posible pasar un día solo sin sentir soledad, como estar rodeado de personas y sentirse completamente solo.
Algunos especialistas consideran que las personas que se sienten solas experimentan dolor emocional. Perder el sentido de interconexión y comunidad puede cambiar la forma en que una persona ve el mundo.
El dolor emocional puede activar las mismas respuestas de estrés en el cuerpo que el dolor físico. Cuando esto se prolonga durante mucho tiempo, puede provocar una inflamación crónica (liberación sobreactiva o prolongada de sustancias que pueden dañar los tejidos) y una inmunidad reducida (capacidad para combatir enfermedades). Esto aumenta el riesgo de enfermedades crónicas y puede dejar a una persona más vulnerable ante determinadas patologías.
De acuerdo con el National Institute on Ageing (NIA), el aislamiento social y la soledad también pueden ser perjudiciales para la salud cerebral, pues se les ha relacionado con una función cognitiva más deficiente y un mayor riesgo de demencia. Además, la poca actividad social y estar a solas la mayor parte del tiempo puede contribuir a una disminución en la capacidad para realizar tareas cotidianas como conducir, pagar facturas, tomar medicamentos y cocinar.
Los periodos de soledad forman parte inherente de la experiencia vital, pero también existen espacios para mantenerse activo y en o con los demás.
Se ha comprobado que las personas que participan en actividades productivas y significativas, que disfrutan con otros tienen un sentido de propósito y tienden a vivir más tiempo. Actividades como meditar, amar y compartir con alguien que te llene o practicar un ritual antes de dormir pueden ayudar a mejorar el estado de ánimo, el bienestar y la función cognitiva.
Neuroasociaciones
Juan Carlos Santacruz, uno de los autores del libro Guía práctica para poner a punto tu organismo, menciona que “el paraguas de las emociones es una neuroasociación. Es el comportamiento del cerebro con las asociaciones que hacemos en todos lo escenarios de relaciones ya sea con alimentos, gente, entorno, trabajo, etc”.
En términos más específicos, una neuroasociación es la relación que se crea entre las experiencias y las emociones o pensamientos conectados a ellas. Estas pueden ser positivas o negativas, pero son sumamente importantes cuando se establece una relación con los demás.
El paraguas de las emociones es una neuroasociación. Es el comportamiento del cerebro con las asociaciones que hacemos en todos los escenarios de relaciones con personas, comida, el ambiente, etc.
En este sentido, es importante “la creación de una experiencia para que mente, cerebro y cuerpo disfruten y generen la relajación del sistema nervioso con todas las cosas que se realizan (tareas del hogar, trabajo, relaciones interpersonales, etc.). Esto induce placer, conexión, seguridad emocional y sentimientos de amor, todo lo cual lo genera una neuroasociación positiva que hace posible tener en mejor disposición de eficiencia a los órganos de limpieza del organismo”, menciona el libro.
En la medida en que una conexión nos resulte favorecedora y se pueda asociar de manera positiva, el cuerpo también obtendrá beneficios físicos y emocionales. Así, por ejemplo, a la hora de crear una relación amorosa, se ha descubierto que el cuerpo disminuye el deterioro mental ya que el amor implica el desafío de estar en constante comunicación y negociación; aumenta la empatía, al tener que ponerse en el lugar del otro, y en términos prácticos se regulan algunos elementos de la vida cotidiana, como el ritmo de las horas de sueño/vigilia y los espacios de trabajo/ocio.
Según Leany Blandón, nutricionista y también autora del libro Guía práctica para poner a punto tu organismo, el concepto de neuroasociación es importante para entender que “se puede disfrutar intensamente de cada momento y que esa debe ser la esencia de la vida”.
El libro ha sido publicado por la Fundación Colombiana del Corazón y la Sociedad Colombiana de Cardiología y Cirugía Cardiovascular, de manera gratuita y virtual.
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