No fue ‘estar en la mala’. Fue vivir la ‘megamala’ durante seis años seguidos, con sus días y noches. “Y decir que ya era hora de tirar la toalla, pero sin dejarla caer”, cuenta
Alzate, porque tenía esperanza y un hermano que creyó en él, Juan Felipe, que se quedó a su lado, firme.
Alzate recuerda hoy esos años tan difíciles (de 2008 a 2014), cuando dejó su carrera de piloto y su oficio de comerciante, en los que se desempeñaba en Estados Unidos y con los que consiguió una buena vida, recursos y propiedades.
Y lo hizo por perseguir su sueño: ser cantante, para lo que nació. “No me sentía feliz en lo que hacía, yo siempre quise ser artista, grabar discos y hacer conciertos”, cuenta.
Son suyos temas del género popular que hoy son verdaderos éxitos, como Maldita traición, Ya me cansé, Ni que fueras la más buena, Amor verdadero, Tres días de tusa, Mujer de todos, mujer de nadie, Me dedico a beber, El desquite y Voy a agarrar carretera, entre muchas otros.
Alzate (Jorge Andrés Alzate Ríos) nació el 28 de septiembre de 1980. Hijo de misioneros cristianos, desde niño vio cómo sus padres, sin tener recursos, ayudaban a los más necesitados y aprendió que ese era el camino. Con su familia, desde hace varios años apoya una misión hospitalaria en Medellín.
“Mi vida ha sido como una montaña rusa y se van a dar cuenta por qué. Vengo de un hogar muy humilde y cuando entendí que no me podían dar apoyo económico para salir adelante, emigré a los Estados Unidos, de manera ilegal. Durante casi dos años viví en las calles y en albergues porque tenía tres trabajos y a duras penas dos horas para descansar entre uno y otro, así que no consideré que valía la pena pagar una casa o un apartamento”.
En las calles de Los Ángeles empezó a componer sus canciones y luego de mucho esfuerzo, “salí adelante, logré el sueño americano como piloto y negociante. Iba subiendo a la cima y me gustaba saber que lo había hecho desde las calles. Pero en la montaña rusa empecé a tener unas depresiones terribles por no hacer lo que amaba: cantar y escribir canciones”.
Decidió dejar su vida organizada y devolverse a Colombia con su esposa, a buscar en el país su sueño de ser cantante popular. Se trajo sus ahorros “y el carrito de la montaña rusa empezó a irse hacia abajo en lo económico, pues por no pagarles, los bancos me quitaron lo que tenía acá”.
En esos seis años, cuenta Alzate, tocó todas las puertas posibles para mostrar su música “y no vendimos ni un concierto. ¡Ni uno! Recorrimos el país buscando oportunidades, casas disqueras para grabar, medios que nos ayudaran y todos nos cerraron las puertas. Así que un día le dijo e mi hermano: ‘Estamos en la quiebra, no es que yo sea un perdedor, pero ya no tengo ni para darte un almuerzo’ ”.
Como un ángel, Juan Felipe le pidió que grabaran una última canción. “Y aquí voy yo con lo que siempre le digo a la gente: ni la noche más oscura vence a un guerrero. Con un dinero prestado grabamos Maldita traición y me regresé a Estados Unidos, luego de oír a mis papás y a mi esposa, destrozada, para que le pusiera atención a mi vida, a lo que antes había logrado”, dice.
“La canción empezó a sonar en las emisoras y Juan Felipe me llamó para decirme que esa última oportunidad me estaba abriendo las puertas y que los medios querían saber quién era ese cantante, que el compositor diera la cara. Ese día dejé de pensar que me había malgastado mis ahorros y me di cuenta de la inversión que había hecho”, afirma.
Pero Alzate no quería volver al país. Se sentía dolido y humillado, apenado con su familia. “Sin embargo, en ese límite al que yo había llegado, las cosas empezaron a florecer. Los conciertos que no hice durante seis años se multiplicaron: tenía dos presentaciones el jueves, tres el viernes y lo mismo el sábado y el domingo, y muchos lunes, dos espectáculos seguidos”.
Hoy, Alzate vive de la música. “Desde ese día en el que el éxito nos estalló en la cara le doy gracias a Dios por sostener una carrera, porque podemos vivir de la música, por ser un artista querido y reconocido con una historia de vida que le sirve a la gente”.
Es de los que dicen que es muy importante creer en sí mismo para inspirar a los demás a que se quieran, a que luchen por sus proyectos.
Incluso da ejemplo en esta cuarentena. “Yo vivo encerrado en pandemia y sin pandemia, me gusta estar en mi casa, con mi familia, me siento muy bien con ellos y siempre hay algo que hacer o promover”.
Y precisamente pensando en esto último, decidió que cada año ayudaría a un artista que ha tenido pocas oportunidades para salir adelante.
Y su escogido fue Óver Vásquez, con su Dueto del Pueblo, un hombre cercano a su corazón, arreglista, el mismo que le puso dos trompetas, vihuela y guitarra en Maldita traición y que, en agradecimiento y por su talento, Alzate lo nombró su arreglista profesional.
Además, logró que le pagaran regalías, dinero con el que Óver, nacido en Cocorná (Antioquia), de familia campesina, ha podido comprar algunas propiedades, que le ha mostrado a Alzate con orgullo.
“Él vive en un apartamento propio, pequeño, pero suyo, su lugar para ser feliz. Y yo no estoy haciendo con él una obra de caridad, no; le estoy valorando su gran saber y su gran trabajo”, afirma.
Por eso, puso a disposición de Vásquez desde su equipo técnico hasta su equipo legal, pasando por ingenieros de sonido y realizadores de video, “toda mi empresa”, y grabaron juntos la canción La oportunidad.
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Vásquez, cuenta Alzate, le agradece hasta la fama que tiene por estos días al cantar a su lado. “Y yo lo único que le digo es que el agradecido soy yo, porque está desde el primer día, ese que para mí, equivocadamente, era el último. Y repito, solo estoy valorando su talento”.
Alzate, de nuevo en la cima, aunque golpeado por la crisis, como todos por estos días, solamente les dice a sus seguidores: “Ahí les dejo mi historia, para que no se olviden de nunca tirar la toalla”.
REDACCIÓN CULTURA