Cuántos pensamientos, cuántos momentos felices y cuántas sonrisas junto a los que amamos. Pero también, cuántas lágrimas e incertidumbre por lo que vendrá. Pero ¿quién nos garantiza que un futuro llegará? ¿Para qué preocuparnos por algo que aún no es, en vez de aprovechar este hoy, lo único seguro?
Estos días de
confinamiento han sido inquietantes y retadores para todos. Cada uno desde su realidad y necesidades experimenta preocupaciones y desafíos diferentes, este momento es como la vida misma, de subidas y bajadas. ¿Que si estábamos preparados? Tal vez nunca lo íbamos a estar.
En la vida, las situaciones no pasan cuando estamos listos, simplemente se presentan y llegan para retarnos y demostrar de qué estamos hechos. Estos días, más que nunca, son un llamado de atención para todos como humanidad.
Un llamado que nos recuerda que frente a todo lo que vivimos y experimentamos durante nuestra existencia solo tenemos dos maneras de responder: seguir, luchando a pesar de todas las adversidades, secándonos las lágrimas que traen las experiencias difíciles y entender que nuestra vida es como el
agua, que siempre fluye, siempre cambia, siempre está en movimiento, y seguir remando y guiando nuestra vida con fe, sin importar el estado de la marea. O, echarnos a la pena, sumidos en el dolor y recordando siempre un pasado que para nosotros fue mejor y en el que fuimos más felices, pero que ya no está.
Depende de nosotros desde cuál orilla decidamos afrontar la situación. Yo no siempre pensaba así.Remando, hacia un nuevo rumbo
Hace un tiempo, yo prefería estar apegada a lo que había sido, anhelando regresar a los días felices sin querer dar mi brazo a torcer. Una actitud que produjo en mí frustraciones y dolor durante mucho tiempo; sin embargo, y curiosamente, mi condición médica, la esclerosis múltiple y todo el dolor y sufrimiento que esta trajo a mi vida, me hizo entender que lo más sano era soltar y dejar que la vida me llevara, dejar que mi existencia fluyera como el agua misma, sin querer nadar contracorriente, y con la fe puesta en que todo sería mejor.
De eso es justamente de lo que habla mi nuevo y primer libro La vida es linda, de recordarme y recordarnos que todos, por nuestra condición humana, pasamos por las mismas dichas y situaciones felices, pero también por los mismos momentos de miedo e incertidumbre. Lo importante es cómo los asumimos y enfrentamos.
Confieso que al comienzo de mi enfermedad pasé por varios años de negación. Viví durante mucho tiempo sin preocuparme por aprender sobre esta nueva realidad en mí. Durante mucho tiempo no busqué soluciones para poder tener una mejor calidad de vida. Al contrario, prefería renegar, victimizarme, discutir con
Dios y anhelaba poder ‘devolver el tiempo’ de alguna forma para ‘recuperar’ una vida que había sido feliz alguna vez. Sin darme cuenta, desperdiciaba momentos valiosos.
No obstante, un día, tras una fuerte recaída de salud y después de gastar mucha energía y tiempo peleando con algo que ya estaba en mi organismo, dije: “¿Cómo quiero afrontar esta condición médica? ¿Cómo quiero verme: como una persona valiente capaz de aceptar y convertir un obstáculo en una nueva oportunidad de vida o como una fracasada que llorará el resto de su vida por un hecho que no era el que esperaba?”. Quería verme trabajando nuevamente, llevando alegría y un mensaje de esperanza a mi público, tranquilizar sus corazones y recordarles que pasara lo que pasara, nosotros como humanos somos responsables de la manera en que vemos y asumimos nuestra realidad. Y así, sin darme cuenta, transformé mi mentalidad. Mi fe me ayudó a asumir esa nueva postura y me dio fortaleza para continuar y retomar mi trabajo más tranquila y confiada en que todo estaría bien.
Desde ese día, solo he vivido bendiciones en mi día a día;
desde ese momento decidí reorganizar mis prioridades, regalarme tiempo y aprender a escuchar, en medio del silencio, lo que mi cuerpo y mi mente necesitan para sentirme bien. Así, cuidar mi alimentación, hacer
ejercicio, meditar, regalarme por lo menos 15 minutos para mí sola, son rutinas no negociables.
Hoy te digo, a ti que me lees, sin importar cuál sea el obstáculo que enfrentas, que la capacidad de reinventarnos, de idear una mejor versión está en cada uno de nosotros. Empieza por tomar la decisión de querer estar bien, de analizar lo que necesitas para lograrlo, de cambiar tu manera de ver la vida, de asimilarla.
Cuando pasé por el momento complicado de salud, hubo momentos en los que no me creí capaz de lograrlo; pero hoy me aplaudo y me siento orgullosa por lo que pude hacer y lo que consigo día tras día. Y si yo pude, ¡claro que tú puedes! Todos tenemos una o varias motivaciones que nos empujan y no nos permiten rendirnos.
¿Qué tal si, en vez de luchar y renegar de este momento inesperado para todos, nos permitimos verlo como una gran oportunidad, un regalo maravilloso que se nos da para reorganizar nuestras prioridades; para aprovechar al tiempo con nuestras familias, para hablar y escuchar las necesidades o miedos de quienes nos rodean? ¿Qué tal si aprovechemos estos días para soñar día y noche con ese proyecto que dejamos hace años? ¿Qué tal si descansamos cinco minutos más sin sentirnos culpables o nos animamos a aprender eso que siempre nos ha gustado? Veamos este momento como un regalo precioso que nos hicieron para reevaluar lo realmente importante en nuestras vidas. Sorprendámonos y celebremos como lo hacíamos cuando éramos niños y descubríamos algo que ahora ya damos por sentado y se nos volvió cotidiano. Descubramos con los pequeños detalles que ‘la vida es linda’.
(Vea el especial completo
aquí)
Tú, que me lees, recuerda que ningún acontecimiento ni emoción es permanente. Que como dice el adagio de El anillo del rey, “como el día y la noche; hay momentos de alegría y tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas…”. Piensa que sea la situación que sea, esto también pasará.
Abrazos y gracias por leerme.
Especial para EL TIEMPO