A la hora de comer es esencial ser responsable con uno mismo y con el planeta. “Esto quiere decir, con las personas y animales que participan en el proceso, saber de dónde vienen los productos y sobre todo que no dañen el medioambiente”, así lo explica María Luisa Flores, propietaria del restaurante Malú, y aficionada a la cocina desde pequeña.
Ella es promotora de hábitos que contribuyen a tener una alimentación responsable al comprar, preparar y consumir los alimentos.
En esta labor, y casi que sin darse cuenta, Flores contribuye a cumplir el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 12, que busca garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles específicamente en agua, energía y comida.
Según los ODS, la degradación de la tierra, la disminución de la fertilidad del suelo, el uso insostenible del agua, la sobrepesca y la degradación del medio marino están disminuyendo la capacidad de la base de recursos naturales para suministrar alimentos.
Un tema de vida
María Luisa asegura que su pasión por la comida viene desde la infancia, cuando la cocina era el punto de integración de su casa en Caracas (Venezuela), y veía a su abuela cocinar. Pero su aprendizaje surgió años después, cuando se trasladó a Italia a trabajar como modelo y descubrió el mundo de las especias y mezclas de sabores.
Hace dos años creó el restaurante Malú con su socio Felipe Baptiste. Su aprendizaje es empírico, lee y no traga entero, busca fuentes y artículos científicos sobre los alimentos e ingredientes.
María Luisa fue vegetariana durante muchos años, por lo que tenía claro que los platos de su restaurante debían ser responsables con el medioambiente, así que durante más de seis meses buscó proveedores que cumplieran con alguna de estas cuatro características: buen trato con los animales y vida digna para estos, tener proyectos para la comunidad, mantener las tradiciones colombianas o estar en los estándares ambientales.
Para ella es clave que la producción de los alimentos sea orgánica, es decir, sin productos químicos ni aditivos como pesticidas, fertilizantes artificiales o herbicidas.
A partir de su experiencia, María Luisa nos da recomendaciones de hábitos que implementa al comprar, preparar y consumir alimentos.
María Luisa recomienda
Al comprar
- Leer la etiqueta para saber de qué están hechos los productos.
- Evitar los que tienen nitritos o nitratos, que dan el color rojo característico a los jamones y embutidos.
- Optar por productos locales, pues viajan menores distancias y producen menos contaminación.
- Comprar pollo en criaderos como de manejo orgánico y de libre pastoreo.
- Y cerdo en sitios como Labranto, que cría en condiciones naturales con una dieta vegetariana, sin uso de medicamentos promotores de crecimiento.
- Los productos pueden ser más costosos, pero la calidad, la producción amigable con el planeta y el sabor lo justifican.
Al preparar
- Evitar frituras y preferir hornear los alimentos. Para los vegetales, basta pasarlos por agua hirviendo, y asegurarse que mantengan sus colores vivos.
- “Con los años aprendí que a un caldo no le da sabor la carne o el hueso, sino el eneldo, la cebolla, el cilantro, o el ajo”. Lo ideal es hacerlo con esos ingredientes, más agua, dejarlo bastante concentrado y luego congelarlo en cubos para usar cuando sea necesario.
- Al cocinar carnes, lo ideal es cocciones largas a fuego lento para mejorar su textura y que quede blanda.
- En el caso del pollo, marinarlo cuatro horas antes con hierbas como romero, orégano, eneldo o tomillo.
- Los tomates, mejor horneados.
Al consumir
- “Comer sano no debe ser aburrido”, dice, por eso recomienda no privarse de comer, pero tampoco hacerlo en exceso, tomarse el tiempo de hacerlo y disfrutar con una bonita mesa, con cubiertos, sin importar si se vive solo o en compañía, “regálate ese espacio para ti mismo, pues la mesa históricamente ha sido un sitio de unión”.
- También dice: “Come de día, poquito pero varias veces, balancea los colores que tenga la comida y que visualmente sean vibrantes porque significa más vitaminas y minerales”. Así mismo, no excederse en la sal o el azúcar, por lo que otra idea es compartir los postres.
DANIELA PINTO
Para EL TIEMPO