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Análisis
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La inteligencia artificial ya es indetectable en la academia y obtiene mejores resultados que los estudiantes humanos, según estudio
Ante este panorama, ¿qué están haciendo las universidades para adaptarse ante este escenario que reta al sistema educativo?
ChatGPT suele presentar algunas limitaciones. Foto: iStock
La irrupción de la inteligencia artificial (IA) en el ámbito académico dejó de ser un temor a ser un hecho. Las aplicaciones de esta tecnología son muy variadas en el sector educativo, pero las implicaciones éticas de ellas no dejan de plantear preocupaciones.
Ahora, un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Reading, en el Reino Unido, muestran que, con los nuevos avances de la IA, el uso de estas herramientas se ha vuelto prácticamente indetectable, incluso para las aplicaciones tecnológicas creadas para evitar el plagio y detectar el uso de la inteligencia artificial.
Se trata de una investigación encabezada por los profesores Peter Scarfe, Kelly Watcham, Alasdair Clarke y Étienne Roesch titulado: ‘Una prueba real de la infiltración de inteligencia artificial en un sistema de exámenes universitario’, el cual pretendió utilizar estas tecnologías para responder exámenes de nivel universitario, con el fin de verificar, en primer lugar, en qué porcentaje son detectadas y cómo es su desempeño en comparación con estudiantes reales.
Para ello, los investigadores crearon 33 perfiles de estudiantes falsos y utilizaron ChatGPT para responder preguntas de exámenes de los módulos de psicología de primer, segundo y tercer año.
Los resultados fueron sorprendentes, a la vez que preocupantes: En general, los exámenes resueltos por la IA estuvieron muy cerca de ser considerados indetectables. En concreto, se encontró que no fueron detectadas entre un 94 y un 97 por ciento.
Pero no solo eso. Los exámenes resueltos por la inteligencia artificial además obtuvieron resultados consistentemente más altos que los de los estudiantes reales.
“En general, solo el 16 por ciento de las presentaciones de estudiantes obtuvieron una calificación más alta que la mediana lograda por IA en el mismo módulo”, explica el estudio.
Para los investigadores, “desde una perspectiva de integridad académica, el hecho de que las respuestas de los exámenes escritos sean 100 por ciento indetectables es sumamente preocupante. Especialmente porque dejamos el contenido de las respuestas generadas por IA sin modificar y simplemente usamos el botón ‘regenerar’ para conseguir múltiples respuestas de IA a la misma pregunta”.
Pero, ¿entonces qué hacer? Los autores del estudio plantean dos alternativas: adaptarse o endurecer su postura, como ya ocurrió en la Universidad de Glasgow, donde anteriormente se utilizaban exámenes en línea y con libro abierto, pero ante la incursión de la inteligencia artificial se pasó estrictamente a exámenes presenciales vigilados en el caso de la escuela de Ciencias de la Vida.
El objetivo de la universidad es asegurar a los estudiantes, a los organismos de acreditación y a los futuros empleadores que las calificaciones otorgadas son un verdadero reflejo de los conocimientos y las habilidades de los estudiantes.
Para los investigadores esta no sería la mejor opción. De hecho, consideran que la inclusión de este tipo de herramientas en la educación superior es inevitable, y que los resultados de la investigación, al evidenciar su indetectabilidad y mejor desempeño, evidencia la necesidad de que el sector de la educación superior aprenda a resignificar el uso de esta tecnología y cambiar sus prácticas de evaluación.
A propósito, en un artículo publicado en la revista Forbes acerca de este estudio, Trey Conatser, director de CELT en la Universidad de Kentucky, ofrece una perspectiva matizada sobre el papel de la escritura en la educación: “Hallazgos como estos pueden parecer amenazantes, pero son una provocación para reflexionar sobre cómo la escritura funciona como una forma de evaluar el aprendizaje, así como el acto de aprender en sí mismo. No hacemos que los estudiantes escriban para mostrarnos lo que ya han aprendido, sino que los hacemos escribir para que puedan aprender a través de un proceso estructurado con retroalimentación significativa”.
Una incursión inevitable
Estos son algunos de los retos a la hora de implementar IA en los salones de clase. Foto:iStock
La inteligencia artificial llegó para quedarse, y de acuerdo con expertos consultados por EL TIEMPO, en lugar de considerarla un enemigo para la academia, lo que debe hacerse es aprender a utilizarla a su favor.
Así lo explica María Belén Correa, directora regional de la plataforma Turnitin (una de las herramientas de detección del plagio más importantes del mundo): “Está claro que ChatGPT existe y no se puede ocultar su eficiencia. En unos meses, quizás ya no sea esta plataforma la que preocupe a la comunidad educativa, sino otra, tal vez hasta mejor entrenada. El punto es que si hay transparencia, confianza y comunicación en cuanto a los usos correctos de tecnología con IA para la escritura, podría servir incluso de herramienta formativa que le permita a los estudiantes practicar sus habilidades de redacción y pensamiento original”.
Por su parte, Leonardo Zuluaga, analista experto en tecnologías educativas, sostiene que la educación debe cambiar radicalmente: “Lo que estamos viendo es que se está llegando al punto en que es indetectable el uso de las IA. La pregunta debe ser, entonces, cómo los maestros, desde las aulas, logran fortalecer los procesos formativos a pesar de ello. Cómo logra cumplir unos mínimos éticos entre el estudiantado y, por otro lado, cómo logra aprovechar estas herramientas para enriquecer la formación”.
Otra de las voces que aboga por el uso de las IA en favor de la educación es Leonardo Flórez Valencia, director de la maestría en inteligencia artificial de la Pontificia Universidad Javeriana. El investigador considera que para el sector quedan dos posibles caminos: “O se expande la frontera de la creatividad o nos quedamos rezagados, depende del uso que le demos. Es muy tentador no hacer nada y que la máquina resuelva todo, pero esa comodidad inmediata puede llevar a cosas no tan cómodas a largo plazo”.
Opinión similar es la de Isabel Tejada, profesora de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes y, recientemente, una de las personas del sector educativo que más se han formado en el uso de las IA. Aseguró que “como profesores, debemos formarnos en esto y desarrollar competencias emergentes relacionadas con la alfabetización digital. No podemos ignorar esta realidad, ya que nuestros estudiantes siempre estarán usando estas herramientas. Debemos entender qué son, cómo funcionan y evaluarlas adecuadamente”.
¿Qué hacen las universidades?
Leopoldo Múnera, rector de la Universidad Nacional. Foto:Néstor Gómez. EL TIEMPO
EL TIEMPO consultó con rectores de algunas de las universidades más importantes del país con el fin de determinar su posición frente al uso de estas herramientas, así como qué están haciendo estas instituciones al respecto.
Uno de esos rectores es Leopoldo Múnera, de la Universidad Nacional, quien señaló que justo por estos días la institución se encuentra adelantando la discusión sobre la adopción de esta tecnología en el ámbito académico.
De acuerdo con el profesor, “hay formas pedagógicas de relacionarse con la inteligencia artificial y esas formas pedagógicas pueden acabar con la idea de la trampa porque ya se incorpora la inteligencia artificial a la forma de enseñanza y no se tiene como un elemento marginal a partir del cual se puede hacer prácticas incorrectas”.
Y agregó que “desde la Universidad Nacional hemos trabajado no en cómo nos adaptamos nosotros a la inteligencia artificial sino cómo la inteligencia artificial la podemos adaptar a nuestros modelos pedagógicos. No es crear un conflicto entre pedagogía e inteligencia artificial sino un diálogo entre ambos. La podemos utilizar en nuestras labores de investigación, en función del desarrollo y la relación con las comunidades”.
Para Claudia Restrepo, rectora de Eafit, la inevitable incursión de las IA en la educación superior obliga a las universidades a cambiar los modelos de enseñanza y que eso “no es una opción”.
“Si yo como profesora le pongo a mis estudiantes a hacer ensayos, el punto no es si se los hace la inteligencia artificial, es más, puede que la inteligencia artificial lo escriba mejor que mi estudiante. Entonces la pregunta en mi evaluación tiene que ser distinta. Probablemente no necesito que escriba el ensayo. Probablemente lo que yo tengo que evaluar es la creatividad con la que él lo aborda, la manera como lo presenta, el ejercicio en el aula. Uno no puede pelear con la tecnología”, aseguró Restrepo.
Para la rectora, no se trata de construir protocolos para regular el uso de la inteligencia artificial en las aulas, sino aprender a utilizarla “por ejemplo, para mentorías, y en cambio, revolucionemos la manera como estamos pensando la actividad del aula, desde cómo enseñamos hasta cómo evaluamos. A mí lo que me importa es que los estudiantes sean capaces de preguntarle a la inteligencia artificial lo importante, de darse cuenta si les dio una respuesta mediocre y la puedan complementar. Por eso a todos nuestros estudiantes en la universidad les damos pensamiento computacional en el primer semestre para que sean capaces de interactuar bien con las nuevas tecnologías”.
Por su parte, para Raquel Bernal, rectora de la Universidad de los Andes, las instituciones de enseñanza deben ser muy activas e innovadoras en este panorama, e incluso verlo como una oportunidad no solo para cambiar sus prácticas, sino para diversificar su oferta académica: “Se estima que 60 millones de ocupaciones desaparecerán, pero, al mismo tiempo, cerca de 130 millones de nuevas oportunidades nacen. Algunas de esas no tenemos ni idea cuáles son y yo creo que nuestra tarea, desde un sitio que prepara el talento humano para salir al mundo, debemos inventarnos esas ocupaciones. ¿Qué es lo que se viene? Anticipar”.