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Cuidados de avanzada para mascotas sénior

Además de ajustes en nutrición, rutinas y controles veterinarios, requieren atención y cariño.

Eso sucedió el sábado 8 de febrero en horas de la tarde  o por lo menos ese fue el reporte que recibió el Instituto de Protección y Bienestar Animal.

Eso sucedió el sábado 8 de febrero en horas de la tarde o por lo menos ese fue el reporte que recibió el Instituto de Protección y Bienestar Animal. Foto: Instituto de Protección Animal

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El 4 de mayo del 2017, Mono, el típico perro de la cuadra de un barrio de Bogotá, llegó a la Fundación Animalove porque sus propietarios (que eran todos los vecinos del sector) querían dormirlo. El paso de los años empezó a pasarle factura a su cuerpo, cada día con menos movilidad, convirtiéndose en una carga para quienes lo saludaban con un exquisito bocado.
A pesar de su avanzada edad, Johana Pérez, directora la fundación dedicada al rescate, el cuidado, la rehabilitación y el apadrinamiento de la fauna callejera, no dudó en recibirlo como un amigo más de su geriátrico animal, que hoy cuenta con 70, entre perros y gatos de más de 10 años (algunos con leucemia o sida) y hasta un caballo de unos 15 años que fue utilizado toda su vida para trabajar y al no ser más ‘productivo’ lo abandonaron en un campo abierto.
Además de su imposibilidad para caminar, Mono presentaba problemas nutricionales y de piel. “Con terapias, medicamento homeopático y mucho amor, lo recuperamos y sacamos adelante”, cuenta la animalista, quien el pasado 4 de agosto despidió a Monito con la satisfacción de haberle brindado tres años de vejez digna, apadrinado por una familia que le garantizó su manutención y tratamiento médico con un aporte mensual a sus cuidadores, expertos en animales ‘gerontos’.  
Y es que el abandono y el rechazo a la adopción de mascotas ancianas encuentra en los achaques su peor justificación. Cambiar pañales, buscar alternativas nutricionales sin sal, blandas o líquidas, sacarlos a pasear con dificultad o tener que cargarlos porque no pueden pararse, que pierdan pelo, no puedan jugar –y solo quieran comer y dormir– y demanden alimentos y tratamientos médicos especiales y costosos son algunas desmotivaciones.
“En muchas veterinarias la solución es dormirlos, pues se considera que cumplieron su ciclo de vida”, agrega Johana quien desde 2012 acoge animales ancianos para que disfruten el trajín de la senilidad bajo su cuidado.
“Es enorme la satisfacción de verlos nuevamente como cachorritos –dice Pérez–; caminan más lento, pero retoman su ánimo y se les ve la felicidad, la tranquilidad y el agradecimiento. Los ‘cuchitos’ son los nuevos cachorros; vuelven a ser bebés y necesitan las mismas atenciones de esa etapa”.
Mono, un perro de tercera edad, acogido por la Fundación Animalove.

Mono, un perro de tercera edad, acogido por la Fundación Animalove. Foto:Fundación Animalove

La regla de siete y diez

Se considera que un perro alcanza la tercera edad a los siete años; y un gato, a los diez. Desde ese momento, es imprescindible que los propietarios sean más observadores para que ante cualquier cambio físico o actitudinal, acudan al médico veterinario, quien deberá realizar ajustes muy específicos en la alimentación, la suplementación y las rutinas del animal.
“Empiezan a ser usuales los problemas de hígado y riñón y, por ello, deberán iniciar una dieta medicada para sobrellevar estas condiciones”, asegura la médica veterinaria Daniela Peñaranda, creadora de Veterinario Online Vet+O, una app que brinda asesoría veterinaria por videollamada a nivel nacional.
“Es importante que consuman un alimento que sea para mayores de 7 o 10 años, idealmente de la misma marca que han comido durante su adultez para evitar el sobrepeso, con una dieta balanceada guiada por el especialista”, de ahí la importancia de someter al peludo a controles médicos cada seis meses, así se vea normal.
Dentro de las señales más evidentes del ocaso de la mascota están el aumento o la disminución del peso sin razón aparente, la dificultad para subir o bajar de la cama y para moverse, la disminución en el nivel de actividad, los episodios de vómito o diarrea, la caída del pelo y de algunas piezas dentales debido a los cambios en los patrones alimenticios (algunos pierden la sensibilidad del gusto y el olfato, desarrollando inapetencia).
“Además, se presenta un descenso en los movimientos gastrointestinales, predisponiendo a las mascotas a una digestión más lenta, menor absorción de nutrientes y estreñimiento”, explica Angélica González, experta en educación y comportamiento canino y cofundadora de Waggo, empresa especialista en cuidado, atención y bienestar canino.
Ella agrega que debido a la menor asimilación del calcio y al desequilibrio de la relación calórico energética, la mascota tendrá menos fuerza para realizar actividad física, desencadenando la pérdida de masa muscular y el incremento de peso en forma de grasa, poniendo en riesgo su salud cardiovascular y osteoarticular.

Menos ganas y más canas

Debido a la ralentización de la frecuencia cardíaca y a la disminución en la capacidad de oxigenación, propias del paso de los años, los ancianos de cuatro patas solo querrán dormir. Y como resultado del deterioro articular y muscular debido a la inactividad, pueden aparecer dolores tan fuertes que lo inmovilizan o lo vuelven irritable.
“Si antes no era agresivo y ahora no se deja tocar, muerde o ataca inclusive a otros perros o a su cuidador, puede ser producto del dolor”, explica la doctora Peñaranda.
Y aunque la tendencia ante los cuadros osteoarticulares y musculares es reducir al máximo el movimiento del animal, no siempre es la mejor solución, pues a través de este se evita la pérdida de masa muscular y la obesidad.
“Si bien no podemos desarrollar la misma clase de ejercicios, esto no debe ser limitante para la actividad física y el movimiento neuronal; lo más importante es mantener al peludito estimulado”, asegura González.
La especialista sugiere una corta caminata, al ritmo del animal, para mantenerlo entretenido, pues “podrá olfatear, compartir con otros congéneres y reducir la tensión en sus articulaciones. Las actividades al aire libre, sobre todo en momentos de exposición al sol, aumentan los niveles de vitamina D indispensable para la felicidad de nuestros amigos peludos”.

Por su salud mental

Algunos comportamientos erráticos de las mascotas ancianas pueden deberse al síndrome de disfunción cognitivo-senil, una dupla de cambios físicos y conductuales debida a las transformaciones cerebrales propias de la edad.
Si nota que el animal camina dentro de la casa sin rumbo, desconoce al propietario, tiene cambios bruscos de temperamento, se queda viendo a un punto fijo, olvida sus rutinas (orina o defeca en la casa), parece desorientado o altera sus periodos de sueño y vigilia, es importante buscar ayuda.
“Es una enfermedad muy similar al alzhéimer y aunque no tiene cura, si se revisan estas señales y se consulta al especialista a tiempo, seguramente se podrá ralentizar el proceso y garantizarle al animal una mejor calidad de vida por más tiempo”, sostiene la creadora de Veterinario Online Vet+O.
Una buena propuesta de la especialista en educación y comportamiento canino Angélica González para mantener estas mascotas mentalmente activas y retardar los efectos del advenimiento de la senilidad es hacerlas partícipes de ejercicios de resolución de conflictos, como el aprendizaje de comandos de entrenamiento o los juegos inteligentes que estimularán zonas de placer en su cerebro provocando la segregación de neurotransmisores asociados a la felicidad y el placer (serotonina y dopamina).
Los juguetes interactivos son otra excelente alternativa. “Son los que se pueden rellenar con comida y se sugiere servir una de las porciones de comida del día dentro de estos para que el animal tenga un reto mental, deba exigirle a su olfato, o a sus habilidades con la boca para sacar el alimento; si no puede caminar, lo distrae”, puntualiza la doctora Peñaranda.
PILAR BOLÍVAR
Para EL TIEMPO

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