Una década tuvo que pasar para el reencuentro más emocionante y emotivo del año: el segundo concierto de The Cure en Colombia. El 10 de diciembre será recordado como el día en que Robert Smith y su banda hicieron temblar a un Movistar Arena repleto y con ganas de canciones de amor, melancolía y arañas de pesadilla.
Lejos quedó ese episodio en que se soñó con ver a The Cure en un festival al aire libre, pero al final (y tras salvar su presentación junto a los energéticos Encarta 98 y los etéreos y deslumbrantes Slowdive), su regreso fue cercano, potente e indiscutiblemente inolvidable.
Robert Smith hizo su trabajo configurando con sus compañeros de aventuras musicales un viaje que hizo gritar, bailar y sollozar a sus fanáticos colombianos, en una amalgama de emociones llena de contrastes, riffs de guitarras y melodías trascendentales, oscuras y brillantes. Todo en un solo grupo.
La antesala a la presentación de The Cure fue liderada por la también británica Slowdive, uno de los principales exponentes del género shoegaze. Su vocalista y cofundadora, Rachel Goswell, volvió a deleitar al público con su voz tras haber anunciado el 30 de noviembre que presentaba molestias en su garganta, por lo que se había limitado al teclado y la guitarra en sus presentaciones previas en la gira.
Concierto de The Cure en Bogotá Foto:Andrea Moreno. ELTIEMPO
Su recital comenzó con ‘Shanty’, canción inicial de su más reciente álbum ‘Everything is Alive’, un abrazo reverberado entre sintetizadores y guitarras, y cerró con ‘When the Sun Hits’, una de sus canciones más reconocidas del álbum ‘Souvlaki’ de 1993. Esta fue la última presentación del grupo en el año y se despidieron emocionados al tocar por primera vez en Colombia.
Tras el viaje psicodélico, tenso y hermoso a la vez, Slowdive dejó con la boca abierta a quienes descubrieron el tesoro de su talento en este show e hizo gritar de emoción a sus devotos seguidores con cortes como 'Allison' y 'Kisses', canciones que la banda convirtió en clásicos entre texturas de noise rock y melodías también cercanas al Dream Pop.
Concierto de The Cure en Bogotá Foto:Andrea Moreno. ELTIEMPO
Goswell agradeció varias veces, mientras Neil Halstead, Nick Chaplin, Christian Savill y Simon Scott convertían intrincados tejidos sonoros en canciones con alma.
No era posible otra manera de preparar a la audiencia, que dejándola en un estado casi hipnótico, catártico y liberador, para dar paso a una experiencia magna de unos Cure que fueron capaces de mutar de piel entre el post punk, el rock, los trazos góticos y hasta un pop pegajoso y guitarrero. Las luces del Movistar Arena se apagaron para dar la bienvenida a Robert Smith, Simon Gallup, Jason Cooper, Reeves Gabriels, Perry Bamonte y Mike Lord, que sustituyó a Roger O'Donnell, quien tuvo que dejar la gira tras sentirse enfermo.
Concierto de The Cure en Bogotá Foto:Andrea Moreno. ELTIEMPO
No hay misterio al decir que el regreso de The Cure a Colombia fue apoteósico e histórico. No se exagera al usar esas palabras. Smith y el grupo fueron inmensos y se entregaron en cuerpo y alma en un concierto que apeló a la nostalgia y reveló algunos rastros de nueva melancolía que atraviesan desde hace unos años a su cantante y compositor.
Por eso comenzaron con 'Alone', una de las canciones que será parte de 'Songs of the Lost World, un disco nuevo y quizá el mas esperado de sus seguidores. Un tema melancólico pero potente, que emula a un alma solitaria, pero que contrastó con la sensación de acompañamiento que sintió la banda en su especial noche en Bogotá.
“Este es el final de cada canción que cantamos, el fuego se reduce a cenizas y las estrellas se oscurecieron con lágrimas”, cantó un Smith ensimismado, recordando viejas épocas en las que la tristeza se convertía en arte musical y dejando ver una posible influencia de su clásico álbum Disintegration en el tono de su nueva producción musical.
Jugando las cartas del sobresalto emocional, The Cure apuntó a un dardo de amor hiriente al sumar 'Pictures of You' y rematar con una melodía tan éterea y ensoñadora. "¿Cómo nos hacen esto? ya estoy listo para desintegrarme", gritó un fanático de la multitud que cerró los ojos mientras coreaba fragmentos de este himno acerca de los recuerdos de un amor que parecía difuminarse.
La 'máquina' de canciones poderosas e inolvidables comienza a funcionar a toda su potencia. La gente canta emocionada mientras Smith lleva sus manos cerca a su rostro y a un lado su fiel bajista Simon Gallup lo sigue con un poderoso toque grave y hermoso.
El arpegio de 'A Night Like This' detona un grito de bella histeria, una emoción que parece se va a repetir durante todo el Show. The Cure es una banda que va directo y sin concesiones, siguen el libreto de tocar y seguir tocando. La gente coreó: "Oh Oh Oh, I want to change it all, Oh Oh Oh, I want to change (oh .oh,oh quiero cambiarlo todo; oh, oh, oh, quiero cambiar) "y el Movistar Arena tembló de nuevo. En ese punto era imposible un bajón así que dieron luego paso a 'Lovesong'. La gente no solo saltó y grito, cantó de principio a fin uno de los temas más populares y conocidos del grupo.
Concierto de The Cure en Bogotá Foto:Andrea Moreno. ELTIEMPO
The Cure cumplió con su cometido de terminar de romper el hielo, si es que existía alguna capa de eso en el concierto. Antes de dar una probada de otro de sus nuevos bocados musicales: 'And Nothing is Forever', en la que reflexiona acerca del amor y la mortalidad. "Nada es para siempre y Mi mundo envejece", son las frases que protagonizan a esta composición densa e introspectiva, al igual que la incomparable The Last Days of Summer, que fue la invitada del disco Bloodflowers al recital.
Pero ese trance se sobresalta con la roquera 'Burn', que fue usada en la banda sonora de la película El cuervo, y que sonó atronadora. El himno enfocado en la libertad de expresarse se hizo sentir; 'Fascination Street' no dejó que la emoción decayera y a la gente no le quedó otra que cantar y llorar de alegría. La avalancha de éxitos y oscuras joyas siguió con 'Push', 'In Between Days' y la siempre ganadora 'Just Like Heaven', que fue como una inyección de adrenalina para mover corazones y cada músculo del cuerpo. La gente cantaba, grababa con ansiedad cada paso que daba Robert Smith y ese extraño movimiento de brazos que casi siempre termina en un 'autoabrazo' muy especial.
Pero había que dar un paso a un momento más oscuro de The Cure. 'At Night' se robó la atención de un público que es capaz de bailar una lenta coreografía con una canción que habla de soledad y fragilidad. Las luces de los celulares de todo el lugar se encienden en un ejercicio de dar luz al protagonista del tema, quien clama y anhela un brillo para escapar de la incomprensión.
Cuando se creía que el ambiente casi lúgubre daría un respiro, The Cure entonó la bellísima Charlotte Sometimes un poco más rápido de lo habitual. Lágrimas aparecen en el rostro de algunos, que se iluminan gracias a destellos rojos que emanaban del escenario. 'Play for Today' no dejó escapar esa sensación, a pesar de ser una canción para bailar y saltar en toda la extensión de la palabra.
Concierto de The Cure en Bogotá Foto:Andrea Moreno. ELTIEMPO
Una luz verde abrazó cada centímetro del escenario y el teclado fue entrando poco a poco. El bajo se le unió en una melodía reconocible. La euforia fue total, ya que The Cure los invitó a cantar 'A Forest'. Sin pensarlo dos veces la gente comenzó a corear otro clásico de culto con el sello de The Cure. La palmas de las manos se alzaron y acompañaron a un Simon Gallup en una de las interpretaciones en la que revela todo su poderío (al igual como lo hizo antes Jason Cooper en la batería con 'Burn').
'Shake Dog Shake', 'From the Edge of the Deep Green Sea' y 'Endsong' sonaron tremendas y tras este combo, Smith y los músicos se dieron un descanso. "Tienen que tocar más del Disintegration", dijo otro fanático que tomaba un poco de aire tras una danza interminable de éxitos y recuerdos. Pocos minutos después The Cure reapareció, pero ese requerimiento iba a tener que esperar un poco. El cantante saludó y se acercó al micrófono para cantar It Can Never Be the Same, otra de las nuevas composiciones que hizo que la gente no perdiera de vista su melodía; luego saltaron a Want, una de as canciones que vale la pena del disco Wild Swing Mood (quizá el más irregular del grupo). La danza se cambió por un movimiento casi que coreografiado de muchas cabezas y luego desapareció cuando comenzó el fastuoso inicio de 'Plainsong' y 'Disintegration'. El muchacho que grito unos minutos antes su pedido se agarró la cabeza y entendió que los sueños se pueden hacer realidad.
Simon Gallup, bajista de The Cure. Foto:Andrea Moreno. ELTIEMPO
Otra falsa despedida fue parte del show, algunos se pusieron nerviosos, pero cómo las luces del recinto no se encendieron, llegaron a calmarse. Habría una dosis más intensa de The Cure, gracias a la aterradora y espectacular 'Lullaby', una canción de cuna de pesadilla que no hizo bostezar a nadie: luego le dieron espacio a la movida 'The Walk' en la que de nuevo todos cantaron; pero la felicidad completa abrazó a la audiencia con 'Friday I'm in Love', la canción más pegajosa y alegre de la banda, que fue cantada a rabiar e hizo vibrar con fuerza el piso y el corazón de Robert Smith.
'Close to Me' y 'Why Can't I Be You?' siguieron la misma tónica, mientras el cantante miraba su obra: miles de rostros felices, que cerraron una velada espectacular con Boys Don't Cry. Los gritos de alegría se amplificaron y nadie se pudo quedar quieta ante la última canción. El grupo tocó con fuerza y una energía tan poderosa que algunos esperaban un poco más. En el cierre del tema, la banda desapareció rápidamente. Se despidieron, eso sí, pero Robert se tomó un poco de tiempo, mientras asimilaba la cascada de aplausos y gritos de agradecimiento.
Varias veces movió sus manos en una señal de despedida y tocó con el puño su corazón dejando ver que estaba conmovido y feliz. En ese momento recogió un muñeco que emulaba su rebelde cabellera, sonrió y desapareció recargado y feliz al haber dejado huella y una experiencia difícil de describir, uno de los mejores conciertos de este año.
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