Es verano. La temperatura promedio supera los 35 grados centígrados. Amanece temprano y oscurece después de las 7 de la noche. El clima es seco en Pekín, la capital de China. Es martes por la mañana, día laboral. La gran mayoría está en sus trabajos y en las calles se ve el flujo habitual de repartidores y domiciliarios en motos eléctricas.
Estoy rodando en bicicleta con mi amigo Pablo —el mismo colega y amigo que me hizo una broma por teléfono mientras estaba en la primera cuarentena en Guangzhou el año pasado— por una de las calzadas dispuestas en el segundo anillo. La ciudad está organizada por siete grandes anillos viales, que forman una especie de siete grandes círculos para dividir la ciudad. En el centro está todo el núcleo político: la antigua Ciudad Prohibida, la plaza de Tiananmén, el Gran Palacio del Pueblo y toda la zona istrativa. No todos pueden acceder con facilidad. Hay bastante control policial y en la mayoría de veces, para extranjeros, hay que solicitar autorización con anterioridad.
Esa parte colinda con los legendarios hutongs —los callejones o barrios que formaban la ciudad antigua y fueron creados durante las dinastías Yuan, Ming y Qing—. Son grises y parecen pequeños laberintos. Cada callejón conduce a viviendas que comparten un mismo baño público y un gran patio, que antes era considerado el núcleo de los hogares. Aún permanecen varios intactos, aunque muchos otros han sido remodelados y acoplados para locales comerciales, como en Qianmen o en Liulichang, el mítico barrio que huele a tinta china. Es la cuna del arte y de las antigüedades. Allí está la librería más antigua del país.
Un hutong, en Pekín (China). 2023. Foto:David López. EL TIEMPO
Se calcula que para comienzos de este siglo había unos 4.700 hutongs en la ciudad. Pero, para los Juegos Olímpicos de 2008, Pekín se transformó y varios de ellos fueron derribados para dar paso a edificios más altos.
Todo esto está dispuesto entre el corazón político de la capital del gigante asiático y el segundo anillo. Decidimos ir por una de las calles hacia el noroccidente. Estábamos buscando la Torre del Tambor, uno de los atractivos turísticos que hay. Data del año 1212. Para ese momento, tenía 24 tambores, que representan los 24 氣 o qí —entre varias definiciones, se refiere a los períodos solares del calendario lunar chino— y un tambor central. Al frente hay un campanario. En la actualidad, la percusión se escucha durante 15 minutos cuatro veces al día para indicar el tiempo. Una especie de reloj milenario. Nosotros queríamos llegar a las 5 de la tarde para la última sonata.
Hombre sentado al frente de una tienda de caligrafía, en Liulichang, en Pekín. Foto:David López. EL TIEMPO
Sobre una de las calles hacia allá, justo en frente de tres patios cuadrados con canchas públicas para jugar pimpón (o tenis de mesa), nos percatamos de algo que no habíamos visto en al menos dos meses. Era un letrero en chino en un retazo de una caja de cartón café. Tradujimos con el celular y decía: “Ayuda”. Justo al lado había un código QR impreso en una hoja de papel y pegado al extremo del retal.
Miramos a cada lado, nos bajamos de las bicicletas y esperamos. Al cabo de unos 23 minutos contados, llegó un hombre de unos 38 años con una camisa blanca de manga corta, pantalón café claro y zapatos oscuros.
Nos acercamos. Pablo lo saludó. Él lo miró y no dijo nada. Dio dos pasos y se recostó sobre el borde del andén, detrás del cartel. “¿Cómo se llama?”, insistió. No respondió. Era mi turno e intenté decir algo en chino que había traducido. Me miró y dijo: “WeChat o Alipay”.
Lo que cuesta un dólar en China y cómo cambiar dinero
El renminbi (CNY) es la moneda oficial de China. El yuan es su unidad básica. Si se hace la conversión, un yuan equivale a 565 pesos colombianos. Y un dólar cuesta 7,30 CNY. La primera vez que viajé al gigante asiático, hace un año, la conversión estaba en 6,70.
No hay casas de cambio dispuestas en centros comerciales o en la calle, como sucede en Colombia o Estados Unidos. En varios países de Europa, donde se hacen escalas al gigante asiático, como en Estambul, en Turquía, o en Frankfurt, en Alemania, cambian euros por yuanes.
En Pekín, Shanghái, Xiamen o alguna de las ciudades principales, es posible cambiar dólares o euros a través de los bancos autorizados como el Bank of China y el ICBC Bank. El proceso es lento por el idioma. Piden el pasaporte, un número de teléfono chino y firmar.
También hay sitios no oficiales, como ocurre en otras partes del mundo. Algunos locales comerciales cambian dinero, pero puede ser riesgoso, según advierte el gobierno. Sobre todo por los riesgos de falsedad en billetes. Hay denominaciones de 1, 2, 5, 10, 20, 50 y 100 yuanes.
Pareja cenando en restaurante de Pekín, durante el verano. 2023. Foto:David López. EL TIEMPO
¿Hay pobreza extrema en China?
—¿Quiere que le transfiera?
—WeChat o Alipay.
—¿Qué tanto dinero le transfieren a diario?
—WeChat.
El hombre solo quería que le diéramos dinero. Era extraño. En Pekín no se suelen ver personas en la calle, como en Bogotá o Nueva York. Según el Banco Mundial, desde hace cuatro décadas, China sacó de la pobreza extrema a 800 millones de personas —el país tiene 1.400 millones de habitantes—, algo que contrasta con lo que se vivía antes de la década de los 70, cuando millones de chinos sufrieron los peores embates de una economía asfixiada.
La reconstrucción de viviendas y la reubicación de familias que vivían en regiones y condados catalogados como vulnerables a zonas a las afueras de las grandes ciudades dotadas con agua y servicios básicos fueron dos de las estrategias implementadas para lograr el hito. Esto último ha sido criticado desde sectores de Occidente, que han señalado que las relocalizaciones no han sido del todo voluntarias.
En todo caso, el propio presidente y secretario general del Partido Comunista de China, Xi Jinping, ha resaltado el hecho. En 2020, su gobierno ratificó la eliminación de la pobreza extrema del país y para su segunda reelección este año volvió a resaltar el logro.
—Tengo 20 yuanes.
—WeChat o Alipay.
El hombre no me recibió el billete. No le pudimos transferir dinero porque no nos funcionaron ninguna de las dos aplicaciones habilitadas para hacerlo: WeChat, que es como una mezcla entre WhatsApp e Instagram, desarrollada por Tencent, y Alipay, una plataforma de pagos en línea de Alibaba.
¿Qué aplicaciones funcionan en China?
En China no funcionan las aplicaciones occidentales. No hay nada del universo de Google ni de Microsoft ni de Meta o Facebook. Se podría decir que hay espejos: las funciones de YouTube están en Bilibili o Youku, las de TikTok en Douyin, las de Twitter (o X) en Weibo, las de Tinder en TanTan, las de Google en Baidu, las de WhatsApp en WeChat o QQ, las de Google Maps en Baidu Maps, las de Google Translator en Baidu o la aplicación de iOS, las de Apple Maps o Gaode, y las de Amazon en Taobao. Sobre este último hablaremos en una crónica más adelante.
Mujer atiende su puesto ambulante en Pekín. Solo recibe pago en Alipay (azul) y WeChat (verde). Foto:EL TIEMPO
Desde Alipay o WeChat se pueden alquilar bicicletas y tomar servicios de transporte. También desde DiDi, pero en su versión china. Se pueden descargar las dos primeras aplicaciones fuera de China, pero para ser aceptado en WeChat, un miembro activo de la red debe validar la autenticidad del perfil. Al crearlo piden datos personales. Esa plataforma es la reina de todas: tiene traducción simultánea en más de 20 idiomas.
En el gigante asiático, hay un Gran Cortafuegos, como lo han catalogado desde Occidente en alusión a la Muralla China. Cuando hay reuniones del Buró Político o del Comité Permanente del Partido Comunista, suele potenciarse y las comunicaciones se vuelven lentas. Pude descargar las aplicaciones chinas después de actualizar la tienda del celular a la versión de ese país. Me pidieron datos de facturación y una dirección permanente.
Pero también es posible usar las aplicaciones que se suelen usar en Occidente. Para eso, se necesita de una VPN (Red Privada Virtual, por sus siglas en inglés). Es común que se hable de eso, aunque muchos evitan nombrarlo en WeChat. Hay diversas plataformas gratuitas y de pago en el mercado, como Express, Shadowrocket, Veee+ y Astrill.
Mercado, transporte y compras, con códigos QR
Esa tarde logramos llegar a la Torre del Tambor, pero me quedó la intriga de saber un poco más del extraño sujeto. Entonces decidí regresar al día siguiente con una compañera china para que me tradujera. Volvimos en bicicleta al lugar, pero el hombre no estaba. Caminamos cerca y vimos a lo lejos que estaba recostado sobre un muro blanco en la esquina de la segunda cuadra hacia el norte.
—¿Cómo se llama?
—Wang Bao.
—¿Dónde vive?
—En Haidian (un distrito al lado occidental de Pekín).
—¿Por qué está acá?
—Debo un dinero y vengo por horas a buscar si me ayudan.
Atardecer de verano en Liulichang, en Pekín (China) Foto:David López. EL TIEMPO
El señor trabajaba como repartidor de domicilios con Alipay. Alternaba su trabajo. Durante la pandemia, las aplicaciones de este tipo fueron un furor, como sucedió en el mundo. Una de las principales es Meituan, que funciona como un Rappi colombiano, y está articulada con Diangping, la empresa original que daba recomendaciones de lugares (algo así como TripAdvisor. Esa compañía es la principal competencia de Ele.me, de Alibaba.
Según contó, no le funcionaba el dinero en efectivo porque la gente a la que le debía dinero estaba en Shanghái y debía enviar lo faltante pronto. No mencionó la cifra, pero se notaba asustado. Habría tenido un problema con un prestamista, así como sucede a diario en Bogotá.
La facilidad de transferir dinero es increíble. En China hay una versión avanzada de las billeteras digitales que se han comenzado a usar en Colombia. En Alipay, por ejemplo, basta con incluir una tarjeta de crédito, usualmente Visa, o una débito de algún banco chino, para comenzar a usarla. En WeChat hay un bolsillo similar. Se puede enviar y recibir dinero de forma fácil y rápida, y todo se paga escaneando los códigos QR de los locales comerciales o de otros s, o mostrando un código QR único que cada persona tiene, como pasa cuando se usa el metro.
El señor Wang —en China se dice primero el apellido y después el nombre— nos dijo que ese era el último día que iba a estar en el lugar porque la Policía ya lo había advertido por estar pidiendo limosna. Le pregunté si había intentado pedir algo con su banco. “Meiyou, meiyou (una de las formas de decir no en chino)”, me contestó. Dijo que el trámite se podía demorar. Nos despedimos y nos fuimos. Volteé a verlo un par de veces desde lejos. Varias personas se detuvieron a ayudarle y a escanear su código QR. Su vida, la de ellos y la mía estaba inmersa en una realidad que ha sido planteada como ideal para muchos economistas: una sociedad que vive sin el dinero de papel.
*Esta es la segunda crónica de una serie especial sobre #VivirEnChina, que usted puede ver en este enlace.
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