¿Qué quieres ser cuando grande?, ¿Cuándo te vas a casar?, ¿Cuántos hijos quieres tener?, ¿Cómo vas a ganar dinero? Tan pronto tenemos uso de razón, la sociedad y nuestros padres, profesores y amigos nos empiezan a presionar para que tengamos respuestas acerca de nuestro futuro, como si fuera una obligación que lleváramos un oráculo en el bolsillo.
Desde el jardín hasta la adultez, las preguntas sobre cómo proyectamos nuestro futuro abundan y muchas veces agobian. Y aunque nos sacudamos y tratemos de no dar importancia a los parámetros ajenos, esas preguntas siempre están flotando en nuestra cabeza.
Lo peor es que, en la mayoría de los casos, pareciera que permanentemente estamos un paso atrás de donde deberíamos estar.
Si ya sabemos qué queremos estudiar, debemos tener claro dónde vamos a trabajar. Si ya tenemos pareja, nos falta saber cuándo nos vamos a casar. Si ya estamos casados, debemos tener el cronómetro que nos señale cuándo llegarán los hijos, y si ya estamos tranquilos, debemos desvelarnos por la enfermedad y la vejez.
¿Cuándo para?, ¿cuándo dejamos el espacio para saborear el hoy?, ¿cuándo podemos sentir que estamos donde deberíamos estar?, ¿cuándo vamos a hacernos la única pregunta verdaderamente relevante: ¿cómo estoy hoy?
Si ya tenemos pareja, nos falta saber cuándo nos vamos a casar. Si ya estamos casados, debemos tener el cronómetro que nos señale cuándo llegarán los hijos, y si ya estamos tranquilos, debemos desvelarnos por la enfermedad y la vejez. Foto:iStock
Para muchos, pensar en el presente implica un estado de mediocridad y de complacenciaque denota falta de aspiraciones y de sueños; pero es todo lo contrario.
Si somos capaces de saborear, aceptar y disfrutar el ahora, tendremos 60 minutos de feliz presente que se tornarán en 24 horas y, después, en 365 días.
No conozco a una sola persona que haya logrado cambiar su futuro desvelándose por el pasado. Ni hay mente, ni personalidad suficientemente controladora, capaz de predeterminar las posibles curvas de la vida.
Aunque se tuviera una bola de cristal, el futuro jamás ofrece garantías. Lo único que sí logramos es prevenir el disfrute y el goce del aquí y del ahora. Nos da miedo vivir el presente, ya sea porque tememos que el futuro sea peor o porque preferimos pensar que va a ser mejor; pero ninguno de los dos escenarios es real.
En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal,
elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada
con
sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando
esta
utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información aquí