El tamaño mínimo de las viviendas en Bogotá cambió con el POT. Críticos cuestionan la medida a partir de tres claves con las que se suelen defender las viviendas más pequeñas en las ciudades. Pero ¿qué dicen las cifras de la composición de los hogares?
Una de las polémicas suscitadas por el nuevo POT (Plan de Ordenamiento Territorial) de Bogotá se refiere al área mínima de la vivienda permitida: 36 metros cuadrados y 42 metros cuadrados para la Vivienda de Interés Social (VIS).
Los críticos aseguran que esta medida se opone al funcionamiento del mercado, jalonado por el cambio en la demanda residencial que resulta de hogares cada vez más pequeños. Esto justificaría la construcción masiva de los denominados microapartamentos.
Por otro lado, quienes defienden la medida creen que ella garantiza que la vivienda cumpla su función social –intimidad, salud física y mental–, condiciones aún más importantes tras el confinamiento domiciliario por la pandemia. Si se usan estándares mínimos de espacio público o equipamientos por habitante en la ciudad, ¿por no cabe aplicar la misma lógica en el espacio privado de la vivienda? Para aportar a la respuesta y sugerir líneas de acción, debemos considerar los requerimientos de vivienda, las necesidades de los distintos tipos de hogares y su localización en diversas zonas de la ciudad. El debate remite a esta pregunta: ¿en qué medida la planeación urbana y la oferta de vivienda se adaptan a las transformaciones sociales y demográficas de los hogares, y viceversa?
En este artículo ponemos a prueba los tres argumentos más comunes para justificar las viviendas cada vez más pequeñas: 1. El tamaño promedio del hogar se ha reducido. 2. Los hogares unipersonales son un fruto saludable de la modernización social, cuyo aumento requiere la oferta de microapartamentos. 3. La gente ya no quiere vivir en casas.
Quienes defienden la medida creen que ella garantiza que la vivienda cumpla su función social –intimidad, salud física y mental–
Técnicamente, el hogar es un conjunto de personas que viven bajo un mismo techo. No obstante, en Colombia el hogar es también unidad de gasto o consumo, que depende de presupuesto común. Así pues, el hogar agrupa a todos los que comparten vivienda y “comen de la misma olla”. Entonces puede haber más de un hogar por vivienda, como ocurre en los inquilinatos.
Los cambios en el mercado residencial y las formas de habitar son interdependientes, pues los hogares son la unidad de demanda de la vivienda. Además, la cantidad de hogares cambia con el tamaño de la población y su tendencia a conformar y disolver hogares.
También puede cambiar en función de las transformaciones sociales y económicas, como la caída de la fecundidad, los cambios en los roles de género, la preferencia por residir fuera del hogar paterno, y la proliferación de formas de corresidencia e, indirectamente, de familias cada vez más diversas.
Hogares menos numerosos
En el caso de Bogotá y los municipios de la Región Metropolitana, como en casi todo el mundo, el tamaño promedio del hogar ha disminuido: de 3,3 personas en 2005 a 2,7 en 2018. Sin embargo, todo promedio esconde fenómenos más complejos. Para el caso de la Región Metropolitana de Bogotá, al observar la distribución de los hogares según su tamaño en 2005 y 2018, es posible identificar tres tendencias:
1. Los hogares de cinco y más integrantes, así como los hogares extensos y compuestos han disminuido tanto en número como en porcentaje. Este tipo de hogares eran frecuentes en el siglo pasado, ahora son muy escasos en la mayor parte del mundo. Aunque estos hogares disminuyeron, son numéricamente relevantes —17 por ciento— y corresponden a grupos de medios y bajos recursos.
2. Las parejas con hijos siguen siendo la categoría más representativa en la región —aun cuando su importancia ha disminuido—. La demanda de viviendas para hogares de 3 y más personas es estable —44 por ciento—, aunque no exclusivamente en las zonas con mayor pobreza.
3. La reducción del tamaño promedio del hogar ha sido jalonada por el aumento de los hogares conformados por 1 y 2 personas, que pasan de representar el 30 por ciento en 2005, al 44 por ciento en 2018. Esto se debe al aumento de las parejas sin hijos y de los hogares unipersonales o que corresiden con otros.
En conclusión, es cierto que el tamaño promedio de los hogares en la región ha disminuido, pues hoy es de 2,7 integrantes. Pero esta cifra esconde que más del 57 por ciento de los hogares tienen 3 o más integrantes. Por tanto, la oferta de vivienda también debe contemplar dichas necesidades o preferencias, especialmente para grupos de menores recursos.
Unipersonales modernos
Los hogares unipersonales han aumentado en todo el mundo, pues ahora es posible que tanto hombres como mujeres vivan individualmente, de manera transitoria o definitiva, en etapas iniciales de la edad adulta, como fruto de un divorcio, o en las fases finales de la vida.
Aunque usualmente los hogares unipersonales se asocian con profesionales o estudiantes jóvenes, en la Región Metropolitana de Bogotá este grupo, formado por el 21 por ciento de los hogares, es muy heterogéneo. Por ejemplo:
–El 25 por ciento de los habitantes en estos hogares unipersonales superan los 60 años.
–También se da diversidad socioeconómica, ya que el 45 por ciento de esos hogares son de estratos bajos (aunque sean aún más frecuentes en las zonas más acomodadas).
Ante el aumento de estos hogares, la respuesta natural fue producir apartamentos de muy escaso metraje. Estos son objeto de debate en el ordenamiento territorial debido a la preocupación por la suficiencia y calidad del espacio.
Este tipo de vivienda está localizada principalmente en zonas de alto valor inmobiliario, y los inversionistas han mostrado un enorme interés por ellas. El área reducida implica que, aunque los precios por metro cuadrado son elevados, el valor total es inferior al tope que define la Vivienda de Interés Social. Entonces, la construcción recibe exenciones tributarias, sin que su venta esté dirigida a los beneficiarios de los subsidios.
Sin embargo, es un error afirmar que todos los hogares unipersonales constituyen una demanda potencial para los denominados microapartamentos. Residir en ellos conlleva costos altos, tanto por el precio en el mercado inmobiliario como porque implica repartir entre pocos aportantes la responsabilidad de todos los recursos necesarios para la vida.
De hecho, no todos los hogares unipersonales de la región viven en apartamentos independientes. Por el contrario: el 12 por ciento convive con otros hogares en la misma vivienda, y el 20 por ciento vive en cuartos de inquilinatos. Por tanto, el 32 por ciento de los hogares unipersonales de la región vive en condiciones habitacionales precarias y no pueden acceder a vivienda de calidad.
De lo anterior se desprenden una certeza y una pregunta. La certeza. No es posible argumentar que a través de los microapartamentos se puede satisfacer la demanda de Vivienda de Interés Social. Para los grupos más precarios —destinatarios de la vivienda social— los hogares con tamaños numerosos son los más estratégicos para la supervivencia.
Entonces, ¿qué tipo de vivienda es necesaria para cubrir las necesidades de los grupos más vulnerables? La proliferación de viviendas cada vez más pequeñas parece sacrificar el sistema de vivienda para hogares extensos.
En conclusión, aunque los microapartamentos pueden ser una buena solución habitacional para un grupo específico de los hogares unipersonales, no lo es para la totalidad. Por eso mismo su presencia no se puede traducir de manera inmediata en demanda potencial por este tipo de vivienda. Bajo este argumento, parece conveniente delimitar un tamaño mínimo para las VIS, aunque no necesariamente lo sea para los otros segmentos de mercado.
Aumentan las casas
Las viviendas se registran en la información censal según su tipo —casa, apartamento, cuarto, otro—. Esta clasificación permite ver cambios como el aumento de los apartamentos en la Región Metropolitana de Bogotá.
Al mismo tiempo que los apartamentos aumentan en número y participación, las casas aumentan cada vez más en la Región Metropolitana de Bogotá — el censo de 2018 registró 215.148 casas más que el de 2005—.
En este sentido, cierto grupo de hogares mantiene un interés por las casas, y no por los apartamentos. Las casas son el tipo de vivienda preferido por los hogares más numerosos —con alta o baja capacidad de pago—, pues son amplias y tienen mayores posibilidades de adaptación.
Para 2018, las casas representaron el 35 por ciento de las viviendas en la región. Y su importancia no parece residual, pues no corresponden sólo a viviendas que se construyeron en el pasado y no se han demolido.
Su ubicación está altamente concentrada, lo que tiene una causa socioeconómica y un condicionante espacial. El tipo de vivienda compatible con los hogares extensos se concentra en zonas periféricas. La especialización de las zonas centrales y periféricas del área urbana que se delinea, combina criterios de ingresos y de tipo de hogar que plantean la necesidad de ajustar los equipamientos y servicios públicos para diferentes sectores.
Por otra parte, hay sectores donde el número de viviendas tipo casa disminuye en términos absolutos entre 2005 y 2018. Y esta reducción resulta de la combinación de al menos dos procesos:
–El cambio de uso: casas que pasan de ser usadas como residencia a tener un uso comercial, de oficina, de educación, etc. En estos casos, no se modifica la estructura del inmueble, pero sí deja de ser contabilizado en las estadísticas censales como una vivienda.
–El redesarrollo: demolición de casas para el desarrollo de proyectos de mayor altura.
Las casas que ya no se utilizan como vivienda plantean el eventual despoblamiento de ciertos sectores de la ciudad, mientras que el redesarrollo plantea la necesidad de incorporar requerimientos de soportes urbanos a la construcción en zonas de expansión, de consolidación y de renovación.
En conclusión, las casas no solo siguen existiendo, sino que su cantidad aumenta principalmente en lugares periféricos. Las nuevas necesidades, gustos y preferencias de la demanda se expresan de manera diferencial en el territorio y demuestran la importancia de las restricciones de la oferta sobre las formas de habitar de los hogares.
Estas son las conclusiones generales de este análisis:
–La actual reducción del tamaño promedio de los hogares no refleja la totalidad de las realidades demográficas recientes.
–Por esta razón, las opiniones generales tienden a magnificar el papel del hogar unipersonal como protagonista de la demanda por vivienda.
–Esto llevo a ignorar los hogares extensos y las casas en las dinámicas metropolitanas.
–Tras la disminución en el tamaño promedio de los hogares se esconde una diversidad de tipos y tamaños de hogares de distintos niveles socioeconómicos, que debe ser tenida en cuenta para planear los tipos de vivienda a construir.
–Por último, la disminución del tamaño del hogar no puede entenderse apenas como la expresión de cambios sociales, pues las restricciones del mercado inmobiliario pueden estar afectando la calidad de vida de la población.
DIVA MARCELA GARCIA* Y NICOLÁS CUERVO**
RAZÓN PÚBLICA.***
(*) Ph. D. en demografía e investigadora de la Maestría en Economía Urbana y Regional de la Universidad Sergio Arboleda.
(**) Ph. D. en urbanismo e investigador de la Maestría en Economía Urbana y Regional de la Universidad Sergio Arboleda.
(***) Razón Pública es un centro de pensamiento sin ánimo de lucro que pretende que los mejores analistas tengan más incidencia en la toma de decisiones en Colombia.
Más noticias A Fondo