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¡Fuego en el aire! El momento clave entre la vida y la muerte cuando un agente antiexplosivos detona un maletín bomba
Durante los últimos meses, Bogotá ha estado acosada por el uso de artefactos explosivos para delinquir. EL TIEMPO acompañó una jornada de la Policía para conocer desde dentro un oficio de riesgo.
Cada traje usado por los técnicos antiexplosivos de la Policía Metropolitana de Bogotá pesa más de 50 kilos. El aire es escaso adentro y la temperatura del overol aumenta con cada paso que se da. Son al menos 100 libras de materiales de alta resistencia las que recubren a los hombres y mujeres que día a día se enfrentan a la amenaza de los explosivos criminales que se esconden en la ciudad.
Antiexplosivos Bogotá Foto:Sergio Acero Yate. EL TIEMPO
Los momentos previos a la verificación y posterior desactivación de una amenaza explosiva son parte de un ejercicio solitario y riesgoso. Dentro del casco de protección no se escucha más que la propia voz que se mezcla con el sudor y la angustia que genera la posibilidad de que algo pueda salir mal y esa “desactivación” pueda ser la última de la carrera policial.
Bogotá ha venido siendo acosada por la proliferación de explosivos dentro de la escena criminal. Tan solo en lo que va de los últimos tres meses, cuatro eventos de gran calado han encendido las alarmas de las autoridades y agitado el trabajo de los técnicos antiexplosivos de la ciudad.
Antiexplosivos Bogotá Foto:Sergio Acero Yate. EL TIEMPO
El 19 de julio, un artefacto armado con 15 libras de ‘pentolita’ fue desactivado de manera controlada en el sector del Park Way, en Teusaquillo; esa misma semana, dos granadas de fragmentación también fueron desarmadas en un barrio de la localidad de Ciudad Bolívar; también, dos explosiones, al parecer por motivo de extorsión, se registraron en Kennedy para los mismos días; y por último, y aún más grave, las autoridades confirmaron el hallazgo de varios explosivos junto a una maqueta del Palacio de Justicia en una casa en Ciudad Bolívar la semana pasada.
El tiempo está contado. No como en las películas, donde hay un reloj en cuenta regresiva. La situación en Bogotá es más artesanal y depende del tiempo en el que el criminal decida activar el artefacto explosivo. Por ejemplo, en el caso de Teusaquillo la carga estaba amarrada a dos dispositivos electrónicos de activación a control remoto dentro de una caja metálica recubierta en un maletín.
Antiexplosivos Bogotá Foto:Sergio Acero Yate. EL TIEMPO
Allí, era casi como trabajar a ciegas con la presión de una decisión que no solo estaba en manos de un tercero sino que, además, era invisible para los policías.
El delito se olfatea
Aunque la población civil no está expuesta a este tipo de situaciones de manera directa y, a veces, ni las nota, lo cierto es que los agentes de la Unidad de Antiexplosivos de la Sijín pasan los días enteros recorriendo la ciudad en busca de posibles amenazas.
William Ramírez, intendente jefe de la unidad, dice en actitud recia que ha entregado su vida entera a desarmar amenazas en cada rincón del país, que aunque es una actividad de riesgo es apasionante y que tenía claro lo que quería hacer desde que inició en esta especialidad. “Ya casi nadie quiere hacer parte de esto. Le da miedo y es entendible”.
Antiexplosivos Bogotá Foto:Sergio Acero Yate. EL TIEMPO
Como el intendente son 17 jóvenes más con nervios de acero que entregan su vida por desactivar explosivos y atender los llamados de la ciudadanía. Estos uniformados se ponen su traje y comienza la acción. Van preparados para todo. Con robots de última tecnología, patrullas, cargas detonadoras, herramientas de impacto y alcance. Si algo tienen claro, es que ninguno de estos instrumentos resulta tan efectivo como sus propias manos en medio de la escena.
“Uno sabe que todos los días puede ser el último (...) el último para ver a la familia, a los hijos o alguno de los compañeros. Lo que pasa es incierto pero sabemos que estamos muy bien preparados”, dice el intendente Ramírez.
Cuenta que recién entró a la unidad tuvo que atender el atentado del club el Nogal y que aunque la ciudad no está atravesando por el mismo nivel de peligro, sí reconoce que hay un aumento en el uso de artefactos explosivos por cuenta de criminales y terroristas y que eso ha hecho que el trabajo se aumente. “Uno quisiera que nada saliera afectado, ni las vidas ni las casas, pero aquí uno tiene que priorizar porque los vidrio se ponen en dos horas; en cambio, la vida no se recupera nunca”, añadió el intendente.
¿En qué piensa cuando va llegando a desactivar la bomba?, le pregunté. Pareciera irónico. Pero dice que no siente miedo ni tensión. Que en ese momento lo único que importa es tratar de analizar y entender la situación, poder establecer una ruta de acción y, por supuesto, escoger al mejor compañero para entrar a la zona de peligro y hacer el mejor trabajo posible. “Que si uno piensa que se va a morir, claro que sí. Pero nos cuidamos entre todos. Cuando uno sabe que el compañero tiene nervios, que está mal de ánimo o le pasa algo, uno no lo manda a desactivar un artefacto, porque la presión allá dentro es al límite y no lo podemos mandar si sabemos que le puede salir mal”.
Antiexplosivos Bogotá Foto:Sergio Acero Yate. EL TIEMPO
Y aunque pareciera que son horas y horas las que tardan los antiexplosivos en atender una situación, lo cierto es que sus trajes solo pueden ser usados por intervalos de 20 minutos. Las condiciones ahí adentro son más que extremas. La claustrofobia hace que todos los sentidos se agudicen, el aire caliente de la precaria respiración empaña la visera, el hermetismo del casco elimina el sonido y las extremidades pierden en gran porcentaje su facultad de movimiento. Es un reto estar ahí.
Nos pusimos el traje y arrancamos a la detonación controlada. Esa tarde había una caja de icopor con una carga pequeña adentro que estaba abandonada en un parque. A la escena solo podía entrar un efectivo; al llegar, debía ubicar un cañón con una carga programada que al accionarlo debe destruir la primera capa del artefacto. Ese paso no se hace con algún explosivo, se realiza con un chorro de agua superpotente que es accionado de manera remota.
Antiexplosivos Bogotá Foto:Sergio Acero Yate. EL TIEMPO
“Cargando. Fuego en área, fuego en el área, fuego en el área, ¡fuego!”, esa es la clave que, al unísono, entonan los cuerpos antiexplosivos de la Policía justo antes de detonar controladamente el artefacto. Una vez la carga estalla, de nuevo hay que ponerse el traje y arrancar hacia el lugar de la detonación para verificar que no hayan quedado rastros o que no sea necesaria una contracarga para una segunda detonación.
“Siempre se sentirá la adrenalina que produce el miedo. A veces uno quisiera poder decirles a las personas lo que quieren oír o que hay una salida menos invasiva, pero la verdad es que no se puede. Esto es lo que hacemos, salvar vidas por encima de todo”, puntualizó el intendente.