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Así es que dos mujeres salvan de la extinción al sombrero de Guaduas en Cundinamarca
Este saber es símbolo de cultura y posibilidad de desarrollo económico para el departamento.
La forma de hacer el sombrero es un saber que se ha perdido. Foto: Zimon Domínguez
En Guaduas solo dos mujeres de más de 80 años tienen el conocimiento del tejido del sombrero característico del municipio, pero ya no se dedican a ello. Este rio se usa para desarrollar las labores cotidianas en Cundinamarca desde la época colonial, como el trabajo en el campo y el comercio.
Se trata de un sombrero de copa alta, más de lo usual, tejido a base de palmiche que tarda alrededor de cinco días en hacerse y su valor aproximado es de 100.000 pesos.
A pesar de que hoy sigue siendo un elemento identitario para la región y es uno de los productos que cautiva turistas, la forma de hacer el sombrero es un saber que se ha perdido y, de hecho, está cerca de desaparecer porque no hay quien transmita este conocimiento.
Actualmente el sombrero guaduero es uno de los productos que suele comercializarse en todo el departamento. Foto:Archivo Particular
Por eso, la fundación J. David Rubio, encargada de impulsar la cultura en Guaduas, emprendió el camino de recuperación de la tejeduría desde hace más de diez años. Pero solo fue hasta 2022 que la iniciativa de conservar el saber de este tejido fue seleccionada dentro del programa nacional de concertación del Ministerio de Cultura, momento en el que pudieron alcanzar recursos suficientes para capacitar a seis artesanos.
“Nos propusimos capacitarlos para que elaboren un producto realmente autóctono del municipio”, dice Mireya Cruz, gestora cultural y parte de la fundación.
Este sombrero se empezó a usar en 1800 y, según un estudio que describe las formas de vida de Nueva Granada, nació del intercambio cultural del clásico rio inglés que se usó desde 1590: el ‘Capotain’.
Su forma inspiró a los guaduenses para construir uno similar, usando la palma como material. Entonces, como Guaduas era un centro de acogida en la época colonial en el camino desde la costa hasta Santa Fe de Bogotá, su uso se fue popularizando por los viajeros que llegaban allí.
Según explica Cruz, aunque el saber de este tejido no esté muy difundido, actualmente el sombrero guaduero es uno de los productos que suele comercializarse en todo el departamento como un elemento nativo. No obstante, el que se vende normalmente a turistas y visitantes no rescata la identidad cultural, pues no está hecho con el tejido tradicional.
Ha sido difícil encontrar tejedoras que quieran compartir su conocimiento
El proyecto de recuperación ha traído grandes desafíos, no solo porque el tejido tiene una complejidad alta, sino porque “ha sido difícil encontrar tejedoras que quieran compartir su conocimiento”, dice la gestora cultural.
Pasaron meses hasta que, en agosto del año pasado, la fundación ó a Rebeca García, una mujer de 91 años que nació en Quebradanegra, Cundinamarca, y quien estuvo dispuesta a dictar un taller para los seis artesanos.
La capacitación se hizo en Útica porque las tejedoras guaduenses, que viven en veredas lejos del casco del municipio, ya no se dedican a ello. Fueron tres días en los que los artesanos recibieron parte del conocimiento.
Sin embargo, como menciona Rebeca: “Les enseñé cuanto pude, porque en tres días no se puede hacer un sombrero”, el tiempo que tarda es de aproximadamente cinco días. Y es que la tarea es dispendiosa desde la preparación del material hasta el método de tejido.
El tejido
El sombrero guaduero se teje a base de ‘palmiche’ o palma de iraca, una especie nativa que sirve de alimento y aislante térmico en climas cálidos. Esta planta es materia prima de artesanías auténticas de departamentos de las regiones Pacífica y Andina, entre ellos, Cundinamarca.
Pero antes de iniciar a tejer, se debe hacer un proceso con esta planta para lograr el resultado esperado. “Muchos creen que se hace con la hoja, pero no”, dice Rebeca; en cambio, lo acertado es cortar los cogollos, es decir, la parte interior de la planta, que es la más apretada, blanca y tierna. Sin embargo, esto no se puede hacer en cualquier momento del mes, sino solo cuando la luna esté en su fase menguante.
El sombrero guaduero se teje a base de ‘palmiche’ o palma de iraca. Foto:Zimon Domínguez
El paso a seguir después de recolectar cuatro cogollos para hacer un sombrero es abrir y desvenar esta parte de la planta, pues el corazón es lo que sirve para tejer. Luego, estas partes seleccionadas se ponen a cocinar en agua durante dos horas y pasado este tiempo se añade jugo de limón para que queden de color blanco, el clásico del sombrero.
Finalmente, cuando ya están cocidos, se ponen a secar. “Pero no se pueden dejar al sol, solo al viento en la sombra; de lo contrario, se daña el material”, explica Rebeca. Entonces se puede empezar a tejer sacando dos esteras, que son piezas de tejido grueso y áspero, cruzando una sobre la otra.
“El tejido es en redondo hasta lograr un plato de cuatro dedos de ancho; en esa medida se quiebran las esteras para bajar y hacer la copa”, expresa la tejedora. Luego, la forma del tejido se repite dejando dos palmas de mano de medida para, nuevamente, quebrar las esteras y terminar con el ala del sombrero.
Los aprendices expresan que no es un procedimiento nada fácil, pues no solo tarda mucho tiempo, sino que lograr que el tejido salga uniforme es todo un desafío. Este trabajo de cinco días termina en un sombrero de copa alta que cuesta alrededor de 100.000 pesos.
El futuro del proyecto
La fundación J. David Rubio, que lleva ese nombre en honor al expresidente de la academia de historia de Cundinamarca Jorge David Rubio, presentó una propuesta al Ministerio de Cultura para la siguiente fase de la iniciativa. Sin embargo, Mireya Cruz cuenta que este año no fue seleccionada.
“La falta de recursos y de personas ha hecho que le pongamos pausa a esta iniciativa”, dice la gestora cultural. Y es que el grupo que impulsa el proyecto está incompleto porque Mariela Bohórquez, una de las líderes, falleció a inicio de año y desde entonces “la articulación para continuar ha sido complicada”, dice Cruz.
La fundación J. David Rubio, encargada de impulsar la cultura en Guaduas, emprendió el camino de recuperación de la tejeduría Foto:Zimon Domínguez
En esta siguiente etapa su meta era promover la siembra de la palmicha en Guaduas, para no comprar el material a externos y disminuir los costos de producción. Otro de sus objetivos era socializar con niños y jóvenes del municipio la importancia de este sombrero, así como su historia.
Incluso, habían contemplado continuar capacitando a más personas en el saber del tejido. Ahora se encuentran a la expectativa y buscando formas de lograr la recuperación de este conocimiento.