Y como lo advertí acá tantas veces, el arranque de la campaña electoral iba a tener a Bogotá como protagonista. Con un Presidente que fue alcalde de la ciudad, un director del área social que maneja recursos por más de 5 billones de pesos y que perdió contra el actual mandatario, Carlos Fernando Galán, pero que suena como aspirante presidencial; una exministra a quien la oposición la ubica como fija candidata para regir los destinos de Bogotá y congresistas que aprovechan el río revuelo para empezar a pavimentar posibles aspiraciones, resulta lógico que la capital sea atractiva para todos. Y faltan los nombres de aquellos que aspirarán al Congreso pero con la vista puesta en el Palacio Liévano.
Nada hay de malo en que tengan intenciones de gobernar a Bogotá. Estamos en una democracia. Lo que resulta contraproducente es que para hacerlo se utilicen los cargos públicos con el fin de frenar los proyectos que Bogotá intenta sacar adelante o, peor aún, que como dice el escritor Yuval Harari, se empiece a moldear la ‘conversación’ política a través de la construcción de narrativas falsas que se esparcen por las redes como verdades absolutas y que muchos ingenuos terminan creyendo. Decía George Orwell, “la ignorancia es fuerza”.
Es lo que de tiempo atrás viene sucediendo. Primero fue el señalamiento de que Bogotá estaba vendiéndole agua a Coca cola y que eso agravó el tema del embalse de Chingaza y provocó el racionamiento. Más tarde, fuel escenario apocalíptico del propio Presidente que anunció que en marzo Bogotá se quedaría sin agua. Y que los militares tendrían que intervenir. Y soltó su famosa frase: “Bogotá ha comenzado a morir”.
No es un debate cualquiera, hablamos del futuro de 12 o 13 millones de personas que necesitarán un espacio para vivir, vías y transporte para movilizarse, colegios para educarse; pero también agua, comida, aire limpio...
Como lo del agua no ha sucedido, se cambia la narrativa: la campaña del Alcalde fue financiada por los constructores que se oponen a la resolución del Ministerio de Ambiente que pide ordenar ecológica y urbanísticamente el territorio.
Lástima que para un tema tan serio se tenga que caer tan bajo. Hoy EL TIEMPO publica los argumentos de la exministra Muhamad y del alcalde Galán para que los ciudadanos saquen sus conclusiones. Porque los hay de lado y lado. Válidos también. No se trata de un debate cualquiera, hablamos del futuro de 12 o 13 millones de personas que necesitarán un espacio dónde vivir, vías y transporte para movilizarse, colegios para educarse, pero también agua, comida, aire limpio... Es por eso que el debate debe centrarse en cómo hacer desarrollo sin arriesgar el futuro. Porque es posible. Así lo ha demostrado la humanidad misma; de lo contrario, no tendría sentido todo el discurso ambiental construido.
Por lo mismo, se ha creado institucionalidad: la descentralización, las áreas metropolitanas, las regiones metropolitanas, los acuerdos internacionales, la descentralización de recursos, la autonomía regional. ¿De qué nos sirve todo eso si a la hora de pensar la región no somos capaces de ponernos de acuerdo?
Y no hacerlo es justamente lo que da paso a narrativas perversas como asociar un debate puramente técnico con insinuaciones de financiación interesada de campañas. Desviar los argumentos, acomodar las cosas, apelar a temas sensibles como el agua o el medioambiente, no con el fin de propiciar un debate constructivo, sino de impulsar una narrativa populista, que basa su poder en el manejo acomodado de la información, es lo que hace daño.
Por esa vía es que se habla ahora de que el gobierno de Bogotá quiere “pavimentar la Sabana”. Otra forma de menospreciar el necesario debate que requiere, insisto, un tema que, vea usted, los únicos que parecen tomárselo en serio son Galán y Muhamad. Con todo y sus diferencias. Y el propio gobernador Rey.
Y ojalá así sea. Y todos los habitantes de la región tenemos que estar prestos a participar para entender lo que se discuta y lo que se decida. No dejar esto al vaivén de las redes, cuyo exceso de información falsa sí que puede acabar con una sociedad.
Estamos notificados: uno de los focos clave de la campaña que arranca será Bogotá. Por tanto, hay que tener cuidado de cómo nos llega la información y cómo la consumimos. Volviendo a Harari: “(...) la única opción que no debería ofrecerse en unas elecciones es la de esconder o distorsionar la verdad”.
ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor General
EL TIEMPO
@ernestocortes28
Lea también: